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EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

19 de desembre de 2006
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Publicat al Levante-EMV avui.

Educación en valores

 

 

RICARD MARTÍNEZ

 

En los últimos años se viene debatiendo hasta que punto deba ser necesaria en la educación primaria una asignatura relativa a la educación en valores. Esta formación debería permitir que nuestros hijos crezcan asumiendo valores como la solidaridad, la generosidad, el trabajo en equipo e incluso una sana competitividad que de cómo resultado ciudadanos, solidarios, demócratas y responsables, y profesionales honestos, competentes y eficientes.

Curiosamente hasta hoy creí que estos valores los encarnaba la práctica deportiva. Consciente de ello decidí, como tantos otros padres que mi hijo practicase un deporte de equipo. Con cierta inocencia, aposte por el hockey ya que es un deporte minoritario con cierta tradición en su centro educativo. Además, éste como tantos otros deportes de este estilo conserva el encanto de un cierto amateurismo.

Sin embargo, el pasado domingo asistí a un espectáculo difícil de concebir incluso en deportes más asentados y competitivos como el fútbol. He visto con mis propios ojos un conjunto de niños de, asómbrense, diez añitos con actitudes que en el ámbito profesional hubiesen generado no sólo una expulsión fulminante del campo, sino una suspensión por varios partidos. Asómbrese el lector e imagine a un portero que apenas alza metro cincuenta del suelo golpeando con furia un poste con su stick al recibir un gol o vejando a los compañeros del equipo rival. Imagine expresiones del tipo «me he quedado con tu cara» o «en cuanto pueda te doy con el stick» dirigidas, no ya a compañeros, sino a espectadores adultos. Añádase una constante desconsideración al árbitro.

Este equipo, insisto alevín, que jugaba en casa y era el favorito para ganar la competición no se limitó a lo descrito. Si he de dar crédito a otros hechos que narran testigos presenciales, hablamos de violencia soterrada y constante en el campo, de desprecio por los rivales inferiores e incluso consumo de bebidas del tipo Red Bull, obviamente estimulantes a esas edades. Comprenderá el lector, que quien escribe estas líneas no pueda dar crédito a tales hechos. No puedo concebir ni por un segundo, que menores de diez años reproduzcan todas y cada una de las conductas que desprestigian el deporte a día de hoy.

En cambio, si resulta cierto el hecho de que el equipo en cuestión habiendo sido derrotado en la final, se haya negado primero a recibir el trofeo para que posteriormente sus integrantes lo hayan literalmente tirado al suelo tras tomarlo en el acto de entrega.

Sin embargo, los niños de diez años carecen de suficiente juicio y responsabilidad y únicamente reproducen conductas aprendidas o inducidas. ¿Qué valores han aprendido? ¿Quién se los ha inculcado? ¿Qué les cuenta su entrenador durante los entrenamientos y las charlas previas? ¿Es posible que reciban instrucciones respecto de su estilo de juego y actitud para amedrentar a los contrarios? Es evidente que quien tenga la responsabilidad de dirigir a este grupo les incita a ser descorteses, violentos, maleducados hasta extremos poco concebibles, y les indica que no hay mayor valor que la victoria a costa de lo que sea. Por tanto, el código ético de estos niños es el de todo vale, incluso la coacción, no hay placer en el deporte sólo victoria o muerte.

Tal vez, los responsables deportivos municipales y federativos deberían considerar que deben hacer respecto del mentor de estos niños y permitir que los demás, que creen en la diversión por la diversión, que sueñan con aprender y mejorar colectivamente, que hacen de cada partido una fiesta -ganen o pierdan-, sigan manteniendo la ilusión, no abandonen y sigan aprendiendo a convivir y a competir.

E


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