26 de juny de 2010
“Es pot falar euskaraz en el Senado?”, per Àngel López García-Molins
Ja us he dit més d’una vegada que l’Ángel López va ser professor meu a la facultat de Filologia de la UV-Estudi General. Ací teniu l’article que El País li publicava dijous.
Semanas atrás, las portadas de los medios nos impactaban con la imagen de Montilla hablando en el Senado mientras Chaves le escuchaba con los cascos puestos. Esperpéntico, apostillaron muchos. Y en efecto, lo es, solo que no deja de ser el estrambote de un país en el que los diputados no pueden hablar en la lengua de España que mejor les parezca. No podemos gastarnos ni un euro en traducir parlamentos a otras lenguas, pero no por economía, sino porque no debemos hacerlo. No hay que traducir de una lengua de España a otra, lo que hay que hacer es convertirlas a todas en medio habitual de expresión de los senadores.
Si el Senado es la Cámara de representación territorial y se trata de lenguas de España, me parece insultante que las traduzcan. Ya sé lo que me van a decir: que España no es un país plurilingüe como Bélgica o Suiza, que no consta de regiones de lengua mutuamente ininteligible, sino que existe una lengua común que se habla y entiende en todo su territorio y que, por consiguiente, lo cohesiona. Miren, lo primero es cierto; lo segundo, para qué engañarnos, no lo es. En las regiones bilingües hay muchos ciudadanos que se mueven perfectamente en español, pero que no acaban de sentirse plenamente españoles por razones lingüísticas, y otros que, al tener como materno el idioma oficial, se ven mirados con sospecha.
El problema -o, mejor: la excusa para no cambiar- nace de la Constitución de 1978, la cual distingue entre lengua oficial -el español-, lenguas cooficiales en su comunidad autónoma y otras lenguas. No toda lengua histórica hablada en España es de interés general, otras son regionales, pero las tres lenguas cooficiales sí lo son. Permítanme que les recuerde algunas obviedades. El catalán/valenciano era el idioma mayoritario de la Corona de Aragón, el Estado que dio lugar a España al unirse a Castilla en tiempos de los Reyes Católicos: o sea que si el español es la lengua de España por ser la de uno de los dos reinos fundacionales, el catalán/valenciano debería serlo por la misma razón. El gallego fue el origen del portugués, la lengua del otro Estado peninsular, y constituye el puente natural para garantizar cualquier acercamiento iberista en el futuro. En cuanto al euskera, se ha venido considerando durante siglos como el símbolo de la Península Ibérica por ser la lengua de sus primeros pobladores. Y no me vengan con el cuento de que se trata de lenguas minoritarias: el catalán/valenciano tiene más usuarios que media docena de lenguas oficiales de la UE; ¿cómo quieren que sus hablantes se conformen? Al gallego y al vasco, aunque en menor medida, les sucede otro tanto.
He dicho de momento. Lo del Senado debería ser tan sólo el primer paso hacia la convivencia plurilingüe de los españoles, aunque, cuando uno lee objeciones como la de que estando la sede en Madrid, sólo puede usarse el español, le entran ganas de exiliarse o de contestar irónicamente que, si este es el problema, que la pongan en una ciudad bilingüe y todo arreglado (bien mirado, es una idea). Y los siguientes pasos en pos del pluralismo lingüístico, ¿acaso serán una vuelta de tuerca más hacia la disgregación? Pues no, al contrario, son medidas que reforzarían la cohesión de los ciudadanos españoles, actualmente bastante alicaída.
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Una entrevista a Joan Solà fa un any al mateix mitjà de comunicació: http://blocs.mesvilaweb.cat/node/view/id/137847
Aquests bons propòsits són ja cosa del passat. Els espanyols solidaris amb nosaltres són ben pocs (en canvi tothom s’apunta a defensar les llúdrigues o qualsevol espècie animal).
Els catalans /valencians/illencs no podem perdre més el temps en convèncer als castellans del que seria una obvietat. Tanta lluita després d’un segle de catalanisme ha estat estèril. Ho sento (si és que cal disculpar-se): no crec en una Espanya castellanocèntrica, que no és més que una perllongació del regne medieval de Castella (més Andalusia, Lleó i la definitivament perduda Aragó). Només hi ha una solució i no només entermes lingüístics sinó també econòmics i polítics. Hem de ser un nou estat europeu. És difícil però mai hi havia hagut tanta gent convençuda (vegeu les enquestes de la UOC i el Periódico).