Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

26 d'agost de 2012
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“El obispo que se avecina”, article de José Jaume, sobre el pròxim nomenament de bisbe per a la Seu de Ciutat de Mallorca (diariodemallorca.es)

JOSÉ JAUME 

Jesús Murgui tiene marcado en verde esperanza el mes de septiembre en su calendario, porque presume que, con la llegada del otoño, podrá descansar en paz; el Vaticano ha atendido sus reiteradas súplicas destinándolo a una diócesis tranquila, sin conflictos aparentes: la de Orihuela-Alicante; de hecho, debería estar condenada a la extinción por ausencia de beneficio. No es el caso. Murgui tendrá lo que tanto ansía: esperar relajadamente que le llegue la edad de jubilación, ostentando el báculo que le confiere la dignidad episcopal. Amortizado, en la práctica, el ignoto sucesor de Teodoro Úbeda, las cuitas de los eclesiásticos mallorquines se centran en saber quién tomará posesión del palacio situado junto a la Catedral, el edificio que tiene las mejores vistas de Palma sobre su bahía. Hay otros nombres, pero sobresale el de Vicente Juan, actual prelado de la diócesis de las Pitiüses. Su figura desata el temor, no solo entre el sector nacionalista de la Iglesia católica mallorquina, siempre dispuesto a hacerse valer y a no permitir que se le arrebaten las posiciones duramente conquistadas, sino entre otros círculos sacerdotales, que ven en Vicente Juan un aguerrido representante del más conspicuo y renacido nacionalcatolicismo, el que no duda en alinear a la Iglesia católica con la secular y controvertida tradición católica española, para nada dispuesta a la innovación y la modernidad.

¿Quién es realmente Vicente Juan? El obispo de la diócesis eivissenca es un exponente de la curia romana, alguien que a lo que de verdad aspira es a hacer carrera en el Vaticano, para lo cual ha hecho suyas las tesis en boga tanto en Roma como en la Iglesia católica española, la del presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Madrid, Rouco Varela, al borde de la jubilación. Un conocido canónigo de la Seo ha comparado a Vicente Juan, en ambición e ideología, con el portavoz de la Conferencia Episcopal, el jesuíta (para enorme disgusto de la Compañía de Jesús pertenece a la orden) José Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, ejemplar ejecutor de las órdenes de su mentor, el cardenal Rouco. Si Vicente Juan es el nuevo obispo de Mallorca, el encontronazo con buena parte del clero mallorquín está sobradamente garantizado. No es solo su proyecto, sino sus formas autoritarias, nada dadas al compromiso, lo que asustan. El prelado Juan es hombre que sabe perfectamente qué es lo que persigue y cómo obtenerlo, un curial al que los vientos imperantes en la Iglesia le son favorables para obtener la velocidad que su ambición demanda.
Vicente Juan, el aspirante mejor situado a la mitra mallorquina, estudió en la Academia Pontificia, donde se forman los diplomáticos de la Santa Sede; siempre le ha cobijado la lejana, pero protectora sombra de la secretaría de Estado, la que dirige el cardenal Tarsicio Bertone, envuelto en los últimos meses en el descomunal escándalo de las filtraciones. Hay otros supuestos candidatos, como el obispo auxiliar de Barcelona, Sebastián Taltavull, quien, sin embargo, parece destinado al arzobispado de la ciudad, dado que su titular, el cardenal Marínez Sistach, ha cumplido la edad de jubilación, setenta y cinco años, y ha presentado su renuncia al Papa; también se cita, pero menos, al titular de la diócesis de Menorca. Si el dicasterio vaticano se decantara por alguno de ellos, se quebraría la línea de Rouco: ambos son más cercanos a lo que en Mallorca representó Teodoro Ubeda. En Roma, la mano del cardenal Rouco Varela es larga y puede todavía tocar las teclas precisas; su amistad con Ratzinger, con quien habla en alemán, le hacen poderoso; al igual que el otrora cardenal primado y arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, titular de una de las congregaciones menores de la Curia, la que se cuida de los ritos, pero mucho más joven que Rouco e igualmente con influencias destacables. Vicente Juan es bien visto por ambos, aunque solo sea porque está encuadrado en las filas del cardenal Bertone, temido y cuestionado; siempre poderoso primer ministro del Estado vaticano.

Vicente Juan se ha trabajado a conciencia su presunto ascenso, el paso imprescindible para, después, volver a Roma, a seguir haciendo carrera. Considera a Mallorca una plataforma mucho más adecuada que la de Ibiza para avanzar. Después de haber estado destinado en diversas nunciaturas (las embajadas papales) en Latinoamérica y norte de África, se ha tomado el destino eivissenc como un simple paréntesis; su posible llegada a Mallorca no constituiría más que una estación para arribar nuevamente a Roma, al seno de la secretaría de Estado. Su temple será observado con detenimiento, siempre si se confirma su nombramiento, porque con las cosas de la Iglesia católica nunca se sabe qué es lo que acontecerá con precisión. Si disciplina adecuadamente al levantisco clero mallorquín, si mantiene firme el ademán, si no se deja impresionar por lo que aquí sucede, que es lo que dejó a Murgui en fuera de juego casi desde el primer momento, sus méritos serán incuestionables, podrá exhibir ante Roma un currículo, que, sin duda, le será reconocido.
Vicente Juan es el probable futuro obispo de Mallorca. El reticente canónigo de la Seo sentencia, al hablar de nuestro hombre: “Es lo peor que nos puede pasar, aunque todo es susceptible de ser empeorado”.


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