Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

4 de gener de 2009
5 comentaris

D’Alberto Moncada

Sociòleg. Aquest article fou publicat ahir a LEVANTE-EMV. Llegiu-lo (paga la pena de fer-ho). La fotografia fou presa ahir a Alcoi mentre una unitat mòbil treballava per tal de retransmetre demà la cavalcada dels Reis Mags. Fixeu-vos bé en la fotografia. Bona nit.

ALBERTO MONCADA, EL OCIO Y EL EL PARO

Apenas treinta años después de que la sociedad española, en su conjunto, empezara a gozar de ese subproducto del desarrollo económico que es el ocio, muchos de sus ciudadanos, especialmente los más jóvenes, están siendo condenados al ocio forzoso del desempleo y ello es especialmente dramático en la geografía urbana. En la cultura rural tradicional no había ocio consumista sino descanso festivo, compuesto principalmente por las celebraciones religiosas, populares de las Témporas. Un reducido grupo de ricos y poderosos holgaba de varias maneras y fueron el antecedente de esa clase ociosa que el sociólogo Thorstein Veblen describe a principios del siglo veinte como dedicados al consumo de bienes y servicios conspicuos, es decir, no necesarios mientras que la mayoría de la gente estaba en la economía de la subsistencia. Pero el incremento de la clase media y de su poder adquisitivo en los cincuenta años posteriores a la segunda guerra mundial han permitido el desarrollo de una industria del ocio que rellena los descansos del trabajo y abre a sus clientes la posibilidad de parecerse a los ricos y poderosos. Desde entonces se produce una lucha entre dos maneras de entender el ocio, como enriquecimiento cultural o como entretenimiento y esa lucha, a finales del segundo milenio, está siendo ganada abrumadoramente por la segunda opción.

La historia del ocio tiene dos etapas, antes y después de la televisión. Ver televisión, algo que el promedio de los españoles hace durante tres horas en días laborables y cinco en los festivos, ha producido un cierto reduccionismo del ocio porque la televisión sustituye o disminuye el paseo, las tertulias, los espectáculos públicos y, por supuesto la lectura y la información, también porque la fuente principal de información de la mayoría de la gente es justamente la televisión. No obstante, aquí también funciona la distinción de clases sociales porque, a medida que la gente tiene más dinero, hace cosas distintas con su tiempo libre, sustituye esa actividad vicaria, pasiva por el protagonismo directo de su biografía no laboral. Por eso el consumo intensivo de televisión es cada vez más un índice de pobreza. Realizarse en el tiempo libre es la alternativa para tanta gente cuyo trabajo no es gratificante. La sociedad meritocrática se basaba en el trabajo, la de consumos de masas en el gasto. Es un cierto igualitarismo, a nadie le preguntan de donde saca el dinero y gastar, dedicar tiempo a las satisfacciones que proporciona el dinero es una faceta más de esa privatización del comportamiento que domina hoy la escena occidental en la que lo público, lo colectivo sigue siendo un pacto entre el poder político y el económico ratificado de tiempo en tiempo por un electorado crecientemente abstencionista. Los grandes temas que preocupan a la gente, después del básico de la supervivencia económica, son el amor, la salud, la familia y los temas menores entretenerse, viajar. Es la clase media consumista, despolitizada, que se origina en la cultura americana y que se expande, como tantas otras cosas, como consecuencia de la influencia internacional del país en el que se miran tantos otros.

Pero esta clase media se está reduciendo hoy y, sobre todo, asiste a una devaluación de sus expectativas y especialmente de que sus hijos puedan acceder al bienestar que ellos consiguieron. La instalación del paro en la clase media es una de las novedades de la década de los noventa porque la economía capitalista ha conseguido elevar la productividad y los rendimientos del capital sin mejorar el empleo y a las filas de los parados pobres se están incorporando los parados con título, incluso con título universitario. Las nuevas dimensiones del paro alteran la socialización de las nuevas generaciones. De acuerdo a la cultura americana que nos invade, las personas deben instalarse lo antes posible en la independencia, en la gestión autónoma de sus biografías. Con el paro, en este largo período de desempleo cuyo fin es imprevisible, los españoles vuelven a la tradición latina, a la protección de sus padres, no se van de casa hasta los treinta años y la familia se convierte, nunca ha dejado de serlo, en una alternativa al Estado de bienestar, en un apéndice del mercado de trabajo que mantiene alimentados a los que sobran. El paro juvenil se ha convertido en una estructura permanente de los países industrializados donde se procura usar al sistema educativo y a la familia como fórmulas de ocupación y protección del joven, algo que, en todo caso, es mejor que la explotación del trabajo infantil y juvenil que sigue siendo una característica importante de la economía del Tercer Mundo.
En esta adolescencia forzosa, muchos jóvenes de clase media tienen acceso a un ocio que mantiene su infantilismo. Porque no se trata del ocio del trabajador sino del modo de ocupar las horas en una especie de moratoria de responsabilidad que la sociedad les concede y sus padres financian. En ese sentido el ocio de los pudientes desempleados se convierte en otra forma de desigualdad amargamente contabilizada por los parados pobres. Con frecuencia, en las luchas callejeras, en las riñas de discoteca y litrona renace la confrontación entre jóvenes de una y otra condición. Esta diferencia tiene hoy su máximo exponente en la drogadicción. Los jóvenes pudientes tienen acceso a drogas de calidad, buena atención médica y una familia protectora. Para ellos, como para sus padres, drogarse es otro consumo conspicuo. Como contrapunto, muchos pobres usan la droga sobre todo como aliviadero de su frustración y su consumo es de baja calidad y mucho más peligroso.
Y la actual crisis global no ha hecho sino acentuar los perfiles de la desigualdad juvenil.
*Sociólogo 


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  1. Què poc dissimulen estos de C9.
    He coincidit amb Alberto a alguna tertúlia, encara que no el conec gaire, no està malament l’article.

  2. Més enllà de les conclusions, que són interessants per se, m’ha agradat l’exposició que fa l’autor sobre l’aparició i extensió de l’oci, i sobre les formes més o menys passives (o formadores) que pot adoptar. Si és cert (i crec que ho és) que ens espera una temporada encara més dura per als joves llicenciats universitaris que la que hem passat els últims anys, fóra bo que eixa gent, ben preparada i capaç, aprofitara el temps forçat que té formant-se i informant-se. Ja miraran la tele el dia que arriben cansats a casa de treballar…

    De passada, una curiositat molt xorra que he tingut ja en alguna ocasió anterior: la segona frase que tens a la capçalera del blog (Sapientia sola libertas est) l’atribueixes al “preceptor de Neró”. Hui m’he decidit a confirmar (via Google) la meua sospita d’ex-estudiant d’Humanitats: el preceptor de Neró i encunyador de la frase fou Séneca, el filòsof estoic. De fet, la frase és ben estoica: “la saviesa és l’única llibertat possible” és una forma de dir que, davant la impossibilitat de canviar el món i les coses que ens passen (eixe és un dels postulats de l’estoïcisme), l’única redempció o llibertat possible és conéixer-ne els perquès i els coms. Però més que fer pseudofilosofia de butxaca el que volia és suggerir-te que posares “Sèneca” en comptes de “preceptor de Neró”, perquè al capdavall el pensador és un tio històricament més presentable (y era español, coño!) que aquell emperador tronat que cantava tan malament i li botà foc a Roma. Potser ho sabies tot això, ja, i preferixes posar-ho així: però mira, m’ha fet gràcia dir-t’ho per si de cas. Imagina’t que en comptes de “Jesucrist” diguérem “l’intel·lectual de capçalera de Rouco Varela”…!!! :-)))

    Ostres, quin rotllo t’he fotut…! Disculpa’m la invasió, Àngel 🙂

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