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... de cel i de llum pura...

17 de desembre de 2005
General
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Pensar i pensar en català.

Eduardo Jordà, articulista del Diario de Mallorca, ha publicat avui dissabte 17 de desembre, un article on fa referència a una carta al director meva al mateix diari. També aprofit per transcriure un article de Joan Pla, periodista del Mundo de Balears, on compara Eduardo Jordà i Tomeu Martí, aquest darrer article és de l’any 2003.

Gràcies. Salut. JLillo.

EDUARDO JORDÁ
E
n una carta al director publicada en este periódico el pasado jueves, el señor Joan Vicenç Lillo proclamaba con orgullo: "Jo ho som d´ERC i som d´Alaró i pens en català". Suspiré de alivio al leer que el señor Lillo piensa en catalán, lo mismo que habría suspirado de alivio si el señor Lillo nos hubiera comunicado con toda clase de garantías, aportando un certificado médico por ejemplo, que era vertebrado y bípedo y pertenecía a la raza humana (uno, que es desconfiado por naturaleza, nunca deja de sospechar que alguno de sus vecinos pueda ser un cuadrúpedo camuflado o incluso un alienígena). Pero luego volví a leer la frase del señor Lillo y caí en la cuenta de que contenía una asombrosa declaración de principios, ya que el señor Lillo se definía primero como militante de ERC y después como natural de Alaró (se conoce que, para él, la militancia en Esquerra Republicana de Catalunya le confiere una realidad ontológica superior al hecho sin duda gratificante y honroso, pero también circunstancial, de haber nacido en Alaró). De todos modos, lo que más me desconcertó de su declaración fue que afirmase con tanta rotundidad y tanto énfasis -hasta parecían oírse unas fanfarrias de fondo, como en los torneos de Ivanhoe- que él pensaba en catalán. ¿Es que acaso el señor Lillo, militante de ERC y natural de Alaró, todo por este orden, podría pensar en algún otro idioma, tal vez el castellano o el tagalo o el urdu? Lo más natural, tratándose de alguien que tiene como lengua materna el catalán, es que esta persona piense en catalán. Muy extraño sería que ocurriera de otro modo.

Si comento aquí esta carta, es porque resulta muy iluminadora sobre la forma de razonar -no me atrevo a llamarla "pensar"- de algunas personas que suelen tener ideas doctrinarias y fanáticas. El pensamiento es el resultado de una serie de procesos cognitivos en los que intervienen la percepción, la memoria, la imaginación y las palabras. Sin palabras -es decir, sin lenguaje- puede existir alguna clase de pensamiento (lo que pensaría un homo erectus al ver la erupción de un volcán), pero el pensamiento articulado necesita un idioma complejo que lo sustente. Y el pensamiento existe para extraer toda clase de posibilidades combinatorias de todos nuestros procesos cognitivos. El pensamiento funciona con lo que uno ve, siente, recuerda, imagina y expresa, y de esa combinación de elementos dispares puede salir lo mismo un poema de Adam Zagajewski que el abyecto razonamiento del etarra que mató a Miguel Ángel Blanco (arrodillado y tembloroso y suplicante), "Txapote" creo que se llama este hijo de puta: "Lo hice porque era una necesidad histórica". Es imposible que dos personas puedan llegar a pensar lo mismo, aunque coincidan en muchas cosas: cada una tendrá una visión distinta y aportará matices diversos. Porque el pensamiento se define por su extrema y vertiginosa libertad. Uno puede pensar en cómo secuestrar y matar a alguien, o en cómo enamorar a la persona que ama. Uno puede pensar en resolver un complicado problema de física cuántica o en la forma más fácil de cometer una infracción de tráfico. Y por supuesto que el pensamiento no está predeterminado por ninguna circunstancia. El pensamiento genuino no hace nada más que cuestionar todas las circunstancias que puedan alterar o tergiversar la forma de pensar de cada uno.

El señor Lillo, en cambio, parece establecer una relación de causa y efecto entre el hecho de pensar en catalán, cosa que tiene que ocurrirle a cualquiera que tenga el catalán como lengua materna -y lo mismo da que sea un catedrático de universidad o un guarda jurado-, y la circunstancia sin duda accesoria de militar en un partido político. El señor Lillo cree que la lengua en que uno piensa imprime un molde universal que condiciona el comportamiento humano hasta el punto de obligar a los hablantes de esa lengua a militar en determinado partido político (y no en un club de comedores de setas o en una asociación de viticultores). Para el señor Lillo, las lenguas ocupan el primer lugar en la toma de decisión de los cerebros humanos. Y más aún, las naciones son unos ogros invisibles que determinan con sus furiosos rugidos lo que cada uno deba decidir sobre la vida. Todo esto es asombroso. Quizá, después de todo, lo que le pasa al señor Lillo es que piensa poco. Aunque sea en catalán.

Pensar en català

No tenc cap dubte que més prest que tard, a les Illes Balears hi haurà un daltabaix electoral del PP. També crec que, si be el PSOE se n’aprofitarà, no ho farà augmentant la seva força sinó en la debilitat del seu adversari més important. Es tractarà d’un afebliment important de les opcions més espanyolistes. Si aquesta hipòtesi fos certa, hi hauria d’haver una tercera, i potser quarta, opció emergent. És molt probable que si qui ha llegit les breus línies anteriors pensa que són equivocades, les que segueixen no faran més que confirmar aquesta primera impressió.  

 

Ja fa temps vaig vaticinar un futur, ara present, de caos. És a dir d’estrès econòmic i social de les famílies treballadores de les Illes, acompanyat d’un desconcert cultural i d’identitat, gairebé crònic després de tants anys d’ocupació espanyola. Aquest, però, serà l’adob necessari pel desvetllament de la consciència de classe i nacional de que tant mancats i necessitats estam. Una crisi que generarà un progrés en forma de mobilització social, cultural, artística, ecologista i política ajudaran a l’assoliment d’objectius nacionals i de solidaritat abans impensables. I serà amb les eines democràtiques actuals, que ningú podrà qüestionar, que Esquerra, la força emergent, entrarà a les Institucions de les Illes.  

 

La darrera part d’aquest història, la que fa referència a l’opció emergent d’Esquerra, m’ajuda a confirmar-la en Mateu Crespí, de Santa Eugènia, quan diu que l’esquerra nacionalista de progrés, és a dir el PSM, no ha d’esperar que “vendran des d’altres territoris a salvar-nos”. La meva pobra suspicàcia em diu que potser es refereix a ERC. Jo ho som d’ERC i som d’Alaró, i pens en català. No he arribat amb cap vaixell amb estelades al vent. Crec que la història que ha escrit el batlle de Santa Eugènia sobre el futur del nacionalisme de progrés, és més rocambolesca que la meva si tan vol, en ignorar un punt clau molt important: la confiança en la gent, en la intel·ligència de la nostra gent.

 

Joan Vicenç Lillo i Colomar.

 

   

E NTRE los colegas del periodismo actual, hay algunos que demuestran en sus escritos de opinión la existencia y la presencia de las tres virtudes teologales clásicas: fe, esperanza y caridad. Otros, de la misma generación, del mismo país y, probablemente, de la misma coyunda circunstancial e histórica, esto es, hijos de la cópula del franquismo con la democracia o viceversa, demuestran, cuando expresan y publican sus ideales patrióticos, llámense nacionales o nacionalistas, que su fe, su esperanza y su amor nada tienen que ver con el concepto cristiano que, probablemente, aprendimos todos en esta Nación en que, por pura casualidad o por pura voluntad de Dios, nos tocó nacer. Quien esto dice de los periodistas opinantes, también lo dice de otros colegas de mi tiempo que, al entrar en el tercer milenio de la cristiandad, todavía subsistimos y damos la matraca al paciente lector.
Acabo de recibir dos “emilios” de la vieja y esplendorosa escuela de “don Emilio”, el “director” por antonomasia. Uno es de Germán Lopezarias que, por lo que veo, renueva su juventud como el águila sus plumas. Otro es de Amilibia que, bajo el clamor de su última novela, “¡Gora Stalin!. El gudari cojo”, me recuerda los muchos trenes que nos han pasado ya por encima. Son dos breves epístolas electrónicas que me estimulan a seguir remando en el vasto mar. Como el clásico latino, declamo un verso eterno y desolador: “Apparent rari nantes in gúrgite vasto”. En efecto, Amilibia y Lopezarias, dos maestros de mi gremio, se me aparecen como extraños náufragos (“rari nantes”) en el vasto piélago en que sobrevivimos.
Observo, sobre todo ahora en plena campaña electoral, el panorama crispado e indecente de los distintos informadores políticos, hoy absolutamente convertidos en opinantes políticos. En el fondo, sólo se aprecian diferencias substanciales entre los intereses de sus respectivos amos y fautores. En el fondo, nada hay tan idéntico a un cretino de derechas como un cretino de izquierdas.
¿Cuál es la diferencia –me pregunto una vez más– entre un escritor político y un político escritor? Nos lo explicó Madariaga, hace más de treinta años en el suplemento dominical de ABC de marzo de 1973. Nos ponía los ejemplos de Disraeli, como político escritor, y de Tocqueville, como escritor político. Disraeli aspiraba al poder cuando escribía y todo, en sus escritos, está subordinado a la consecución del poder. Tocquevile, por el contrario, sólo aspiraba a fortalecer su opinión y su ideal mediante sus escritos, sacrificando, como es de suponer, su carrera política.
Observo a dos periodistas de mi tierra: Eduardo Jordà y Tomeu Martí. Los dos son jóvenes y los dos son mallorquines, los dos han leído bastante, creo yo, y los dos publican periódicamente en Diario de Mallorca y en Diari de Balears, respectivamente. Si alguien ha leído sus dos últimos trabajos y los analiza sin prejuicios, observará que Eduardo es ironía y Tomeu es quejumbre, uno se ríe de su propia sombra y se desmarca olímpicamente de los tópicos vigentes del nacionalismo independentista que está en boga y el otro se obstina en arengar a sus respetables amigos y seguidores, para que no dejen de librarse de la invasión cultural y de hacer frente “a la fuerza de las armas de los españoles invasores” y, para que no dejen de cagarse en la leche que mamaron Franco, en 1893 en El Ferrol, y Felipe V, la bestia negra del catalanismo a ultranza, en 1683 en Versalles. Creo que son más de doscientos los artículos publicados por mi joven colega y paisano Tomeu Martí y creo también que es el articulista que mejor cumple la norma imperial de Napoleón, que dice textualmente así: «La repetición es la más enérgica de las figuras». Creo, sinceramente, que Martí nos ha publicado doscientas veces seguidas el mismo artículo, o sea, que es «inasequible al desaliento», como los mejores falangistas españoles del siglo pasado. Junto a él, cuatro «talibanes de pegote» amparan y jalean su incuestionable patriotismo, independentista y republicano. Me convence y me gusta más la ironía de Jordá, donde sus nacionalistas son paranoicos y oyen voces de ultratumba a todas horas, que la pertinaz lamentación de Martí acerca del paraíso perdido, donde sus héroes son, como mi santo patrón, San Juan Bautista, la voz del que clama en el desierto o, lo que a mi juicio es peor, el silencio cómplice de quien calla ante los asesinatos. Con todo, la noticia es sagrada, la opinión es libre y la comparación es odiosa. En suma, lo que importa es saber quien es escritor político y quien es político escritor, por si las moscas…

Joan Pla

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