Pensar en català
No tenc cap dubte que més prest que tard, a les Illes Balears hi haurà un daltabaix electoral del PP. També crec que, si be el PSOE se n’aprofitarà, no ho farà augmentant la seva força sinó en la debilitat del seu adversari més important. Es tractarà d’un afebliment important de les opcions més espanyolistes. Si aquesta hipòtesi fos certa, hi hauria d’haver una tercera, i potser quarta, opció emergent. És molt probable que si qui ha llegit les breus línies anteriors pensa que són equivocades, les que segueixen no faran més que confirmar aquesta primera impressió.
Ja fa temps vaig vaticinar un futur, ara present, de caos. És a dir d’estrès econòmic i social de les famílies treballadores de les Illes, acompanyat d’un desconcert cultural i d’identitat, gairebé crònic després de tants anys d’ocupació espanyola. Aquest, però, serà l’adob necessari pel desvetllament de la consciència de classe i nacional de que tant mancats i necessitats estam. Una crisi que generarà un progrés en forma de mobilització social, cultural, artística, ecologista i política ajudaran a l’assoliment d’objectius nacionals i de solidaritat abans impensables. I serà amb les eines democràtiques actuals, que ningú podrà qüestionar, que Esquerra, la força emergent, entrarà a les Institucions de les Illes.
La darrera part d’aquest història, la que fa referència a l’opció emergent d’Esquerra, m’ajuda a confirmar-la en Mateu Crespí, de Santa Eugènia, quan diu que l’esquerra nacionalista de progrés, és a dir el PSM, no ha d’esperar que “vendran des d’altres territoris a salvar-nos”. La meva pobra suspicàcia em diu que potser es refereix a ERC. Jo ho som d’ERC i som d’Alaró, i pens en català. No he arribat amb cap vaixell amb estelades al vent. Crec que la història que ha escrit el batlle de Santa Eugènia sobre el futur del nacionalisme de progrés, és més rocambolesca que la meva si tan vol, en ignorar un punt clau molt important: la confiança en la gent, en la intel·ligència de la nostra gent.
Joan Vicenç Lillo i Colomar.
E NTRE los colegas del periodismo actual, hay algunos que demuestran en sus escritos de opinión la existencia y la presencia de las tres virtudes teologales clásicas: fe, esperanza y caridad. Otros, de la misma generación, del mismo país y, probablemente, de la misma coyunda circunstancial e histórica, esto es, hijos de la cópula del franquismo con la democracia o viceversa, demuestran, cuando expresan y publican sus ideales patrióticos, llámense nacionales o nacionalistas, que su fe, su esperanza y su amor nada tienen que ver con el concepto cristiano que, probablemente, aprendimos todos en esta Nación en que, por pura casualidad o por pura voluntad de Dios, nos tocó nacer. Quien esto dice de los periodistas opinantes, también lo dice de otros colegas de mi tiempo que, al entrar en el tercer milenio de la cristiandad, todavía subsistimos y damos la matraca al paciente lector.
Acabo de recibir dos “emilios” de la vieja y esplendorosa escuela de “don Emilio”, el “director” por antonomasia. Uno es de Germán Lopezarias que, por lo que veo, renueva su juventud como el águila sus plumas. Otro es de Amilibia que, bajo el clamor de su última novela, “¡Gora Stalin!. El gudari cojo”, me recuerda los muchos trenes que nos han pasado ya por encima. Son dos breves epístolas electrónicas que me estimulan a seguir remando en el vasto mar. Como el clásico latino, declamo un verso eterno y desolador: “Apparent rari nantes in gúrgite vasto”. En efecto, Amilibia y Lopezarias, dos maestros de mi gremio, se me aparecen como extraños náufragos (“rari nantes”) en el vasto piélago en que sobrevivimos.
Observo, sobre todo ahora en plena campaña electoral, el panorama crispado e indecente de los distintos informadores políticos, hoy absolutamente convertidos en opinantes políticos. En el fondo, sólo se aprecian diferencias substanciales entre los intereses de sus respectivos amos y fautores. En el fondo, nada hay tan idéntico a un cretino de derechas como un cretino de izquierdas.
¿Cuál es la diferencia –me pregunto una vez más– entre un escritor político y un político escritor? Nos lo explicó Madariaga, hace más de treinta años en el suplemento dominical de ABC de marzo de 1973. Nos ponía los ejemplos de Disraeli, como político escritor, y de Tocqueville, como escritor político. Disraeli aspiraba al poder cuando escribía y todo, en sus escritos, está subordinado a la consecución del poder. Tocquevile, por el contrario, sólo aspiraba a fortalecer su opinión y su ideal mediante sus escritos, sacrificando, como es de suponer, su carrera política.
Observo a dos periodistas de mi tierra: Eduardo Jordà y Tomeu Martí. Los dos son jóvenes y los dos son mallorquines, los dos han leído bastante, creo yo, y los dos publican periódicamente en Diario de Mallorca y en Diari de Balears, respectivamente. Si alguien ha leído sus dos últimos trabajos y los analiza sin prejuicios, observará que Eduardo es ironía y Tomeu es quejumbre, uno se ríe de su propia sombra y se desmarca olímpicamente de los tópicos vigentes del nacionalismo independentista que está en boga y el otro se obstina en arengar a sus respetables amigos y seguidores, para que no dejen de librarse de la invasión cultural y de hacer frente “a la fuerza de las armas de los españoles invasores” y, para que no dejen de cagarse en la leche que mamaron Franco, en 1893 en El Ferrol, y Felipe V, la bestia negra del catalanismo a ultranza, en 1683 en Versalles. Creo que son más de doscientos los artículos publicados por mi joven colega y paisano Tomeu Martí y creo también que es el articulista que mejor cumple la norma imperial de Napoleón, que dice textualmente así: «La repetición es la más enérgica de las figuras». Creo, sinceramente, que Martí nos ha publicado doscientas veces seguidas el mismo artículo, o sea, que es «inasequible al desaliento», como los mejores falangistas españoles del siglo pasado. Junto a él, cuatro «talibanes de pegote» amparan y jalean su incuestionable patriotismo, independentista y republicano. Me convence y me gusta más la ironía de Jordá, donde sus nacionalistas son paranoicos y oyen voces de ultratumba a todas horas, que la pertinaz lamentación de Martí acerca del paraíso perdido, donde sus héroes son, como mi santo patrón, San Juan Bautista, la voz del que clama en el desierto o, lo que a mi juicio es peor, el silencio cómplice de quien calla ante los asesinatos. Con todo, la noticia es sagrada, la opinión es libre y la comparación es odiosa. En suma, lo que importa es saber quien es escritor político y quien es político escritor, por si las moscas…
Joan Pla