Me preguntas que dónde habita el alma.
El alma habita en las manos.
Son como abanicos mensajeros de vida.
Crispadas se repliegan impotentes,
abiertas, desbaratan la pena.
Si acarician el cuerpo,
dan paz al espíritu.
Llegan donde está vetada
la voz y la mirada.
No precisan de luz
para palpar las siluetas de los días.
Cuando el corazón canta
ellas danzan en el universo.
Las manos escondidas
asemejan un abismo infranqueable.
Unidas a otras manos tienen más fuerza
que mil legiones de palabras.
Hurgando en la península de tu cuerpo
se tornan ingrávidas e infinitas.
Que dónde habita el alma
me preguntas…
El alma habita en las manos
te repito ya sin prisa…
¿Tu no has visto las edades
de la vida, dibujadas bellamente
entre sus dedos?
¿No has captado cómo emana
la energía,
en diez auras encendidas?
¿Te has fijado que la fiebre y el dolor
se repliegan obedientes a su tacto?
Son capaces de matar
y de dar vida.
Son capaces de mutar
en un instante;
hoy, selluelos de dolor,
mañana, palomas de ternura.
Mudas e inmóviles con la noche
al alba, peregrinas descalzas
de mi cuerpo y de mi espíritu.
Manos de viento y ausencias
manos de agua.
Manos de tiempo y de siglos
manos de esperanza.
No lo dudes…
Haz un hueco entre tus manos
y escucha latir el Alma.
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