Ricard de Vargas: “Mientras haya injusticia, habrá gente dispuesta a
luchar”
Miércoles, 12 de enero del 2011
GEMMA TRAMULLAS
A sus 61 años, casi ciego y achacoso pero
igual de combativo, el hombre conocido como el Gafas y el Llengües
en los grupos armados de los 70 hace balance de una vida de lucha
Nací en el Clot, en Can Robacols, un barrio
sin asfaltar donde los niños jugábamos todo el día en la calle. Hasta finales
de los años 40 no entraba ni la policía porque estaba la guerrilla
libertaria.
-Fue un revolucionario precoz.
-Lo llevaba en la sangre. Con 6 años nos
peleábamos y yo siempre defendía a los indios contra los yanquis.
-¿Cómo entró en el MIL [Movimiento
Ibérico de Liberación]?
-Desde los 16 años estaba involucrado en el
movimiento popular, en el movimiento obrero autónomo, porque durante la
última época del franquismo la resistencia eran los trabajadores, eran ellos,
no la pequeña burguesía ni los que ahora mandan. En el año 72, estando de
recepcionista en el Hotel Barcelona, vino un compañero a decirme que hacía falta
y me integré en el MIL.
-¿Su madre no le advertía de que cuidara
sus compañías?
-Una vez me dijo: «Es que tienes unas
amistades?». Pero nunca me censuró, me respetaba. «Hijo, es que tú has salido
anarquista», me decía.
-¿Qué sensación tenía planeando acciones
subversivas?
-Estábamos dispuestos a darlo todo y
sabíamos que nos la jugábamos. Pero la nuestra era una militancia diferente.
Sabíamos que vida solo había una y que la teníamos que disfrutar. Había una
efervescencia obrera, grupos guerrilleros en todo el mundo, el mayo del 68,
la revolución sexual, la contracultura… Éramos antiautoritarios y creíamos
que podíamos contribuir a una insurrección obrera. Era una época de ilusión y
creíamos que todo era posible.
-En el MIL conoció a Puig Antich.
–No éramos amigos, pero coincidimos en
varias ocasiones.
-¿Cómo le afectó su muerte?
-Fue un golpe muy duro. En septiembre del 73
pillaron a la mayoría del MIL y yo escapé. Estuve escondido 15 días en Gràcia
y luego pasé clandestinamente a Italia. Cuando volví, me integré en la OLLA.
-¿La OLLA?
-Organització de Lluita Armada, así nos
llamaba la policía. Era un grupo muy clandestino, de gente trabajadora que
iba a la fábrica y a la salida hacía sabotajes, atracos… Estoy empezando a
escribir un libro, porque es una historia por explicar.
-¿Usted iba armado?
-No, yo no. Era muy miope.
-¿Pero participaba en los atracos?
–N-n-n-o. ¡Pero por qué tanto interés en
las pistolas!
-¿Es que era pacifista?
-¡No! Pero los atracos eran solo parte de
nuestras actividades. Yo me ocupaba primordialmente de los pisos, los
contactos y de crear una biblioteca para la autoformación obrera.
-¿Pero participó también en acciones
armadas?
-Exacto. Me pillaron un año después de la
detención de Puig Antich. Al salir de la cárcel, en el 75, la gente del
barrio me abrazaba, me besaba y me hacía confidencias. Aquello compensó el
sufrimiento y las torturas.
-Entonces, ¿la lucha valió la pena?
–¡Y cómo no ha de valer la pena! Me ha dado
una formación extraordinaria que me ha servido hasta hoy. Porque yo he
continuado la lucha: montando exposiciones, escribiendo, desde los
movimientos sociales… ¡Lo mío no son recuerdos de un yayo! Para un
revolucionario no existe la derrota; la lucha es permanente. Mientras haya
una sociedad injusta, habrá gente dispuesta a luchar, no con metralletas
Stein, sino con otros métodos, porque es otra época.
-¿Los hackers
informáticos y Wikileaks serían los MIL del 2011?
-¿Por qué no? Internet es un arma poderosa.
Si pudiéramos convocar a un millón de personas en todo el Estado para que no
pagaran la hipoteca, los bancos se hundirían.
-¿No se arrepiente de nada?
-Hay una canción de Edith Piaf que me gusta
mucho: Non! Rien de rien… Non! Je ne regrette rien. Eso no quiere
decir que no haya tenido decepciones, pero no he perdido la alegría de vivir.
Una de las mejores cosas que me ha dado la vida, ¿sabe qué es?
-¿Qué?
-Mis dos hijos, que son una cosa real y
sentida. Ellos nunca fallan y jamás les he metido un discurso.
-¿Y si hicieran algo ilegal?
–Si es por el bien común, les daría todo mi
apoyo.
|