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EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

30 de gener de 2016
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La vida tras el acoso escolar, de Victoria Navalón (LEVANTE-EMV, 28/01/2016)

Todavía a mis 24 años recuerdo los golpes que me daban al salir del colegio. El infierno que sufrí en Secundaria y lo mal que lo pasé en Bachiller aún siendo menor el ratio de alumnos por aula. Cada paliza, cada insulto y cada vejación se tatúa en nuestra piel. Queda impregnada para el resto de nuestros días y mientras los acosadores siguen formando parte de la sociedad, por el simple hecho de que al ser menor la justicia no condena.

Me llamo Victoria y vivo en un pueblo del interior de la Comunidad Valenciana. Actualmente tengo 24 años. Sufrí Acoso Escolar de los 5 a los 18 años aunque hoy por hoy mis agresores todavía continúan insultándome por la calle. El caso de Diego es el caso de muchos otros niños y niñas que nunca deberían de haber pasado por el infierno y el triste final que estos días se encuentra en boca de muchos. Pero, ¿cuántos años se ha silenciado el acoso escolar?

Te hacen creer que eres una mierda y que no importas nada, las chicas te humillan mientras los chicos te escupen. Intentaba gritar por la calle pero los vecinos giraban la cara para mirar hacia otro lado, como si afirmaran que apalearme era un acto consentido.

Recuerdo como mi abuela tenía que salir a mitad camino para poder defenderme. Si cierro los ojos aún mantengo esa conversación mientras comía arroz con tomate y patatas fritas, en la que ella me decía: «sé valiente».

Sonaba la sirena del colegio y siempre tenía que pensar en alguna estrategia para poder salir invicta, cada día era un infierno y casi nunca solía salir ilesa. En cambio había días en los que llegaba una hora después a casa porque tenía que escaparme por los caminos más largos corriendo para que no fueran detrás de mí.

La hora del patio. No tengo adjetivos sin poder sacar una lágrima para explicar lo que era aquello. Seguro que muchos de vosotros me entendéis. Me arrinconaban para poder quitarme el bocata mientras se metían con mi aspecto físico. Y a la hora de subir las escaleras siempre me encontraba con el momento zancadilla.

Viendo mis malos resultados en las notas finales, el colegio en vez de preguntarme un poco sobre el tema, decidió explicar a mis padres que sufría un retraso, concretamente que tenía déficit de atención. Así que, me dejaron por imposible y siempre me colocaban en la última fila de la clase. «Tu hija nunca llegará a nada», «Empezar a pensar que no sabrá ni comprender las cosas» € duras palabras y más si añado que yo estaba delante de cada frase que se decía de mí.

Mi silencio me condenaba. Pero que te dijeran todos los días del año «puta, guarra, asquerosa, fea de mierda€» al final me acabó con mi autoestima. Tanto fue así que un día hasta cogí un cuchillo y mirándome las venas me dije: Yo soy más fuerte que los asesinos.

Resiliencia. Así es, yo nunca sufrí ningún retraso. Ni ningún déficit de atención. Me apasionaba leer, escribir, la fotografía€ era toda una soñadora y me evadí en mi mundo el cual construí con cada patada que me daban. Me hice fuerte porque quería conseguir mi objetivo: Ser universitaria. La vida tras el acoso escolar no es nada fácil. El acoso te deja un gran vacío, algo que nunca se nos será devuelto, el tiempo. Ese tiempo que era nuestro y que no lo vivimos con intensidad por miedo, miedo a salir a la calle, a mostrarnos como somos€

Te ponen etiquetas. Siempre serás la etiquetada. No importa lo que hagas ni con quien vayas. El mejor ejemplo, hace escasamente quince días, cuando me encontré a mis agresores por la calle y continuaban insultándome como si aún tuviéramos clase de matemáticas.

Y las huellas y las heridas que te dejan hacen mella en el amor. Aún recuerdo el primer abrazo que me dio mi pareja. Me agache y me puse las manos sobre la cabeza, creía que iba a pegarme. Entonces me cogió, me miró a los ojos y me dio un abrazo. Hoy todavía estoy aprendiendo a decir «te quiero».

Pero pese a todo, fui valiente. Soy pedagoga y fotógrafa. Conseguí mi sueño. Con el tiempo te das cuenta de que aunque te queden heridas de guerra éstas tienen que servir para hacerte más fuerte y ayudar a quienes lo necesitas.

Así que, desde aquí quiero denunciar públicamente a todas aquellas personas que giraron la cara cuando veían como me acosaban. No debemos permitir que ni las maestras ni los colegios cierren los ojos. Que los padres de los acosadores te cierren la puerta€ Juntos lograremos vencer al miedo. NO AL ACOSO ESCOLAR

 


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