PENSAMENTS I CIRCUMSTÀNCIES: JO

IRREFLEXIONS REFLEXIVES

IRREALES, PLAÑIDERAS Y SINVERGÜENZAS EN EL FUNERAL DE LATRANSICIÓN

los irreales

Los irreales tienen sus propios ritos. Son celebraciones precisas, diseñadas como cuadrículas desde un tiempo que parece inmemorial, repetitivas, inflexibles en las formas, ampulosas, aparentemente complejas en su parafernalia pero muy sencillas, extremadamente simples, en su trasfondo.

Los irreales festejan con ellas sus victorias sobre la masa desesperanzada que como Sísifo levanta, cada vez con menos fuerza, la utopía de alcanzar un recodo en el camino de la supervivencia. Acuden a sus ritos también para prepararse antes de arremeter, por enésima vez, contra la libertad y los derechos de los que no son los suyos, de nosotros. Celebran la mentira y la nutren de aplausos y golpes en la espalda. Crecen en sus ritos, embriagados con el murmullo de halagos hipócritas que emanan del enjambre de zánganos irreales que ocupan el centímetro de irrealidad que ha sido adjudicado por el poder a cada uno de ellos.

Los irreales son esos que cohabitan la irrealidad, un mundo, un tiempo, un espacio, definido con vectores a conveniencia. Son los que desconocen nuestra realidad, los que nos desconocen. Los que niegan su represión sobre nuestras bocas y nuestras ideas, sobre nuestro vientre y nuestra voz. Los que niegan nuestra hambre, nuestras heridas taponadas en los pasillos de hospitales que han tomado, al asalto legal de sus leyes interesadas y han convertido en portales esterilizados donde trapichean ganancias millonarias. Son los que nos cachean, cargan contra nuestro cuerpo y se ensañan -porra, vileza y cobardía en mano- con nuestra espalda y nuestros ojos. Son los que negocian con nuestros míseros sueldos, jugando con los tahúres de sindicatos y empresas con consejos de administración clónicos de sus sillones y escaños. Son los que cercenan la educación y la cultura a merced de sus paranoias religiosas, de sus manías persecutorias, de las pequeñas, y graves, venganzas de un ministro contra otro, de un fantoche contra otro, de un indecente con dedo escribiente de decreto contra otro. Son los que ordenan manipular videos, declaraciones, actuaciones, noticias, interrogatorios, detenciones, hematomas, lesiones, cortes de concertina y cifras. Los que mandan borrar datos de ordenadores que huelen a podrido. Son los que gravan nuestra mínima vida con el impuesto terrorista de su presencia y su poder.

Necesitan de sus ritos como los buitres de sus presas, como requiere el exorcista a sus demonios.  Organizan actos de poder para adentro, de puertas para adentro. Se llaman, unos a otros, y se dicen al oído cuánto se recuerdan (y cuánto se deben, y cuánto esperan los unos de los otros). Chocan sus manos, sudorosas por el húmedo efecto de la corruptela interminable, antes de sus parlamentos y sus epístolas falaces y tendenciosas. Se sientan sobre sillas con sus iniciales, tapizadas con telas que soportan un día tras otro sus sucias posaderas. Aguardan el desfile ordenado de los irreales designados para liderar a ese ejército de terroristas legitimados por las urnas: del menos poderoso de los poderosos al gurú máximo, a su momentánea deidad (mientras no llega una nueva campaña de su misión evangelizadora contra los malos, los otros), los irreales designados para celebrar cualquier rito de su repertorio, dejan su silla; abandonan a los irreales hambrientos de arengas (y de presentidos sobres y favores); ajustan su boca artificial, esa que es el micrófono que duplica su voz y su mentira; miran sin mirar al fondo de ojos que tampoco miran, que jamás nos miran y encadenan eslabones de palabras vacías y metáforas previsibles que pretenden enardecer el engreimiento y el gen de raza y clan superior que los irreales están seguros de tener en su patético ADN. Aplausos de los irreales que interrumpen a los irreales jefes de su secta. Aplausos y cuchicheos que jurarán, si alguien les preguntase, que jamás pronunciaron. Como en orquesta desafinadamente afinada, un irreal se levantará de su asiento y aplaudirá con fingida emoción. Como una piedra lanzada a un estanque de aguas sucias, un irreal tras otro se alzará a aplaudir lo no escuchado, lo que ni ellos mismos creen los unos de los otros, en concéntricos círculos de deshonestidad.

Los irreales organizan su realidad con eventos rituales que cíclicamente pretenden hacernos recordar dónde está cada quien, dónde estamos, ellos y nosotros, la brecha insalvable y creciente que por su santa soberbia y prepotencia nos separa, al menos mientras dura el efecto de los votos que les aúpa, mientras no llega la víspera de urdir mentiras generales acompañadas del himno electoral que nos aturdirá, de nuevo.

En sus ritos multitudinarios lloran, con el retorcido rabillo de su ojo. Repiten series incontables de falsas genuflexiones. Se ponen la corbata más azul, la mantilla más negra y el rosario más beato. Recuperan los recuerdos más inciertos y manipuladores de su memoria, reconstruida a la medida de “su” realidad y sus deseos. Y halagan, y visten de falsísimas loas, batallas y victorias al signo central de sus ritos. No importa si éste es un irreal vestido de blanco, birrete y mocasines rojos y anillo vaticano, pastor de unos pocos, frustrada deidad que se mira en el espejo de una congregación que habita en santuarios fastuosos y catedrales llenas de vidrieras y vacías de mendigos. Los irreales igual colocan en el centro de sus ritos a Papas y obispos, que solo rezan el Padresuyo, que a cadáveres únicos, adiestrados en vida para ser de la secta de los irreales. Desfilan y esperan el desfile de los otros, de nosotros, seguros de que están, estamos, bien domesticados. Desfilan y esperan que nuestros labios presos besen el anillo de sus líderes o la tapa de madera de sus tumbas, o la bandera con la que intentan ocultar la mentira que ensalzan. Desfilan por pasillos donde se oyen sus viva España o sus pésames amnésicos de la verdad que el muerto lleva escondida en su mortaja. Desfilan acompañados por monarcas con el semblante artificialmente circunspecto, idéntico al que llevan los muñecos de un guiñol especial, el guiñol de la mentira; frente a monarcas ausentados de la realidad de los que no son irreales, de nosotros, que lanzan su bastón y recuperan su visibilidad no cuando mueren inmigrantes o cuando son detenidos manifestantes que buscan reivindicar la dignidad que nos han robado, sino cuando el rito de los irreales lo demanda. Desfilan frente a ellos, frente a reinas con los parpados hinchados, no por llorar  a los que no tienen qué llevarse a la boca, a los que no pueden acudir a un hospital o encender una estufa en noches cubiertas con el único techo de la miseria, sino por balbucear y sentir melancolía: les deja uno de los suyos. Desfilan frente a reinas irreales que aprovechan obituarios para pedir fondos a un pueblo que creen su pueblo, a pesar de que éste no se cansa de rechazarlas.  Desfilan frente a corruptos irreales que, previamente a entrar a adular al cadáver, maquillaron su inexistente conciencia para ocultar imputaciones, sospechas fundadas y probadas transacciones e hicieron declaraciones de la bondad supuesta, impuesta, de quien ocupa ahora el espacio de madera adornado con coronas majestuosas. Desfilan frente a una bandera tejida con sus hilos y no con los hilos de los otros, de nosotros; una bandera que es, además de absurdo símbolo, guillotina y dique para quienes luchan por ondearla de otro modo y con otros colores.

Los irreales festejan su poder en irreales y cacareadas ceremonias pero ocultan y cargan mortalmente  contra los otros, contra nosotros, a la mínima que intentamos pronunciar la palabra DIGNIDAD, arropados por terroristas mediáticos, gestores y orquestadoras de planes retorcidos y adiestrados mentirosos con uniforme.

 

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ARTICULISTAS, TERTULIANOS Y TERRORISTAS DE LA PALABRA

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Son 10 titulares que podemos leer, con textos e información repetida hasta la saciedad (y la suciedad de lo intencionadamente subjetivo y falso) en los massmedia que actúan sobre nuestro pensamiento. Son muestras de las descargas, más o menos sutiles, que están incluidas en tratamiento electro convulsivo que a diario nos aplica el sistema.

La realidad impuesta por él sigue idéntico protocolo que los psiquiatras observaban para aplicar electroshocks, una práctica de la que creemos, ingenuamente, habernos liberado como masa social. Fueron prácticas de tortura, sin más eufemismos. Los psiquiatras en forma engañosa cubrían estos procedimientos con legitimidad médica: el escenario del hospital, asistentes vestidos de blanco, anestésicos, drogas que paralizaban los músculos y equipos de sofisticada apariencia.

Comparar las descargas eléctricas, en forma de artículos y mensajes que se expanden como una epidemia de palabras e imágenes mentales que calan en el cerebro de la masa, con la tarea de periodistas, muchos, y tertulianos, muchísimos, no es una simple metáfora. Culpabilizamos y responsabilizamos a políticos y trileros de las finanzas de nuestra miseria, individual y social, y de la perdida encubierta de la inmensa mayoría de nuestros más elementales derechos. Y lo son, indiscutiblemente, pero nos falta incluir en esa lista a los terroristas de la palabra y del micrófono.

Los psiquiatras en forma engañosa cubrían la aplicación de electroshocks  con legitimidad médica y un serio escenario: el hospital. Los terroristas de la palabra cubren las mentiras, exageraciones y subjetividad con la legitimidad de un periódico o de un programa televisivo o radiofónico. Lo que dicen, lo que afirman sin titubeos, y sin contrastar en la mayoría de los casos, alimenta el pensamiento de quienes les otorgan, con el peligro de su inconsciencia, la potestad de construir la realidad por nosotros y para nosotros. Lo que dicen cimenta mentiras, crea monstruos o beatifica, aniquila toda capacidad de pensamiento reflexivo, iguala lo ilegitimo a lo ético. Los terroristas de la palabra tejen una maraña en la que nos vamos viendo atrapados, establecen sutilmente lo que es aceptable y lo que no. Van modelando nuestras emociones y ensanchando la cruceta con la que el poder nos maneja. Ellos son otra forma de soberbia, también nos manipulan, dictan a golpe de aseveración cuál ha de ser nuestro umbral colectivo de resistencia, de aguante, de hambre y de necesidades. Y uno a otro, con un eco absolutamente dañino repiten la consigna, equivocada, del terrorista precedente y encadenan mentiras e imágenes mentales que hace buenos a sus buenos y malos a sus demonios. Y, lo que es peor, están logrando que hayamos caído en la trampa de escucharles, darles crédito y entornemos los ojos, hundiéndonos en la realidad más próxima sin aspirar a mirar más allá. Drogados con su construcción partidista del mundo ya ni siquiera reflexionamos por lo que sucede a esa parte del TODOS que está más allá de lo que nos infecta. No existen las demás guerras, no existen las torturas, no existen los problemas que no sea la realidad terca y reducida, absolutamente corrupta, que tienes los límites del país de los voceros. Han conseguido que permanezcamos inmutables, o nos importe mínimamente, comparado con lo que debería importarnos, ante la mentira mediática de esa supuesta democracia en Ucrania, “esponsorizada” y planificada desde hace mucho tiempo por Estados Unidos. Han conseguido que no dudemos en demonizar a Cuba, que no titubeemos antes de afirmar, coro de ciegos, que en Venezuela, los buenos son los buenos que señala Estados Unidos y los terroristas de la palabra.

Han logrado, en suma, disgregar nuestra visión del mundo y los problemas, disgregar por tanto toda iniciativa de resistencia, de disentir, reaccionar y actuar.

Uno de los incontables ejemplos de terrorismo de la palabra podía leerse en una de las plataformas en las que se narra con parcialidad, y en muchos casos con tendenciosidad,  para (de)construir la realidad como es el diario EL PAÍS.El título del artículo, bajo el epígrafe ampuloso, soberbio y desmedido de la sección, EL OBSERVADOR GLOBAL, era ¿Qué está en juego en Venezuela? Lo firmaba Moisés Naim.

Acudí a su lectura con el propósito, ya convertido en costumbre, de mirar la realidad desde ventanas variadas, diferentes, lo más múltiples posibles. Encontré no solo más de lo mismo, terrorismo dirigido a disfrazar la realidad y modelarla, sino más de lo peor. El articulista, en un acto en el que subyacen, a  partes iguales, la irresponsabilidad y  la subjetividad, escribe aseveraciones que además de no estar basadas en datos objetivos, numéricos como mínimo, tienen la gravedad de ser generadoras, en los lectores, de una peligrosa desinformación, de un daño irreparable en el modo en que vivimos y sentimos, y reaccionamos o no, la realidad.

“(…)Para muchos, lo que está en juego en las calles llenas de jóvenes que protestan es un episodio más del ya largo enfrentamiento que quiere a los pobres y detesta a los Estados Unidos y una oposición que algunos periodistas suelen describir como “una clase media” que no logra ganar elecciones. Esta descripción es errónea. La mitad de los venezolanos están en contra del gobierno de maduro. Así lo demuestran todas las encuestas y los resultados electorales. A pesar de sus bien documentados abusos, trucos y trampas, el Gobierno gana elecciones “por un margen mínimo” (…) Esta  es la mitad del país cuyos hijos están en las calles protestando contra un régimen que los reprime como si fueran un enemigo mortal (…)Representan la avanzada de una sociedad que ya no aguanta más a un régimen que lleva 15 años abusando del poder y cuyos resultados están a la vista: ha llevado a Venezuela a ser el campeón del mundo en inflación, homicidios, inseguridad ciudadana y desabastecimiento de bienes indispensables –de leche para los niños a leche para los diabéticos-.Todo esto (…) y de que el Gobierno detenta el control absoluto del Estado. (…) Y los catastróficos resultados de su gestión están a la vista (…) Sorprendente e inadvertidamente, las luchas y sacrificios de los jóvenes venezolanos podrían tener consecuencias más allá de su país. Enfrentar al gobierno de Maduro es enfrentar a la grotesca influencia de Cuba en Venezuela. Sin la inmensa ayuda de Venezuela, la economía cubana ya habría colapsado. Ello aceleraría el cambio de régimen en la isla. No hay mayor prioridad para los Castro que tener en Venezuela  a un gobierno que continué apoyándoles. Y como sabemos, el gobierno cubano tiene décadas de experiencia en el manejo de un estado policial represivo y experto en la manipulación política y la “neutralización física” o moral de sus opositores. Es difícil imaginar que estas tecnologías cubanas no hayan sido exportadas a Venezuela. O a otros países de América latina. Pero Cuba no solo exporta técnicas represivas. También exporta malas ideas políticas y económicas (…)

El artículo, como puede  deducirse, es un manual de objetividad, rigor e imparcialidad, un alarde de voluntad por informar, describir, sin permitir que el filtro de la subjetividad personal, y las paranoias, fobias y filias que todos tenemos pero que el informador ha de domesticar con habilidad… ¿o no? Imaginemos qué realidad construyen por nosotros esta sarta de exageraciones, imprecisiones, generalizaciones y apreciaciones subjetivas, cuando menos. Los malos siguen siendo los mismos, sus malos. Los buenos, son impuestos, también en exacta réplica a sus filias o agradecimientos varios.

Señor Naím, ¿no se habrá confundido usted y en lugar de Cuba habrá querido decir Estados Unidos? ¿no estará refiriéndose, al describir a ese gobierno que todo lo controla, represor, truculento y manipulador, al gobierno de Hispañistán?

Señor Naím, el terrorismo de la palabra no deja un rastro sangriento, pero no por eso es menos peligroso. Infórmese antes de hablar/escribir, mire a través de ventanas distintas, diversas, múltiples y luego, si quiere, ESCRIBA, DESCRIBA, SIN MANIPULAR:

Los logros de Hugo Chávez y la revolución bolivariana

Siete respuestas sobre la oposición y el fascismo en Venezuela

Drones mediáticos contra Venezuela

La ciberguerra potencia la guerra informativa


Permítanos, señor NAÍM, que releamos los titulares:

La calle derriba el régimen ucranio

(¿La calle o la democracia esponsorizada por el imperialismo yanqui y aliados?)

Venezuela sigue ocultando los hechos que rodearon la muerte de Chávez.

(¿A qué hechos se refieren? ¿Por qué si ellos lo saben no los exponen?

ABC dio la cobertura más amplia sobre el cáncer de Chávez y las tropelías de Maduro

(¿ABC tiene un detector de tropelías? ¿Por qué no lo enfocan a Hispañistán y sus venerados diosecillos Peperos?)

Maduro se rodea de cubanos y argentinos

(¿Cubanos y argentinos? ¿Y? ¿Son apestados? ¡Viva “la tolerancia de los demócratas habitantes del mundo no-tercero !)

El esplendor petrolero que tuvo Hugo Chávez no brilla igual con Maduro

(Curioso: mientras vivía Hugo Chávez, los que ahora parecen medioensalzarlo, no abrieron la boca para valorar positivamente nada relacionado con él)

Maduro convierte el legado de Chávez en una ruina económica

Ayudar a Ucrania, así no

(Claro, ayudar sí pero si hay beneficio. Versión demócrata de la palabra SOLIDARIDAD)

El imperio de Putin

(Y del imperio-alismo yanqui…¿ni una palabra?)

Rajoy defiende ante Lavrov la integridad territorial de Ucrania

(¿Se refiere al señor que vive en el plasma, en un universo paralelo a la realidad de ese país que (des)gobierna y sobre el que jamás se pronuncia?

Ucrania se debate entre la partición o la guerra

(¿Ramalazo de adeptos de la secta cospedaliana de “o el PP o la nada?

 

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