La Vanguardia. El libro tiene una parte de Ilíada: los tremendos hachazos de la guerra civil. Y una parte de Odisea: la huida o emigración a La Bisbal, el estigma de los charnegos y la fusión (todavía incompleta) con los ampurdaneses. Es una deliciosa mezcla de memoria personal y voluntariosa reconstrucción de la vida humilde en Cuevas Bajas. Debería leerse en las escuelas. El sudor de la gente de Cuevas Bajas abonó la nueva Catalunya; y el compromiso catalanista de muchos de ellos contribuyó a debilitar el franquismo. Pero la trenza iniciada en los años setenta sigue inacabada. Leyendo el libro de Manolo Lara uno aprende a amar a los cueveños; siente la necesidad de repeinar el país de nuevo. No haber reconocido e incorporado la odisea de los cueveños (de los andaluces catalanes) es el principal déficit del catalanismo hegemónico. Su historia es nuestra, como la nuestra es suya. Si la Ítaca de Kavafis es personal, la Odisea de los cueveños es coral. Contiene dinamita ética suficiente para enfrentarse a esta crisis; y todas las que vengan.
(Extracto del articulo de Antoni Puigverd, “Elogio de los cueveños“).
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CANIGÓ, setmanari independent dels Països Catalans
BRAUN, memòries d’una fàbrica / BRAUN, memorias de una fábrica
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