Seguramente poseído por un egoísmo suicida, aunque con intención de “suicidar” a sus enemigos, Rajoy nos obliga a votar cuando menos nos apetece, a tomar partido cuando cumple perdonar, a dividirnos cuando deberíamos juntarnos, a quedarnos cuando querríamos irnos, a no hacer lo que hacemos en Navidad sino lo que a él le da la gana. Pero el 24, contados ya los votos por correo, dándole a la zambomba, al almirez o al tenedor y a la botella de Anís del Mono, los pastorcillos sin escaño, las lavanderas sin río y hasta el barbado Herodes, desahuciado de su castillo, cantarán el último villancico:
El Gobierno se nos viene,
el Gobierno se nos va,
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.
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