Mientras los especuladores de las bolsas juegan cada día a esa degeneración del póquer que es el mentiroso, en las principales ciudades británicas estalla la también degenerada versión de un movimiento social. Ambos son como una blasfemia: la presencia desafiante de los bárbaros en las cocinas mismas del Imperio. Bárbaros potentados los primeros, que se benefician de las extremas consecuencias ultra-liberales de los objetivos del sistema. Bárbaros marginados los segundos, que manifiestan expresivamente otro extremo del desenvolvimiento del Imperio: la exclusión social, la desesperación vital e ideológica de quienes no tienen vela en el entierro (…)
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