Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

28 de febrer de 2008
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En campanya electoral (VII)

Seguint amb la campanya electoral "particular" que duc a través del bloc, avui us penjaré un seguit de textos. Tots publicats a EL PAÍS en aquests dies.

La niña de Rajoy
Alfonso Mauricio Roldán Panadero  –  Madrid

 

Talante

CRISTINA CABRERA  –  La
Rinconada, Sevilla

 

 

Uso interesado

JAVIER PÉREZ AJA  –  Bilbao

 

 
Rajoy, Hobbes y el fuego

IRENE ZOE ALAMEDA

 

 

El Partido Popular y la gente normal

GUSTAVO MARTÍN GARZO

 

 

No son un negocio

SAIOA ESCOBAR CALZADA  –  Barcelona

 

 

Camps y la dignidad de las
instituciones

ÁNGEL LUNA

 



La niña de Rajoy

Alfonso Mauricio Roldán Panadero  –  Madrid


 

EL PAÍS  –  Opinión –
27-02-2008

Me llegó a lo más profundo del alma,
mis sentimientos se vieron profundamente afectados por el antológico final de
Mariano Rajoy en el debate. Sus deseos para con la niña que nace en España
están cargados de cinismo, "una niña sin miedo a las ideas de los
demás", leía Rajoy.

Pero si
esa niña fuera, por ejemplo, lesbiana en la España de Mariano Rajoy, ¿podría vivir sin miedo
a los obispos, a los defensores del nacionalcatolicismo? ¿Podría vivir
orgullosa de su opción sexual? ¿Tendría los mismo derechos que una mujer
heterosexual?

¿Y si
quisiera abortar?, ¿sería perseguida, enjuiciada, encarcelada?, ¿tendría que
irse de España? Seguro que no se pasearía "por el mundo sin
complejos", como nos leía Rajoy.

Para que
esa niña se pudiera sentir "orgullosa de ser española", como leía
Rajoy, creo que España debe continuar por el camino de las libertades, por el
camino de los derechos y no por el de las prohibiciones.

Talante

CRISTINA CABRERA  –  La
Rinconada, Sevilla

 

EL
PAÍS  –  Opinión – 27-02-2008

¿A nadie le llamó la atención que Mariano Rajoy dijera en el
primero de los debates electorales que Zapatero ha perdido el tiempo en cosas
que "no importan a nadie, como la Alianza de las Civilizaciones y la Memoria Histórica"?.

Me resulta curioso que no se diga
nada al respecto desde los medios de comunicación. A mi juicio, el presidente y
candidato a la reelección por el PSOE se impuso de largo sobre su contrincante.
Lo ha hecho durante sus bien aprovechados cuatro años de mandato. Nada pudo
decir el señor Rajoy a la política social desarrollada desde 2004, entre otros
muchos aspectos. Sí quiso hablar de inmigración y de terrorismo… Bueno, de
ETA, pues no quería ni oír hablar del 11-M. Ahí sí que mintió el PP y lo ha
seguido haciendo, mientras que aún no les he escuchado pedir perdón a las
víctimas. Creo que, gane quien gane el 9-M, voy a seguir cobrando el mismo
sueldo, teniendo la misma hipoteca y teniendo que madrugar día tras día. Pero
sé que si gana ZP todos tendremos cada día más derechos, y más libertad, más
igualdad… Más felicidad.

Aunque sea únicamente por el hecho de
seguir teniendo la suerte de tener por presidente a una persona con talante,
mucho talante. Eso sí que no tiene precio.

Uso interesado

JAVIER PÉREZ AJA  –  Bilbao

 

EL
PAÍS  –  Opinión – 27-02-2008

Me llamo Javier Pérez Aja. Y debo de tener buena suerte, porque
estuve muerto en vida cuarenta y cinco días. Al menos, eso dicen, porque me
dejaron en coma profundo durante ese tiempo.

Y llevamos ya demasiado tiempo
asistiendo al uso interesado de nuestro dolor para usarlo en la confrontación
política. ¡Qué siniestra paradoja! Que nuestro dolor se haya convertido en un
arma para hacer daño a los que no piensan como ellos. Ésa es la triste y penosa
verdad del uso que la derecha reaccionaria, populista y demagoga hace de
nosotros, las víctimas. Primero nos convirtieron en un muestrario que enseñar
en las manifestaciones del odio los sábados por la tarde. Más tarde, en un
ariete para castigar al presidente del Gobierno.

Ahora ya sólo servimos para teñir de
sentimentalismo un pobre discurso electoral. De un tiempo a esta parte tengo
también la sensación angustiosa de que me hacen revivir mi muerte para que odie
a mis amigos, a mis compañeros, a mis familiares, a los que me quieren. Y es
que el que acusa al presidente del Gobierno de agredir a las víctimas no
calcula la idea tan horrible que su cruel acusación encierra.

¿Agredir? yo sólo me siento agredido
por la maldad de los asesinos -de los que intentaron asesinarme-, por el
silencio de sus cómplices, por el interés calculado de los que nos hacen
convivir con este horror porque comparten la idea final de su proyecto. Yo sí
que me siento agredido por quien dispara contra mí disparando contra el
presidente del Gobierno balas de indignidad, de miseria moral, de oportunismo
político y de indecencia ética.

Señor presidente, querido José Luis:
yo sé quién empuña las pistolas; quién activa los detonadores. Sé bien quiénes
lucháis contra ellos. Sé bien cómo sufren las familias de las víctimas. Lo que
sufre mi familia.

Y lo sé no porque lo haya hablado,
sino por lo contrario, porque guardamos un silencio impregnado de tanta
tristeza como de respeto por los que no pueden compartir con sus familias la
alegría de la vida. Deseo que no haya más odio criminal ni más odio electoral.
Pido la paz y la palabra.

Rajoy, Hobbes y el fuego

IRENE ZOE ALAMEDA

 

EL
PAÍS  –  Opinión – 27-02-2008

A pocas semanas de las elecciones, los votantes tenemos ante
nosotros dos candidatos presidenciables antagónicos, y comprendemos que los
posibles caminos que recorrerá el país en la próxima legislatura serán
radicalmente distintos en función de quién gane el 9 de marzo.

Tras cuatro años de gobierno, todos
conocemos el estilo progresista de Zapatero; sin embargo, por lo que respecta a
Rajoy sólo podemos hacer hipótesis inferidas de su política de oposición y del
colofón de la misma, su estrategia electoral.

Rajoy ha basado su campaña en torno a
la visión de un porvenir apocalíptico, consecuencia de la irresponsabilidad del
PSOE. Irresponsables han sido, según él, la ampliación de libertades, la
reforma educativa, la regularización de inmigrantes, la acción exterior, las
revisiones estatutarias, la gestión económica y, desde luego, la política
antiterrorista. Todo lo que Rajoy ofrece como alternativa son sus "ideas
claras", pero no detalladas, con las que arreglará los destrozos
(reparables in extremis) causados por nuestro actual presidente.

Es un hecho constatado que, en
comunicación política, las emociones inducidas durante la campaña cuentan tanto
o más que la evaluación racional de los votantes. ¿Cuál es, pues, la emoción a
la que el PP está apelando para vencer en los comicios?

En cada comparecencia pública de
Rajoy sorprende el uso intensivo que hace de los refranes, en concreto de uno: quien
juega con fuego, se acaba quemando (y de sus variedades semánticas: quien
siembra vientos recoge tempestades, etcétera).

Los dichos y proverbios son
depositarios de la tradición y las creencias populares, y cabría pensar que los
dirigentes de un partido conservador, reacio a los cambios y pegado a las
costumbres, encuentran su natural elenco expresivo en el refranero de antaño.
El empleo de refranes suele denotar poca capacidad expresiva y dificultad para
la abstracción, y por eso son lo último que un ciudadano espera escuchar de
labios de un político, al que supone en pleno dominio de la oratoria. Cervantes
lo sabía hace cuatro siglos, y con ellos caracterizó la simpleza de Sancho
Panza.

El fácil recurso de Rajoy al refrán
se quedaría en anécdota de no ser porque acude a él para eludir las preguntas
incómodas, aquellas que, de ser contestadas de forma directa, generarían
respuestas políticamente intolerables.

Es interesante atender al marco de
presunciones inconscientes que articula el citado refrán: quien juega con
fuego, se acaba quemando. Aplicado al contexto de la política española, los
elementos del refrán adquieren una curiosa significación:

1. ZP es un
niño.

2. Los niños
juegan con fuego.

3. España es
el cuarto de juegos.

Inferencia: ZP va a quemar España.

A la luz de esto, es posible
decodificar todo el discurso del Partido Popular con una sencillez pasmosa: en
el caso del Hospital de Leganés, donde escuchamos "fuego" el mensaje
subliminal hace que los ciudadanos intuyamos la palabra "eutanasia";
en la reinaugurada discusión sobre el aborto, donde oímos "fuego"
entendemos "infanticidio"; por lo que respecta a la adopción por
parejas homosexuales, en vez de "fuego" presentimos
"pederastia"; en el contexto de la investigación con células madre,
por "fuego" leemos "eugenesia"; en lo referente al fenómeno
de la inmigración, donde dice "fuego" prevemos "parásitos y
delincuencia"; y cuando se ha hablado de estatutos de autonomía y del
permiso de la Cámara
para abrir el diálogo con una ETA en tregua, inconscientemente, a través del
"fuego" hemos vislumbrado las sombras de la "secesión", la
"traición" y la "guerra civil" (de ahí el eslogan: "Se
rompe España").

Así las cosas, está claro que los
candidatos encarnan dos modelos opuestos. Mientras para Zapatero el hombre es
bueno por naturaleza (Rousseau) y la sociedad se basa en la libre voluntad de
convivencia, para Rajoy el hombre es malo, un lobo para sí mismo (Hobbes: Homo
homini lupus), y la función del Estado consiste en la represión moral, la
vigilancia y el castigo. En este sentido, no es casual la reciente propuesta
del PP de rebajar la edad penal a los ¡12 años!, una clara prueba de recelo
hacia las personas a la que el PSOE podría contestar con gestos como los del
Gobierno austriaco, que en 2007 adelantó el derecho al voto a los 16 años,
gesto que denota una firme confianza en el ser humano.

El "fuego", en apariencia
trivial, de Rajoy y su partido es, por consiguiente, un eufemismo con el que
dan pábulo a nuestros temores atávicos. Cabe recordar que el fuego es el
elemento purificador de un Infierno ahora restituido por la Iglesia…

En algún momento de nuestra historia
debió haber un padre temeroso que, viendo a su hijo jugar con fuego, pronosticó
que se quemaría. El hijo, confiado, venció el miedo y aprendió a dominar el
elemento. Ese dominio (del miedo, del fuego) nos ha garantizado el progreso y
nos ha legado un porvenir mucho más humano. Es elección del lector decidir con
cuál de estos dos personajes se siente más identificado.


El Partido Popular y la gente normal

GUSTAVO MARTÍN GARZO

 

EL
PAÍS  –  Opinión – 26-02-2008

Raymon Carver tiene un libro titulado De qué hablamos cuando
hablamos de amor, y bien podríamos preguntarnos de qué hablan ciertos
políticos de la derecha española cuando hablan de normalidad. Ellos dicen
representar a la gente común, la gente de la calle, las personas normales.
Pero, ¿sabemos a qué se refieren? Tengo un amigo médico que, en una pausa de su
consulta, sorprendió la conversación de dos compañeras. "Hija, le decía
una a la otra, hay qué ver que poca gente normal queda en el mundo. Gente como
tú y yo, sencilla, sin dobleces". Eran dos auténticas víboras, y cualquier
motivo les parecía bueno para maltratar a los pobres pacientes, pero ellas se
sentían las últimas representantes de una especie amenazada, la especie de las
personas normales y corrientes.

The Beatles compusieron en los años
sesenta una canción titulada Eleanor Rigby. En ella hablaban de esa
gente que anda por el mundo sin saber adónde ir. Gente solitaria que no
entiende gran cosa de lo que les pasa. ¿Se refiere a ella Mariano Rajoy cuando
una y otra vez insiste en representar a las personas humildes y sencillas? Pero
¿las personas que acuden a las manifestaciones convocadas por Alcaraz o por
monseñor Rouco, y a las que canta el inefable Kiko Argüello, son de verdad así?
Sinceramente, no creo que los Beatles, cuando compusieron su hermosa canción,
estuvieran pensando en ellas.

Dicen que no se deben mezclar las
manzanas con las peras, piensan en crímenes abominables cuando sólo se trata de
evitar el sufrimiento de los agonizantes, persiguen las uniones de los que no
son como ellos, se oponen a que se impartan en la escuela asignaturas que
hablan de los valores democráticos, y quieren impedir a las mujeres que decidan
sobre los hijos que, muy a su pesar, no pueden tener. Éstas son algunas de las
cosas contra las que se alzan con vehemencia las llamadas personas normales.

Durante el franquismo vivimos una
apología semejante de la gente normal. Se nos decía que aquel régimen sólo era
implacable con los que tenían algo que ocultar, los que estaban llenos de
perversas intenciones; y que la gente sencilla, amante del orden, podía estar
perfectamente tranquila. No estoy hablando del pasado, pues tanto Mayor Oreja
como Fraga Iribarne han coincidido estos días en celebrar el franquismo como un
tiempo de orden y prosperidad. Un tiempo hecho a la medida de los españoles de
bien, las familias cristianas, la gente que ama las mañanas soleadas del
domingo, ir con los niños de paseo, los amores para siempre, la ropa recién
planchada, los sentimientos limpios. Pero ¿esa gente es de verdad tan candorosa
y sencilla como ellos mismos aseguran ser?

¿Lo son, por ejemplo, nuestros
obispos? Me cuesta reconocerlo, sobre todo cuando pienso en los que conocí en
mi infancia y mi adolescencia. Prohibían a las parejas acariciarse, ponían
ceniza en las frentes de los niños, impedían a las recién paridas que
asistieran a los bautizos de sus hijos por considerarlas impuras. ¿De verdad
estas cosas son expresión de un pensamiento lleno de poesía, generoso, sin
dobleces?

En su reciente libro de memorias,
Esther Tusquets nos cuenta cómo siendo una niña vio arrojar a un conocido
miembro de la burguesía catalana la sopera a una pobre muchacha que no le había
servido como debía. Y yo pensé al leer estas páginas en una historia de san
Agustín. Una noche sintió a un ladrón merodeando en el huerto y se llenó de
angustia por que pudiera hacerse daño al volver a saltar en su fuga una tapia
tan alta. Pero san Agustín era un verdadero santo: carecía de orgullo y se
interesaba hasta por lo que pudiera haber en el corazón de un ladrón. Eso es
ser educado, abrir un espacio sin daño donde el otro pueda aparecer y contarnos
su historia; un espacio de escucha. San Agustín nunca habría arrojado la sopera
a una pobre muchacha, pero tampoco hubiera dado un euro a una periodista
incómoda o metido un bolígrafo en el escote de una locutora demasiado sagaz
como han hecho insignes representantes del Partido Popular.

Creo sinceramente que los asesores de
este partido se han equivocado con el lema de su campaña. Hay otro que les
conviene mucho más, y que tomo para ellos del estribillo de una canción que se
hizo muy popular hace un par de años. Podría verse la escena del euro o del
bolígrafo, o, mejor aún, una grabación de aquella jornada épica en que todo el
PP aplaudió a rabiar y entre risas su triunfo en la votación que autorizaba la
guerra de Irak (una guerra en la que habrían de morir miles de personas
inocentes, y que ha condenado a la barbarie a un país entero) y que enseguida
apareciera en la pantalla, en letras azules, junto a su querida gaviota, que,
por cierto, no tiene la culpa de nada, el lema que de verdad conviene a sus
conductas: "Antes muertos que sencillos".

Los ejemplos podrían multiplicarse.
Podría utilizarse la imagen de Arias Cañete haciendo sus recientes
declaraciones sobre la bondad de los antiguos camareros; la de ese futuro
senador del PP, cuyo nombre he olvidado con gusto, hablando de lesbianas y
homosexuales; o la del consejero Lamela reafirmándose en su persecución indigna
a un médico que sólo ha cumplido con su deber.

Aún más, ¿se imaginan a una multitud
marchando tras los pasos de Alcaraz o de monseñor Rouco al grito de "antes
muertos que sencillos?" Sería un espectáculo tan irresistible que sería
difícil no terminar sumándose a esa ardiente marea humana.

Quien ocuparía un lugar preferente en
medio de ese ardor sería Manuel Pizarro, el fichaje estrella del Partido
Popular. Prototipo del hombre común, campechano, que se ha hecho a sí mismo,
hace unos días declaró que de pedir algo a nuestro presidente, le pediría la
voz de su mujer. Ella canta en un coro y nuestro gran amasador de fortunas,
ejemplo moral de tanta gente de bien, le reprochaba que hubiera faltado por esa
causa a no sé qué acto oficial. Expresaba así el audaz pensamiento, propio de
la más alta escuela de filosofía, de que lo que tiene que hacer una primera
dama, en vez de cantar en un coro, es casar a sus hijas en El Escorial. Antes
muerto que sencillo, ¿a que también podría rezar así el lema de su campaña?

¿De qué hablamos entonces cuando
hablamos de normalidad? No creo que nadie lo sepa. De hecho, lo normal es andar
perdido, carecer de certezas, no saber qué hacemos aquí; preguntarse por qué
mueren las cosas, los amores se rompen o traicionamos a los que queremos. Ver
en las dudas y perplejidades de los otros nuestras propias dudas y
perplejidades. Lo normal, si me apuran, es querer cantar en un coro. Reunirse
con los que andan tan confundidos como nosotros y ponerse a cantar con ellos la
canción más triste que quepa imaginar. Por ejemplo, Eleanor Rigby, esa
canción que habla de la gente solitaria, silenciosa y amable.

Para ser sincero, no creo que ese
hombre normal al que dicen representar Mariano Rajoy, José María Aznar o
Esperanza Aguirre sea una criatura menos fantástica que aquella larga lista de
seres desfigurados, vampiros, hombres lobos o mujeres panteras, que poblaban
nuestros temores y goces infantiles. Pero ¿saben dónde se juega la diferencia
entre unas personas y otras? En el tipo de compañero imaginario que eligen para
su corazón. Y qué quieren que les diga, entre ese autosatisfecho e irritable hombre
de bien que reivindica nuestra derecha y el hombre de las nieves, me
quedo sin dudar con este último. Con mi querido y pobre yeti, mi hermano solitario
en el país de las nieves eternas.

No son un negocio

SAIOA ESCOBAR CALZADA  –  Barcelona

 

EL
PAÍS  –  Opinión – 26-02-2008

"Los abuelos no son un negocio". Éste fue uno de los
lemas que se corearon en la manifestación que tuvo lugar la semana pasada y en
la que auxiliares de geriatría y otros colectivos relacionados con su trabajo
expresaron sus reivindicaciones laborales. Y es que estos profesionales, en su
mayoría mujeres de mediana edad y/o inmigrantes, trabajan en unas condiciones
precarias, con contratos de risa. Las residencias, además, disponen de escasos
recursos humanos y materiales, con la explotación laboral que eso supone para
los trabajadores cuya preparación no siempre es la adecuada. No deberíamos
dejar a los abuelos en manos de empresas privadas con ánimo de lucro y sin
escrúpulos.

Camps y la dignidad de las
instituciones

ÁNGEL LUNA

 

EL
PAÍS – 26-02-2008

Mientras Mariano Rajoy y su fichaje estrella, Pizarro, han
repetido hasta la saciedad que primero están las obras y las necesidades de
Aragón y luego se verá qué se hace con los sobrantes del Ebro, si los hay, el
presidente Camps ha afirmado que las obras del trasvase a la Comunidad Valenciana
se harán de forma simultánea a las del Pacto del Agua de Aragón. Esta
afirmación no se ha hecho en un mitin, con la boca caliente por un arrebato de
entusiasmo, sino en la tribuna de las Cortes Valencianas, desde la frialdad y
el control sobre lo que se dice. Se ha hecho, además, sabiendo, como sabe
cualquiera que acceda al punto 1.173 del Programa Electoral del PP, que éste
solo asume como compromiso y "objetivo realizable", por lo visto los
demás no lo son, el de ejecutar las obras del Pacto del Agua en Aragón. Por si
hubiera dudas, el programa pone, negro sobre blanco, lo siguiente:
"Completaremos, con carácter previo a otras actuaciones, las inversiones
en infraestructuras que se detallaron en el Pacto del Agua de Aragón". Es
evidente, pues, que Camps ha mentido en sede parlamentaria y que lo ha hecho de
manera consciente. Que el presidente de la Generalitat mienta, de
forma tan ostensible y con esa ligereza, en las Cortes, no me parece un hecho
irrelevante.

¿Por qué lo ha hecho? Sin duda
acuciado por la necesidad de decir algo que pueda tapar la estrepitosa derrota
que su estrategia de los últimos años (¡el trasvase y solo el trasvase!) ha
cosechado de manos de su propio partido y de su líder nacional, Rajoy, al no
incluir este trasvase en su Programa Electoral, mientras que sí se incluye, por
tres veces, el Pacto del Agua de Aragón cuyas obras, en el mejor de los casos,
terminarán en diciembre de 2014. Ahora bien, ¿es razonable mancillar el honor
de la institución que encarna para salir del paso, de forma apresurada, de una
situación incómoda? He sostenido, en ese debate en las Cortes, que para Camps
la cuestión del agua no es un problema a resolver sino una bandera a esgrimir
frente al adversario socialista. Ya se sabe que, en batalla, perder la bandera
supone un golpe moral significativo, que tiene trascendencia para las tropas
propias y para las del adversario.

La deducción de Camps ha sido esa.
Instalado, como está, en el día a día y sin más horizonte que el del 9 de
marzo, le ha parecido esencial mantener la bandera del trasvase del Ebro a
cualquier precio. Mantengamos la ficción que ya queda poco, luego ya veremos
cómo salir del embrollo, debe decirse. Total, si sacamos un buen resultado el 9
no harán falta explicaciones. Se trataría de tirar de la doctrina Fabra y decir
lo de siempre: "Los electores han avalado todo lo que hemos hecho".

La cuestión es que esta actitud se
parece, sospechosamente, a la que mantuvo el PP en los días previos a las
elecciones generales del 14 de marzo de 2004, tras el atentado del día 11. No
parece que les diera buen resultado entonces y no veo por qué ha de ser
diferente ahora. La gente lleva mal eso de que le tomen el pelo, de que le
intenten manipular de forma tan simple. El trasvase del Ebro no se va a hacer,
gane quien gane en España, al menos en esta próxima legislatura. Eso la gente
lo sabe y la gente sabe que Camps también lo sabe, aunque se esfuerce en tratar
de convencerles de lo contrario.

El problema que tiene Camps es que,
pasado el 9 de marzo, le quedan tres años de legislatura y algo concreto tendrá
que decir sobre el problema del agua, gane quien gane ese día. Y lo que resulta
evidente es que en ningún caso le va a poder poner fecha al inicio de las obras
del trasvase del Ebro. Eso es lo que no ha medido. Obcecado por mantener viva
la guerra del agua, que tantos réditos le ha dado, se ha embarcado en una huida
hacia el abismo. Mantener en la fe de la causa a algunos incautos, hasta el
próximo día 9, le debe costar una buena factura en términos de credibilidad.
Tarde o temprano, los ciudadanos le harán pagar tanta manipulación y tanta
mentira aunque, por ahora, él siga creyendo que nos puede hacer comulgar con
ruedas de molino sin consecuencias.

 


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