Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

2 de març de 2007
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DE MALALTIES I FAMÍLIA

Ahir,
1 de març, després de més de tres setmanes ingressada a l?hospital 9 d?Octubre
de València, pogué tornar a casa la meua germana (això sí, amb drenatge inclòs).
Bé, l?important és que ja, sembla que serà definitiu, ha eixit del
postoperatori. Estigué a casa durant uns deu dies després de la intervenció quirúrgica
?pedres a la vesícula-, però cada dia es trobava pitjor: no tirava fora del cos
la bilis. Així fins que, més o menys fa unes quatre setmanes, tornà a
reingressar i, amb moltes proves i descartant moltes possibilitats, se li
detectà el problema. Se li va posar un drenatge per tal que expulsara del cos
la bilis. El drenatge el duu encara. Ja no trau res. I la setmana que ve ha de
tornar a l?hospital dues vegades per tal de valorar l?evolució i procedir en
conseqüència.
Per sort tot ha anat bé. I ja la tenim de nou a casa. Sobretot, les seues
filles.
Gràcies a totes i tots els que
us heu preocupat per ella i per la família. I ara, si no hi ha cap imprevist,
espere que puga tornar la meua presència de blocaire amb l?assiduïtat que solc
i, el que és més important, dedicant-li el temps adient.  Moltes
gràcies. I a disposar.


P.S.
Arran dels fets i, sobretot, de l?actitud que pren el PP sobre la política
antiterrorista del govern de l?Estat us deixe un article publicat a EL PAÍS de
dissabte,
La política del resentimiento, d?Enrique Gil Calvo.


La política del resentimiento


ENRIQUE GIL CALVO


EL PAÍS

Opinión – 24-02-2007


En contra de lo que era lógico esperar, la estrategia de oposición
radical que ejerce el Partido Popular (PP) contra el Gobierno de
Zapatero se está intensificando al acercarse el ciclo electoral que
cerrará la legislatura. Esto es sorprendente, pues lo razonable hubiera
sido una secuencia de dos fases equilibradas: una etapa sostenida de
oposición frontal, destinada a cohesionar a sus bases sociales y
afianzar su fidelidad; y un último tramo, al acercarse las elecciones,
de retorno al centro, a fin de buscar el voto moderado de las clases
medias que deciden el resultado electoral.


Pues bien, a tres meses de las próximas elecciones locales, el PP sigue
sin retomar su olvidado viaje al centro; y en lugar de moderarse, por
el contrario extrema su populista radicalismo antisistema. ¿Cómo se
explica esta táctica aparentemente irracional, que amenaza con resultar
tan contraproducente para sus intereses electorales, según pronostican
los sondeos demoscópicos?


La interpretación convencional la entiende como una estrategia
nihilista y destructiva, que busca no atraer a los electores moderados
sino, al revés, apartarlos de las urnas para que se abstengan y dejen
de votar a su rival. Por eso el PP siembra la sospecha, el descrédito y
la desconfianza en contra de Zapatero, a fin de que los tibios e
indecisos dejen de apoyarle, le retiren su confianza y deserten de las
urnas. Ahora bien, esta estrategia es arriesgada, pues si su oposición
antisistema se radicaliza demasiado, el PP corre el peligro de
despertar un latente voto de castigo o miedo contra sus propias siglas.
Al fin y al cabo, si Zapatero gobierna no es porque ganase las pasadas
elecciones sino porque las perdió el PP, dada la indignación ciudadana
contra la ejecutoria última del Gobierno de Aznar. Y algo parecido
podría ocurrirle también ahora al PP. Si extrema demasiado su oposición
antisistema es posible que los ciudadanos indignados (o atemorizados
por su radicalismo extremista) se precipiten a las urnas a fin de
pararle los pies, evitando su ominoso retorno al Gobierno. De modo que,
dado este riesgo, y si el PP fuera un calculador racional, para
prevenirlo debería moderar su mensaje opositor. Y sin embargo no lo
hace. Al revés, cada día se muestra más radical y fanático. ¿Cómo
entender este enigma que parece irracional?


Una posible explicación es que los estrategas del PP hayan dado por
superada la hipótesis expuesta al comienzo, según la cual son las
clases medias moderadas las que deciden el resultado electoral, lo que
exige ofrecerles programas políticos de corte centrista para tratar de
atraerlas. Ahora bien, es posible que este silogismo ya no resulte
aplicable en estos tiempos de acelerado cambio socioeconómico,
caracterizado por la incertidumbre del empleo precario, la
individualización (Beck), la modernidad líquida (Bauman) y el declive
del capital social (Putnam). Hoy la estructura de clases se está
desvertebrando de tal forma que ya no se puede decir que la nuestra sea
una sociedad de clases medias. Por el contrario, según ciertos
observadores, estamos asistiendo al fin de la clase media, que es la
siguiente pieza a caer después de que la aburguesada clase obrera se
hubiera desintegrado hace ya tiempo. Y ante este proceso de
desclasamiento generalizado, deja de tener sentido una estrategia
política de tipo centrista que se dirigía a una clase media que ahora
mismo ya no existe, porque se está descomponiendo ante nuestra vista.


¿Y qué es lo que queda en su lugar? Un agregado disperso de fracciones
de clase residuales que se parece demasiado a aquella pequeña burguesía
del periodo de entreguerras, base social del fascismo, el nazismo y los
demás movimientos populistas de corte radical. Lo cual explica muy bien
el actual retorno de la nueva derecha integrista y reaccionaria que en EE UU está representada por los neocon (mesianismo imperial) y los teocon
(fundamentalismo religioso); en Europa por el populismo xenófobo (Le
Pen, Haider, Fortuyn, Vlaams Blok, etc), cuya música sociológica está
detrás de la letra política del programa deSarkozy, y en España por la
santa alianza (encarnada por la COPE) entre el catolicismo conservador (Abc) y el radicalismo pequeñoburgués (El Mundo), las dos sensibilidades ideológicas que hoy inspiran la cultura política del PP.


No obstante, por plausible que parezca este nuevo escenario
sociológico, no acaba de explicar por completo la extremista
radicalización del PP. Si sólo fuera por eso, Rajoy debería hablar como
Sarkozy. Pero lejos de hacerlo así, el PP recurre a una retórica
agresiva de hostilidad entre las dos Españas que no se corresponde con
la realidad objetiva de nuestra estructura social. Para eso fabrica un
enemigo interior al que acusa de balcanizar España (con su política
autonómica) y de traicionar a los muertos (con su política
antiterrorista).


¿Por qué se empeña el PP en recrear una imaginaria fractura civil, de
dudosa verosimilitud y escasa rentabilidad en el mercado electoral?
Aquí entramos en un terreno difícilmente analizable en términos
objetivos y racionales que es el de las pasiones (Hirschman) o las
emociones políticas (Elster), pues en esta dimensión psicosociológica
es donde hay que buscar el sentido último de lo que cabe llamar la estrategia del resentimiento (o la política del despecho) que hoy anima al PP.


No sería la primera vez que ocurre algo parecido, pues para poder
explicar la seducción del pueblo alemán por parte del nazismo también
ha habido que recurrir a la política del resentimiento. Véase el
reciente opúsculo de Philippe Burrin, un reputado historiador suizo
experto en la "solución final" que dio a los judíos el nazismo: Resentimiento y apocalipsis
(traducido por Katz Editores, Buenos Aires, 2006). Su autor sostiene
que el exterminio masivo se adoptó como consecuencia del aprendizaje de
la descivilización inducida por la política del resentimiento
antijudío que desarrolló Hitler en su ascenso al poder. La fabricación
de un enemigo inventado, el cosmopolitismo judío, al que se atribuía la
doble derrota a traición (la célebre "puñalada por la espalda") sufrida
por los alemanes ante el internacionalismo bolchevique y el
universalismo liberal, fue una forma eficaz de nacionalizar al pueblo
alemán creando una comunidad popular cohesionada por su odio al enemigo
interior. Y cuando la guerra se dio por perdida, el resentimiento
indujo a morir matando como hizo Sansón con los filisteos, mediante el
exterminio preventivo de los judíos para hacerles pagar la futura
derrota alemana por anticipado.


Pues bien, mutatis mutandis,
y a otra escala de magnitud incomparable, esa misma retórica del
resentimiento es la que hoy está desplegando el PP a fin de cohesionar
a sus bases sociales, nacionalizándolas a través del odio a un enemigo
interior fabricado para la ocasión: el presidente Zapatero, al que se
atribuye la puñalada por la espalda sufrida por el PP entre el 11-M y
el 14-M.


Es por puro despecho ante la derrota entonces sufrida que el PP ha
designado a Zapatero como el enemigo interior, en tanto que
beneficiario de aquella traición figurada al Gobierno del pueblo
español. De ahí que, cegado por el resentimiento, el PP anteponga su
ansia de venganza a cualquier cálculo electoral, estando dispuesto a
perder las elecciones con tal de destruir a Zapatero, que es su forma
de morir matando a la manera de Sansón. Y para ello siembra la fractura
civil esperando contagiar el virus del resentimiento a sus seguidores
para que aprendan a odiar al enemigo interior, formando contra él una
comunidad cohesionada por el despecho. Lo malo es que al hacerlo así
también se contagia el aprendizaje de la descivilización, derribando el civismo y las instituciones democráticas como hizo Sansón con el templo de los filisteos.

Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.



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