Raül Romeva i Rueda

REFLEXIONS PERISCÒPIQUES

Publicat el 14 de maig de 2010

Dany Cohn-Bendit ens diu ‘Què fer’

Ahir va ser a Barcelona en Dany Cohn-Bendit. Va presentar el seu darrer llibre: `Que faire?’. Tinc la sort de compartir amb ell el dia a dia de la nostra activtat parlamentària, a Brussel.les i Estrasburg. Però tenir-lo a Barcelona és un luxe. Van dinar plegats, en un cèntric restaurant de cuina del Llenguadoc, i encara és fascinant la quantitat de ‘fans’ que té, fins i tot a Barcelona. Vm compartir taula amb en Joan Herrera, la Laia Ortiz i la Suzanne Rieger. I vam parlar de tot (futbol inclòs, que en sap un niu). És una persona controvertida, sens dubte, però això ja ho tenen els líders. I ell ho és. És impossible estar d’acord amb algú al 100%, però és important que hi hagi gent que tingui la capacitat de marcar camí, de llegir la realitat i establir estratègies. Ell porta tota la vida liderant. Acaba d’aconseguir un extraordinari èxit a França amb el projecte Europe Ecologie. Seria bo que en prenguéssim nota, també, a Catalunya i al conjunt de l’Estat espanyol. De moment us adjunto algunes de les seves idees en forma d’entrevista per a El Pais de fa uns dies.

ENTREVISTA a Daniel Cohn-Bendit – Político
franco-alemán y líder europeo de los Verdes: “Quiero la influencia, no el
poder”

Por Antonio Jiménez Barca, para El Pais,
25/04/2010

Han pasado ya más de 42 años desde que Daniel
Cohn-Bendit, entonces llamado Dany El Rojo (por el color de su ideología y el
de su pelo), se encaraba a los policías del general De Gaulle en el Barrio
Latino de París de aquel querido Mayo del 68. No parece muy harto de que se lo
recuerden, entrevista tras entrevista, aunque hace años publicara un libro
titulado, precisamente, Forget 68 -Olvida el 68-. Da la impresión de que ha
hecho las paces con su pasado. Ahora, con 65 años, este eurodiputado
franco-alemán, que piensa y siente en los dos idiomas (aunque a la hora del
fútbol confiesa apoyar siempre a Francia), es uno de los líderes de la
formación ecológica Europa Ecología, parlamentario brillante en Bruselas y
ensayista (acaba de publicar su último libro en España Que faire? -RBA-
subtitulado Pequeño tratado de imaginación política para uso de europeos. Se
sienta y sonríe mientras espera las preguntas. La misma sonrisa cachonda y
abierta que muestra en esas viejas fotos ante esos policías con casco de
bombero y porra de aquellos años.

Pregunta. ¿Se reconoce aún en esas fotos?

Respuesta. Yo era guapo en el 68 (se ríe). Y
las fotos son bonitas. Me pasa como le debe pasar a Butragueño si ve fotos de
juventud. La diferencia es que él ya no juega al fútbol y yo continúo en la
política.

P. ¿Y se reconoce como político?

R. Yo soy completamente diferente. Y el mundo
también ha cambiado, como del día a la noche: las relaciones sociales, las
relaciones de poder… Le voy a dar un ejemplo que siempre utilizo: en 1968 una
mujer casada que quería abrir una cuenta corriente en Francia debía contar con
una autorización escrita de su marido. Era otro mundo, y eso no quiere decir
que ahora todo esté bien o que todo sea mejor.

P. En el libro que acaba de publicar en España
usted asegura que permanece fiel a las ideas de su juventud, pero que a la vez
es ahora un reformista radical. ¿Qué es eso?

R. Antes de nada: de mí hay una imagen de revolucionario
del 68 cuando yo, ya entonces, era considerado, dentro del movimiento, como el
más reformista. Mi objetivo nunca fue el de resaltar como el más radical sino
el conseguir que cada vez más personas se unieran a nosotros. Y eso ha sido una
constante en mi carácter político.

P. Usted asegura que las revoluciones son o
peligrosas o ineficaces.

R. Sí, pero la del 68 no fue una revolución
sino una revuelta, un movimiento antiautoritario. Cuando la revolución gana,
como la Revolución rusa, la cubana de Fidel Castro o la Revolución argelina, y
se analizan los resultados, uno se da cuenta de que éstos son peligrosos:
sociedades no democráticas que han desembocado en sociedades autoritarias. Y si
los revolucionarios son revolucionarios hasta el final y pierden, son
impotentes. Yo defiendo fuerzas políticas con una radicalidad reformadora.

P. Mantiene que los partidos políticos están
acabados y habla de una cooperativa política. ¿Qué quiere decir?

R. Los partidos políticos son estructuras
piramidales cuya vida se desarrolla, en su mayor parte, en el interior, esto
es, fuera de la sociedad real, como en un circuito de fórmula 1, muy bonito,
pero que da vueltas sobre sí mismo, sin llegar a ningún lado. Lo que yo llamo
cooperativa es una suerte de colmena: los cooperativistas salen para colonizar
la sociedad. En la colmena, las abejas se organizan para fabricar la miel, pero
no pueden hacerlo a menos que acudan a la sociedad a polinizarla. Es un
desafío.

P. ¿Un poco utópico eso no?

R. Sí, pero la utopía debe servir de
orientación política. La utopía se vuelve peligrosa cuando no tiene en cuenta a
los ciudadanos reales. Pero una política sin una idea utópica, sin la idea de
que otro tipo de sociedad o de porvenir puede existir no sirve tampoco. Así que
yo soy partidario de una utopía realista, una utopía con los pies sobre la
tierra. Una cooperativa política que plante cara a problemas reales, porque
sólo así encontrará su espacio. Una fuerza política que no tenga empuje como
para formular proyectos ambiciosos y discutirlos, y de contagiar con ellos a la
sociedad, de polinizarla, no es sino una máquina para conseguir el poder.

P. Parece padecer alergia al poder. Dice que
no será ministro, aunque se lo ofrezcan…

R. Ya hay mucha gente que quiere ser ministro
o presidente de Gobierno. Mi papel en la política, creo, es el de impulsar
debates, el de tener ideas. Si me lo permite, el de poner la imaginación al
servicio de la política. También, por qué no decirlo, todo eso forma parte de
mi naturaleza antiautoritaria. Me gusta la influencia, pero no el poder. Yo fui
adjunto del alcalde de Francfort durante varios años. Eso ya ha sido
suficiente. No podemos reducir la actividad política a la lucha por el poder,
sea como ministro o como concejal. Yo soy más útil en el papel que desempeño
ahora.

P. ¿Por qué la crisis es una oportunidad, como
mantiene en el libro?

R. Una de las razones de la degradación
ecológica es el sistema económico del “siempre más y siempre más rápido”.
Y ahora tenemos que ser capaces de encauzar el denominado desarrollo sostenible
y de descubrir qué tipo de producción podemos desarrollar que no sea
destructora y que, a la postre, no dé más problemas de los que resuelve. Hay
que darle la vuelta a esta tendencia, la producción económica debe de estar al
servicio de cierto imaginario de la sociedad, y no al contrario.

P. ¿Cómo?

R. El debate entre socialismo y capitalismo,
entre economía planificada y economía de mercado, está ya resuelto: la economía
socialista no ha funcionado. Pero en los últimos años hemos servido a un nuevo
Dios, el mercado, que en teoría lo solucionaba todo. Y ahora debemos inventar
un sistema económico que regule, que estructure, más allá de esa lógica del
“siempre más”.

P. ¿Y cómo convencer a la gente para que no
quiera “siempre más”?

R. Fíjese en la crisis española, por ejemplo.
Inmobiliarias, edificios, siempre más, y ahora, una gran parte de la sociedad
española se encuentra en la cuneta. Usted puede basar su economía en la construcción
de casas, y más casas, y más casas en las costas, pero Europa no puede absorber
eso. Hay que responder al interrogante de qué puede producir España, como las
energías renovables, en lo que ya han comenzado; qué tipo de agricultura de
calidad pueden cultivar, etcétera. Hay que plantearse lo que producimos y el
cómo.

P. ¿El coche es un símbolo de todo eso?

R. Hemos vivido un largo periodo de nuestra
historia que yo denominaría “el mito loco del automóvil”, con
carreteras, autopistas, más carreteras, más autopistas, con ciudades inundadas
de coches… Hemos llegado a un lugar próximo a la asfixia que demuestra que
nuestra política económica e industrial ya no funciona. Y no vamos a solucionar
los problemas del sector del automóvil prometiendo a todo el mundo un coche,
como pasa ahora mismo. En los próximos 20 años se van a producir menos coches,
éstos serán diferentes, no van a existir todas las marcas con las que el
consumidor cuenta hoy. Así que no habrá los puestos de trabajo que hay ahora.
En fin: lo que quiero decir es que hay que preguntarse qué tipo de movilidad
queremos tener, y aprovecharlo. Pongo un ejemplo: en muchas ciudades de Europa
ya se ve cómo el tranvía es el vehículo urbano del futuro. Ahí hay un buen
proyecto industrial verde con potencial y puestos de trabajo: hace falta gente
que construya los tranvías, los raíles… Ese hipotético proyecto europeo de
tranvías generaría más empleos que Airbus.

P. Para usted, pues, la ecología, en vez de un
freno, es un motor económico.

R. Claro. Ecología y economía no se oponen. La
ecología tiene un potencial de modernización económica. Además, ya ha quedado
demostrado que la economía de mercado no funciona y la ecología es un factor de
regulación del mercado.

P. ¿Qué opina de la solución europea al
problema griego?

R. Pues que no ha habido solución europea al
problema griego. Resulta dramático que, frente a la crisis, los países se
replieguen en una suerte de soberanismo económico. Alemania es un buen ejemplo.
Frente a la crisis, a la hora de regular a los bancos, Europa ha tenido
problemas. Cada vez que ha querido superar la fase nacional han surgido Estados
frenando este impulso. El mayor error de los Estados en la crisis griega
(aparte de la innegable responsabilidad griega, claro) ha sido no entender que,
en momentos de crisis, la única manera de remontar es la solidaridad europea.

P. Pero incluso los ciudadanos, cuando tienen
un problema, miran a su país, no a Europa, como si de Europa sólo llegaran
problemas y no soluciones…

R. Ya. Pero de eso tienen mucha culpa los
líderes políticos. Fíjese en Angela Merkel. Lleva a cabo una política centrada
en su país porque teme perder las elecciones. Si planteamos los problemas así,
no saldremos del agujero nunca.

P. En el libro alerta de una revuelta social
posible. ¿Todavía lo cree?

R. Sí. Los ciudadanos, tras la crisis
financiera, económica y ecológica, se encuentran completamente desbordados. Hay
un sentimiento de injusticia e ilegalidad muy fuerte, entre otras cosas, porque
los grandes responsables de la crisis, los bancos, son, por otra parte, los
grandes beneficiaros de la reconstrucción. Y cuando el ciudadano ve una
situación insoportable e injusta, puede explotar.

P. La alta abstención en las últimas
elecciones en Francia sería un síntoma.

R. Claro, sería un síntoma del desinterés de
los ciudadanos que dan la espalda al bien común.

P. En algunos lugares de las afueras de París
se llegó a un 80% de abstención.

R. Eso significa que a esos ciudadanos ya no
les concierne la política, que no se sienten implicados, que se instalan fuera
de la democracia, que dicen “eso ya no es para nosotros”, y eso es un
fenómeno peligroso. En Francia existe la abstención y el aumento del voto de la
extrema derecha, ambos fenómenos demuestran la desafección de la sociedad
francesa.

P. ¿Esperaba el buen resultado de los
ecologistas en las elecciones europeas y regionales en Francia?

R. Sí, porque fuimos capaces de unirnos y de
proponer a la sociedad soluciones concretas. El problema es mantenernos ahora,
y eso no es fácil, porque siempre hay tendencias…

P. ¿Por qué en España no prende el ecologismo
en política?

R. El ecologismo guarda un potencial para la
sociedad. También en España, claro. Pero los ecologistas españoles están tan
desunidos, tan atomizados, que la gente no los ve capaces de aportar
soluciones.

P. ¿Qué piensa de la prohibición del burka?

R. Que es un falso debate. Y que, si, en fin,
un gobernante quiere demostrar que el burka está fuera de la ley, que no cabe
en la República, y quiere prohibirlo, debería al mismo tiempo proponer el
derecho de voto a los inmigrantes. Es una suerte de reequilibrio, de intentar
no apartar de nuevo a la inmigración, sino de integrarla. Es como el debate de
hace meses de los minaretes en Suiza. Hacer un debate de eso es una auténtica
locura.

P. Para terminar, en el libro dice que estamos
al borde de un nuevo mundo.

R. Mejor dicho: estamos en un momento del
mundo en el que debemos cuestionarnos nuestro modo de vida.
Foto: D C-B. Font: Monasse /El Pais.



  1. Jo d’ell no em qüestionaria el mode de viure: visquent de la moma, es pot pontificar com qualsevol pope de la política (amb la panxa ben plena). Ai!, que potser això també entra dins els tabús (burkes, minarets, etc.).
    Atentament

  2. El més interessant del Dani és que “torna” al que ja deia Gramsci sobre aconseguir l’hegemonia (és a dir, la influència del Dani) social i política abans de poder-se plantejar canvis de fons reals.

    Convé llegir-lo(s).

    Salut.

  3. Molt interessants les coses que explica el Sr. Cohn-Bendit. Des de la llunyania d’haver llegit sobre ell de passada a la premsa i en tercera persona m’havia format una imatge ben diferent. Aquesta entrevista millora molt aquella imatge. Ses idees del poder i la influéncia em semblen valuoses. Diu un comentarista anterior que poden recordar a l’hegemonia d’en Gramsci. També podrien recordar a les idees del poder i el contrapoder d’en Holloway.

    Cordialment,

  4. Perdoni fer-li aquest comentari, pero trobo que és important que sapiga que fan correlegionaris seus a l’ajuntament de Barcelona, en referència a la consulta sobre la Diagonal.
    El portanveu d’ICV-EUiA ha vingut a dir que la gent no ha votat per
    l’opció C, que el prop del 80% ha votat la C per motivacions obscures. A
    part que potser hi ha algu que hagi votat a la C per tocar els nassos a
    l’Hereu i cia., els resultats han estat els que han estat. Potser
    demanaràn un estudi (molt ben pagat, per cert) per esbrinar els
    esotèrics motius que ha tingut aquest 80%. Els d’ICV-EUiA ténen la
    mateixa opinió que tenien els del PSUC (amb el Solé Tura al davant)
    quant s’enfrontaren al Xirinacs per això dels referèndums: son un
    atemtat a la partitocràcia i a les èlits polítiques.
    Atentament (i perdoni’m si m’he apartat del guió).

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