Xavier Casals. «SI FUERA UN CIUDADANO AMERICANO, NO VOTARÍA POR HILLARY CLINTON NI QUE ME PAGARAIS», dijo Nigel Farage este mes de agosto en un mitin de Donald Trump. El magnate utilizó como reclamo al líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), gran valedor del brexit, al creer que sus electores y los votantes eurófobos comparten una visión de Bruselas y Washington como centros de poder que secuestran derechos de los ciudadanos. Así, Trump afirmó que votarle permitiría «redeclarar la independencia americana».
De hecho, Farage y Geert Wilders -líder del Partido de la Libertad holandés (PVV)- ya asistieron a la convención republicana que proclamó candidato a Trump en julio y Marine Le Pen le define como «un hombre libre».
Estas asociaciones reflejan una confluencia de la derecha populista europea y estadounidense, algo que los académicos Jeffrey Kaplan y Leonard G. Weinberg señalaron en 1998 al aludir a una «derecha radical euroamericana». Los temas hoy son similares en ambos continentes: ultrapatriotismo, antinmigración, islamofobia, proteccionismo económico y denuncia del establishment por oligárquico y antinacional (Trump incluso cuestiona la ciudadanía americana de Barack Obama). (…)
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