Espido Freire escrivia el 6 de desembre aquest article a Público:
No hacía falta que la OCDE
nos lo dijera. Desde hace años la mayoría de los comentarios que recibimos
escritores y periodistas delatan que los autores de los mismos no han leído con
atención el texto. Independientemente de que sean elogiosos o feroces críticas,
pasan por alto datos, resbalan sobre la ironía sin comprenderla, y no lo
relacionan con hechos concretos. En la lectura prima la impresión subjetiva, y
se desecha con rapidez lo que no se comprende al primer vistazo: vocabulario,
sintaxis o conceptos. Como en la prensa amarilla, importan los titulares, no
contenidos.
Con una incoherencia indigna de su puesto, la ministra de Educación ha
matizado parte de los resultados y responsabilizado de ellos a la sociedad en
general, y muy en concreto al bajo nivel cultural de los padres. Aunque del
interés de los adultos por la cultura podía hablarse, y mucho, no resulta
admisible esa explicación absurda: nunca los padres de los alumnos españoles
han estado más preparados, nunca ha existido un nivel de alfabetización mayor,
ni un número más alto de padres universitarios. Ni más libros en casas y aulas,
más música, información o estímulos.
El sistema educativo es el que hace aguas. El sector de alumnos brillantes
triunfará por encima de cualquier método. Pero la mayoría flaquea. Se han
eliminado los dictados. Los sistemas de escritura y lectura incluyen tan tarde
la importancia de la acentuación y la ortografía que muchos niños no la
incorporan jamás. Muchos institutos han renunciado a la literatura a favor de
la lengua, pero el problema se da antes: en primaria.
Los niños no leen bien, sencillamente, porque no leen. No redactan. O mejor
dicho, sí lo hacen (Internet rebosa de textos juveniles), pero no bajo la
supervisión formal de profesores. Urge revisar los planes de estudios, como
hace tiempo que reclaman los profesores. A la sociedad ya le daremos brillo
luego.
Espido Freire (6 de desembre)
I el Gran Wyoming escrivia -més o menys per les mateixes dades- aquest:
Por otro lado, es digno de señalar la poca fe que tienen en la familia sus
máximos defensores. Sostienen algunas señorías y muchos miembros de la
jerarquía eclesiástica que lo que está en peligro, con la ley que permite
casarse a las personas del mismo sexo, es la propia institución familiar.
Viví las mismas reacciones cuando los representantes de la derecha, antes de
divorciarse en masa, algunos un par de veces, se oponían con firmeza a la ley
del divorcio. Afirmaban que nadie iba a seguir casado si le dejaban la puerta
abierta.
En definitivas cuentas, el matrimonio sólo era viable bajo la tutela
policial y judicial. Curiosa forma de vender la bondad de una institución con
la premisa de que, cuando se quita la obligatoriedad, nadie, en su sano juicio,
permanece en ella. Los defensores del matrimonio se convertían así en sus
principales detractores.
Ahora ven venir el fin de la familia. ¿Piensan que sus hijos, o ellos
mismos, se van a volver maricones sólo porque exista una ley que les permite
casarse? A lo mejor, no. O sólo uno. ¿Por qué se sienten acosados por la
presencia de maricones en la calle? Desde luego, desde el punto de vista de los
instintos, no les resultan indiferentes. A lo mejor deberían relajarse, meditar
la cuestión, realizarse y ser felices. Pero no pueden seguir así, con esa
desazón.
El Gran Wyoming
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