El sol abrasa, libre, el mediodía
de este sertão sin horas ni respuestas.
Y el Araguaia estira la piel cruda
de jacaré, tostándose,
salpicado de niños y de pájaros.
Yo, recuerdo y espero.
Prendidos por la brizna
del Pirineo aquel de una igual fecha,
de siempre igual memoria,
-junto a las aguas frías del Esera naciente,
la Maladeta y sus cuchillas blancas,
la Renclusa y, abajo, los pastores-,
rezo los salmos, tibios, ya sin verlos,
mientras me siento lleno de sentido,
lleno de mil razones para estarme,
lleno de esta vigilia, tan amada,
tan poblada de amigos ya gloriosos;
seguro del Amor que me conduce,
transido de la muerte que reclamo…
São Félix, 14 de agosto
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