Esta es la máxima filosófica que más estiman los totalitarios de
cualesquiera matriz político. La Iglesia también está en esa línea, si
bien la matiza con sentido de moral. Tiene tanta aceptación que es uso
corriente en los negocios. El objetivo es la clave a conseguir. Y ante
ello, no existe el pudor, la ética, el buen hacer limpio.
Las agrupaciones derechistas la tienen como máxima. Recuérdese
aquello de que «España es del PP» dicho, el mismo día que perdieron las
últimas elecciones, por un grupo del citado partido que subió a la sede
la noche de aquel dichoso evento.
¿Cabría preguntarse si en línea con dicho criterio se hizo o
no la oferta del asunto de la Fórmula 1, puesto que a la alcaldesa
actual le oímos en televisión la expresión «…nosotros tenemos la
Fórmula 1». Con todo, aún partiendo de los labios del propietario de
dicho negocio, está fuera de toda duda que hizo felices a los peperos,
y lo contrario el día siguiente.
El ansia, la fiebre de mandar está muy viva y latente en la
derecha española. Recuérdese el 36. Hay una anécdota en ese pueblo
andaluz, ahora de moda, Alhaurín el Grande, que cita don Geraldo en uno
de sus libros, ese inglés conocido como Gerald Brenan, cuando un rico
propietario fue a ver a un ex empleado suyo a raíz de perder las
elecciones de dicho año, y dándole un dinero, le añadió: «…mañana
puedes venir a trabajar», a lo que le contestó el gañán, devolviéndole
el dinero, «…no cuente conmigo, porque en mi hambre mando yo».
Y es que todavía existen seres humanos en este país de
nuestras desdichas y felicidades, que tiene algo que lleva en la
sangre, que no todos sabemos subrayar: ¿qué es, orgullo, ética,
conducta viva o costumbre de pasar gazuza? Quizás quienes mejor lo
saben son los poetas, esos que escriben y piensan, en cualesquiera
lengua viva. Dice Marc Granell, uno de esos locos, en su meditar La
gran fira: «N´hem fet del món una immensa on es ven i es compra tot: la
mirada, el bes, la idea, les venes, el sí i el no.»
El sí i el no puede ser tu limpio triunfo, ciudadano libre,
ejércelo, a sabiendas que puedes perder, porque es tu derecho de ser
libre, «… y en tu hambre de libertad, mandas tú».
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