Oi?

Algunes notes d'un bloc d'Oriol Izquierdo

Anna Politkovskaia

He anat seguint des d’una certa proximitat el cas de la periodista russa Anna Politkovskaia, especialment d’ençà que l’any 2002 el Pen català va apadrinar-la. En aquella ocasió vaig escriure: […]

Esta semana estará en Barcelona Anna Politkovskaya, coincidiendo con la conmemoración del día internacional del Escritor Encarcelado, instituido por el Pen Club. Trágicas coincidencias hacen que su testimonio de esa guerra sucia que se está librando en Chechenia haya cobrado en las últimas semanas una inusitada actualidad. Todo el mundo pudo asistir, con consternación, a la resolución expeditiva del asalto al teatro de Moscú. Todo el mundo pudo constatar, al ver con qué energía eran "rescatados" los rehenes del comando guerrillero, hasta qué extremo en Rusia la razón de Estado pisotea sin pestañear los derechos individuales. Todo el mundo pudo sentir escalofríos al ver con qué celeridad los mandatarios de los más civilizados gobiernos felicitaban a Putin a pesar de su bestialidad, o precisamente por ella.

No debe de ser casual, como señalaba Carles Torner en las páginas del último suplemento Culturas, que las leyes aprobadas para combatir el llamado terrorismo en más de cuarenta países tras los hechos del 11 de septiembre en Nueva York hayan hecho aumentar hasta cerca de novecientos el número de escritores en prisión en el mundo entero. El Gobierno ruso, por ejemplo, lejos de reconsiderar su acción bajo el impacto del recuento de muertos, arrancó de la Duma unas restricciones cuando menos inaceptables a la libertad de información. Y apenas nadie ?aquí, en Occidente, quiero decir? pestañeó. La seguridad, se nos dirá, es lo primero. Que es como afirmar que el fin justifica los medios, exactamente lo que suelen predicar sin excepción los llamados terroristas. Aquello me hizo recordar el caso de Anna Politokvskaya y la amenaza que pesa sobre ella.

Pasará unos días en Barcelona invitada por el Centre Català del Pen Club, que ha decidido acoger su caso como una causa propia. Reportera de guerra, estuvo tres años en Chechenia, donde constató que no existen derechos para los humanos. Miles de vidas han desaparecido en extensas fosas comunes y se dispara impunemente sobre la población civil. Hizo su trabajo como periodista, comprometida con la realidad, y lo contó en sus crónicas, recogidas en el año 2000 en A dirty war: a russian reporter in Chechnya. Poco después, viviría ella misma la persecución: arrestada por los soldados cuyas torturas había denunciado, la amenazaron con violarla y ejecutarla, antes de expulsarla legalmente de Chechenia. De regreso a Moscú, vería como las presiones llevaban a su propio editor a censurarla, y más tarde a ordenarle dejar el país. Tras un tiempo en Viena, volvió a Moscú, donde la esperaban sus dos hijas, e incluso a Chechenia, a pesar de que han puesto precio a su cabeza. El veneno de la denuncia y de la verdad, el compromiso con el débil y contra la prepotencia, la han transformado en heroína, tal vez incluso temeraria.

Como lo son los cerca de novecientos escritores que ahora mismo se hallan encarcelados, los muchos miles que viven perseguidos y amenazados. Por el solo hecho de expresarse en libertad. Nuestro reto, mientras razones políticas, económicas, sociales o morales no traten de quebrar nuestra propia voz, es hacernos eco de su persecución. Y, en conciencia, por dignidad, rebelarnos contra todo intento de justificarla. La mejor aportación del escritor, el artista, el intelectual, ahora y siempre, será tal vez tener el don de ser inoportuno. Como lo fuera Sócrates, por citar un ejemplo quizá no tan lejano.

Anna Politkovskaia va ser a Barcelona almenys dues vegades, però ni el 2002 ni el 2005 vaig poder assistir al sopar que se li va oferir. Ara, és clar, encara em sap més greu.



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