Cupressus sempervirens

Ricard Garcia

Hispanitat

“En la isla Española, que fue la primera, como dejimos, donde
entraron cristianos y comenzaron los grandes estragos y perdiciones destas
gentes y que primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a
tomar las mujeres e hijos a los indios para servirse y para usar mal dellos y
comerles sus comidas que de sus sudores y trabajos salían, no
contentándose con lo que los indios les daban de su grado conforme a la
facultad que cada uno tenía, que siempre es poca, porque no suelen tener
más de lo que ordinariamente han menester y hacen con poco trabajo, y lo
que basta para tres casas de a diez personas cada una para un mes, come un
cristiano y destruye en un día, y otras muchas fuerzas y violencias y
vejaciones que les hacían, comenzaron a entender los indios que aquellos
hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos escondían
sus comidas, otros sus mujeres e hijos, otros huíanse a los montes por
apartarse de gente de tan dura y terrible conversación. Los cristianos
dábanles de bofetadas y de palos, hasta poner las manos en los
señores de los pueblos; y llegó esto a tanta temeridad y
desvergüenza que al mayor rey señor de toda la isla, un
capitán cristiano le violó por fuerza su propia mujer.

De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar
los cristianos de sus tierras. Pusiéronse en armas, que son harto flacas
y de poca ofensión y resistencia y menos defensa (por lo cual todas sus
guerras son poco más que acá juegos de cañas y aún
de niños). Los cristianos, con sus caballos y espadas y lanzas comienzan
a hacer matanzas y crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos
ni dejaban niños, ni viejos ni mujeres preñadas ni paridas que no
desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos
en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada
abría el hombre por medio o le cortaba la cabeza de un piquete o le
descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las
piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros daban con ellas
en ríos por las espaldas riendo y burlando, y cayendo en el agua
decían: «¿Bullís, cuerpo de tal?»: «Llevá las
nuevas a las gentes que estaban huidas por los montes».
Otras criaturas metían a espada con las madres
juntamente y todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas
horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y de trece en trece, a
honor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce apóstoles,
poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban o
liaban todo el cuerpo de paja seca; pegándoles fuego así los
quemaban. Otros, y todos los que querían tomar a vida,
cortábanles ambas manos y dellas llevaban colgando, y decíanles:
«Andad con cartas», conviene a saber

Comúnmente mataban a los señores y nobles desta
manera: que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y
atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que
poco a poco, dando alaridos, en aquellos tormentos desesperados se les
salían las ánimas. Una vez vide que teniendo en las parrillas
quemándose cuatro o cinco principales señores (y aun pienso que
había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros) y porque daban
muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impidían el
sueño, mandó que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que
verdugo, que los quemaba (y sé cómo se llamaba y aun sus
parientes conocí en Sevilla) no quiso ahogallos, antes les metió
con sus manos palos en las bocas para que no sonasen, y atizóles el
fuego hasta que se asaron de espacio como él quería.

Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas, y
porque toda la gente que huir podía se encerraba en los montes y
subía a las sierras huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y
tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano,
enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo
un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a
él y lo comían que si fuera un puerco. Estos perros hicieron
grandes estragos y carnecerías. Y porque algunas veces, raras y pocas,
mataban los indios algunos cristianos con justa razón y santa justicia,
hicieron ley entre sí que por un cristiano que los indios matasen
habían los cristianos de matar cien indios.”

Bartolomé de las Casas dixit.

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  1. “en viendo un indio lo hacían pedazos…” L’esperit de la hispanitat no és per enorgullir-se’n ni per celebrar-lo. Més valdria que demanessin perdó. I, sobretot, que no l’exercissin més… Aquí també el coneixem, aquest esperit, i més val allunyar-se’n.

  2. Molt encertat, en un dia com avui, citar una font primària testimoni de la crueltat del que és capaç l’ésser humà per dominar. Sense coneixemnts ni memòria històrica, serà molt difícil un canvi profund. Cal donar veu als que han sobreviscut a la brutalitat. La realitat, però, és decebedora: que es celebri el dia de la Hispanitat mostra que hi ha molt per fer.

  3. estic seguríssim que en molts racons del món podria fer-se un text d’aquesta brutalitat, encara avui dia. I com més o menys ha comentat la gent… el panorama és desolador. Sembla com si hi hagués un conflicte d’interessos: “si nosaltres volem estar bé, els altres s’han de matar. Si no ens mataran ells”.

    A mesura que et fas gran veus com tot el que t’han ensenyat des de que ets un nen petit va caient. Tòpics. Ideals. Somnis. Esperança. I quantes més coses llegeixes, quant més comences a entendre, menys comprens. Tot esdevé més i més complicat.

    En fi. Una llàstima tot plegat.

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