Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

20 d'octubre de 2007
7 comentaris

LA FALACIA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA CATALANAS

És el títol de l’article publicat per don Emilio García Gómez, professor de Filologia de la Universitat de València-Estudi General a l’ABC dimarts passat. Don Emilio García Gómez ha estat professor d’institut i és professor del Departament de Llengua Anglesa de la Universitat de València. Tal i com fou publicat us el deixe a continuació. Sense paraules.

La imatge és de l’acte organitzat per la Comissió de la Dignitat per a aquest diumenge.

LA FALACIA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA CATALANAS

A principios de los años 90 se puso en marcha un debate sobre lo que se vino en denominar «imperialismo lingüístico» y «lingüicismo». En ambos casos la referencia era la expansión del inglés -en cualquiera de sus modalidades- so pretexto de alcanzar metas superiores en el empresa, la economía y la educación en general, así como la posible discriminación hacia las variantes no nativas o amestizadas de ese idioma.

La obra que causó mayor impacto entre sus seguidores y detractores fue «Linguistic imperialism» (1992), del profesor Robert Phillipson. El libro describía la situación de absoluta hegemonía de la lengua inglesa en el mundo, el imperialismo cultural que la acompaña, el soporte institucional que recibe para su mayor expansión, el mensaje subliminal de que el idioma se aprende mejor en situación de monolingüismo y las conexiones del inglés con el poder y el prestigio.

Una de las consecuencias del imperio de la lengua y la cultura inglesas sería la preferencia que se ha dado y se sigue dando a las versiones estándar del inglés, básicamente el británico y el americano, frente a las otras variantes que, sin considerarse subestándar, son sociológicamente subordinadas, como el anglo-canadiense, el anglo-irlandés, el anglo-australiano y el anglo-neozelandés. Las demás variedades del inglés en el subcontinente asiático, África, el Caribe y el Pacífico, y todos aquellos ingleses dialectales que pueblan el universo, tanto en Escocia y Yorkshire como en Hawaii, Singapur o Papúa Nueva Guinea, tendrían un carácter residual y, en términos académicos, inaceptable entre gente «de buena educación».

Este supuesto carácter opresor del inglés normativo recibió el nombre de «lingüicismo», la tendencia de los hablantes de un idioma o un dialecto dominante a discriminar a otros hablantes por su forma de expresarse en una variedad dialectal y una fonología exo-normativas. En tal caso, el lingüicismo sería un nativismo a la inversa.

No es necesario extenderse más en estas consideraciones acerca del inglés. Son suficientes para utilizarlas como analogía de la política expansionista de los líderes políticos e intelectuales catalanes y pro-catalanes en dos cuestiones fundamentales para la sociedad: la lengua y la cultura de los territorios que tercamente llaman Països Catalans. Hemos visto con sorpresa que allí en Cataluña se llega a renegar de sus propios hijos -como Mercedes Salisachs-, apartándoles de la Feria del Libro de Fráncfort, porque no se expresan en catalán. Nos parece esta postura tan irracional y tan ridícula como considerar inglesas todas las manifestaciones culturales y literarias en dicha lengua. Habría que preguntar a los irlandeses, que durante siglos han sufrido la represión y el genocidio dirigidos desde Londres, si sus autores más representativos, como Sean O´Casey, James Joyce y Bernard Shaw, no son autores irlandeses, sino ingleses. Y tendrían que salir de su tumba por un momento Mark Twain y Henry James, nacidos en Missouri y Nueva York respectivamente, para preguntarles si aceptan figurar en los manuales de historia de la literatura inglesa o les aguarda la proscripción y el enterramiento institucional, que es lo mismo que la invisibilidad cultural.

John Locke expresó en el siglo XVII su preocupación por cómo una minoría era capaz de poner en marcha una revolución y derribar una constitución «con cuyas ruinas pueden éstos levantar sus fortunas.» Y Carlos Marx, en una carta dirigida a Ferdinand Lasalle, escribió respecto del más castizo espíritu revolucionario: «Lo que hay que hacer ahora es inocular veneno donde sea posible.» El mensaje de Marx era, pues, sembrar la duda y el alboroto entre las masas para ayudar al Partido a alcanzar sus fines concretos, costara lo que costase; y el de Locke, que hay que protegerse de los aventureros de estado que sólo buscan satisfacer su codicia mediante la intriga y el discurso sedicioso. El objetivo final de éstos es el reparto del botín, las prebendas, los empleos públicos y la gloria.

Hay muchos líderes políticos y portavoces de la cultura patriotera convencidos de que la ignorancia unida a la petulancia se convierte en sapiencia. O que, como verbalizó Hegel, «la genialidad política consiste en identificarse con un principio», y ese principio y dogma es el nacionalismo, en el que él mismo se enmarcó y en donde no hay sitio para posturas matizadas. Como manifestó H.L.Mencken, periodista norteamericano de origen alemán, «cuando se enaltece el amor por la patria, es que se espera una recompensa».

Pero la cultura y la lengua no se asignan; se despliegan por común aceptación de los pueblos. No es cosa del «trágala o muere» de la letrilla. En cierta ocasión, el rey medieval Eduardo I de Inglaterra exigió al conde de Norfolk que se uniese a él en una expedición bélica: «Por Dios, señor Conde, o vais o colgáis», a lo que respondió el noble: «Por Dios, señor Rey, ni iré ni colgaré.»

Un credo que se acepta por la fuerza es, como dijo John Stuart Mill, «una fosa de momias embutidas y muertas.» Las posturas extremas y ultra-ortodoxas casi siempre llevan, como nos enseña la historia, a la resistencia y la renuencia.

 


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  1. I la reducció a l’absurd seria que per aquest motiu els que al País Valencià és consideren valencians i que parlen valencià tenen que ser per força o per defecte espanyols oficial, doncs més val no menejar-se i canviar, sota l’amenaça catalanista que si canvien, els canvien d’identitat, encara que de forma oficial tots dos són espanyols. 

    Quan u és filoleg a temps parcial o de forma parcial i no ho és a temps global o de forma global, la conseqüència és que divideix més que uneix i a més és pot pensar que els catalans volen l’exclussivitat filològica ignorant el context autocton del que es parteix

    O un altra forma de reducció al absurd, de tal forma que en general un valencià no és pot considerar català, del poble català i que parla català al igual que un català no és considera valencià, del poble valencià ni que parla valencià.

  2. No entenc. Què esperes d’Emilio? A Emilio li hagurera agradat ser David Crystal, com a tots, però el nom i la persona ja estan ocupats així que ara fa el que millor sap fer: soterrar-nos a base de cites cultes. Sort tenen els xiquets d’institut que aquest element no hi circule!

  3. Gracias por divulgar, aunque sea in permiso, mi artículo sobre la lengua y literatura catalanas. Agradezco también los comentarios añadidos, que tratan de desfigurarme personal y académicamente. No espero otra cosa de Vds. ni de los adeptos a la causa del catalanismo. Pero si Vds. me lo permiten, les daré mi personal consejo sobre las resobadas estrategias que emplean los incansables e inmortales adeptos a la causa de lo que Albert Boadella llama la ceva y la tribu, y que yo mismo considero evangelismo renacido de su sarcófago decimonónico: Léanse Adiós a Cataluña, del citado Boadella. Ahí se encuentra el mejor retrato del movimiento seudocultural que Vds. apoyan fielmente, sobredimensionando ssus propios méritos y aplicando el reduccionismo a quienes no comparten tan discriminador movimiento.

    Un cordial saludo de Emilo García


     

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