Jaume Renyer

per l'esquerra de la llibertat

1 de febrer de 2015
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Luis Martínez Garate: “Proceso hacia la independencia”

Luis Martinez Garate, un dels dirigents de Nabarralde, publica al digital del seu col·lectiu el proppassat 29 de gener aqueix interessant article des de la perspectiva euskaldun sobre el procés català d’alliberament nacional que cal tenir en compte en vistes a restablir lligams en el comú conflicte amb l’ordre estatal espanyol:

“Se puede decir, a pesar de las dificultades por las que atraviesa, que el único proceso hacia la independencia que se mantiene vivo en Europa occidental es el catalán. El proceso escocés, demasiado confiado en la acción de un partido político –el Partido Nacional Escocés de Alex Salmon- y con poco soporte de la sociedad civil, se ve muy reducido tras el referéndum del pasado año. En Flandes parece que no acaba de surgir un movimiento social ni político que se plantee con seriedad y consistencia la separación del Estado belga.

De nuestro caso, mejor no hablar. Tras la retórica grandilocuente con la que se expresan quienes se autocalifican de “vanguardia independentista”, se oculta el vacío de la incapacidad de trabajar con efectividad hacia la misma a pesar de la indudable fuerza de su base social. Ante su falta de iniciativa social o política se refugian en una cómoda aceptación acrítica de los marcos administrativos y políticos impuestos por la secular dominación hispano-francesa. Su “nuevo” planteamiento pretende ejercer lo que llaman el “derecho a decidir”, mediante las votaciones organizadas en ellos por quienes los han determinado con el fin de facilitar nuestra sumisión e integración en sus respectivos estados. No son capaces de establecer un relato compartido del país, de definir unos símbolos comunes ni una perspectiva colectiva de futuro. En Vasconia existe una capacidad social que no se ha mostrado en Escocia ni se percibe en Flandes. Falta la capacidad de dirigirla al objetivo estratégico y democrático de la independencia. Se fía todo a la acción institucional. Ni tan siquiera se abre un debate serio sobre dichos asuntos.

El caso catalán presenta unas características que lo convierten en original. La primera, evidente, es la existencia en la vanguardia de un movimiento social de gran alcance y capacidad organizativa. El movimiento social en pro de la independencia del Principado de Cataluña organizó, a partir de 2009, las consultas en la mayor parte de los municipios, al margen por completo de la institucionalización oficial y con unos resultados de gran trascendencia, por los resultados en sí pero, sobre todo, por la movilización y toma de conciencia que supusieron. La Asamblea Nacional Catalana, Omnium Cultural, la Asociación de Municipios por la Independencia y otros grupos han sido capaces de movilizar a casi dos millones de personas en varias manifestaciones o concentraciones desde 2010 y de organizar una consulta el 9 de noviembre de 2014, no sólo al margen de las instituciones españolas, sino contra ellas, en un acto de desobediencia civil inaudito e inconcebible por estos pagos.

La sociedad catalana ha demostrado de sobra su voluntad de independencia. Es un dato adquirido y sin vuelta de hoja. En este momento hay un enfrentamiento claro entre la legitimidad democrática expresada en el movimiento civil y la legalidad formal que tributa al régimen político español. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, intentó salvar el salto en el vacío que supone la ruptura de la legalidad actual y el acceso a otra legítima. Tras la votación ilegal del 9 de noviembre, hizo una propuesta para dar el paso decisivo. La propuesta era consistente y estaba bien trabada. Consistía en convertir unas elecciones dentro de la legalidad española, “autonómicas” que llaman, en un auténtico plebiscito por la independencia. Su propuesta exigía “pasar” del sistema de partidos tributarios del régimen español (autonómico) y constituir una candidatura nacional, “transversal” y unitaria -también con los actuales partidos pero sobre todo con la sociedad civil-, con el único objetivo de lograr el apoyo formal de los votantes del Principado para romper con la legalidad española y pasar a una nueva basada en la legitimidad democrática catalana. El plan consistía en aprovechar el impulso del 9 de noviembre y hacerlas en la primavera de 2015.

Esta propuesta no ha prosperado y ha sumergido la política del Principado, una vez más, en las peleas burocráticas y de vuelo gallináceo de los partidos españoles que operan allí. El objetivo democrático, nacional, es decir la independencia, se encuentra supeditado a los avatares de la gestión de la autonomía. El mismo hecho de posponer las votaciones que han sustituido al plebiscito independentista propuesto por Mas hasta el próximo septiembre, lleva a que las disputas autonomistas y de corto plazo se incrementen de forma notable y peligrosa para el proceso de independencia. De hecho el enfoque que ha forzado la partitocracia, sobre todo desde ERC y con la aceptación de CDC, supone un vuelco con relación al planteamiento plebiscitario inicial de Artur Mas.

Se han vuelto a poner en el candelero, como primordiales, lo que llaman los asuntos “sociales” frente al conflicto democrático básico, el “nacional”. El complejo de inferioridad del dominado, el síndrome de Estocolmo, el rechazo a la “derechización” que supone, dicen, un proceso encabezado por Artur Mas, son muestra de las dificultades que un país dominado, colonizado mentalmente, sometido a un sistema social, económico y político totalitario como el español tiene para alcanzar el nivel de independencia de pensamiento y estrategia necesario para que su vía a la independencia tenga posibilidades de éxito. Las elecciones propuestas para el 27 de septiembre, por mucho que los partidos que serán sus protagonistas pretendan acordar en algún punto programático común, serán unas elecciones autonómicas entre unos partidos sometidos al régimen político español. El protagonista no será la sociedad catalana, tal como era en el primer planteamiento de Mas. Ya desde las próximas elecciones municipales se presentan como una lucha por la “hegemonía” dentro de Cataluña. Quienes así lo proponen olvidan que la hegemonía real, con mayúsculas, la sigue ejerciendo el Estado español del que Cataluña es una simple Comunidad autónoma.

El primer problema social y democrático que hay que resolver es el nacional. Sin su solución positiva cualquier salida es en falso y no democrática; sin ella el resto de problemas “sociales” no pueden encontrar una solución positiva para el pueblo de la nación sometida. Sin un Estado propio, el primero de los derechos humanos ya que garantiza el resto, no hay más que sumisión. Para empezar no hay derecho ni a la ciudadanía. Los catalanes, como nosotros, son ciudadanos españoles, de hecho y de derecho, a nivel internacional. Podremos definirnos como de “nacionalidad catalana”, o “navarra/vasca”, pero como nos lo suelen recordar siempre que pueden, nuestros documentos de identidad dicen que somos ciudadanos españoles, o franceses en su caso.

¿Tendrá la sociedad catalana la fuerza, iniciativa e imaginación suficientes para dar la vuelta al actual embrollo y culminar su proceso de independencia sin perderse en laberintos que no tienen otra salida que la continuación del sometimiento?”

Post Scriptum, 2 de febrer del 2015.

Avui Gara ha publicat l’article del meu amic.

Post Scriptum, 3 de febrer del 2021.

Sis anys després d’escriure aqueix article Luis Martínez Garate en va publicar un altre, el 22 de setembre de l’any passat, al seu bloc amb una reflexió molt crítica del procés català que segueix amb tanta atenció, ¿VOLVEREMOS A VENCER?:

La presentación en Vilaweb (2020/09/08) del libro “Tornarem a vencer (i com ho farem)”, traducido al español “Volveremos a vencer (y cómo lo haremos)”, escrito a cuatro manos por Oriol Junqueras y Marta Rovira y presentado como la vía que preconiza ERC para alcanzar la independencia de Cataluña, me ha llevado a las consideraciones que expongo a continuación.

Roger Torrent, actual President del Parlament de Catalunya, comenzó el acto con una conocida frase de Joan Fuster: “Toda política que no hagamos nosotros será hecha contra nosotros”. Una gran frase, y cierta por lo menos en el caso de que nosotros “hagamos política”. Y aquí, ya, me entra la duda. ¿ERC propone actualmente “hacer política”? Mi respuesta es: no, o, por lo menos, no una politica propia en el sentido de Fuster. Y lo razono.

Me da la sensación de que ERC tiene una visión plana de lo que es política. Se queda en un electoralismo de corto alcance Estoy seguro de que muchas personas en ERC tienen una idea más cabal de lo que es, pero el aparato que actualmente dirige el partido, diría que no.

Esto tiene varios aspectos. El primero consiste en que, según ellos, el proceso político se basa en las elecciones. Se asume su valor “democrático” en el contexto actual, sin poner en cuestión el sistema de dominio del Estado español sobre los Países Catalanes, Navarra-Euskal Herria, etc., ni su corrupción estructural y la participación que tienen en ella los partidos políticos que sustentan el Régimen del 78.

El segundo, es que tienen una visión muy “estática” de lo que es la política, hacen equivaler los resultados electorales al concepto de “relación de fuerzas sociales” y, también, confunden la idea de “hegemonía” con la del triunfo electoral. Son, ambos, conceptos de largo alcance, pero muy devaluados por ERC. La política debe basarse en un análisis que perciba la realidad en su conjunto: estados de opinión, reivindicaciones de calle, encuestas, resultados electorales, movilizaciones sociales, propaganda, artículos en prensa, twitters, muros de Facebook. Todos ellos están, por supuesto, sesgados hacia alguna postura, empezando por la de los que callan. De lo que se trata es de percibir si existe un hilo conductor que indique una tendencia.

Sobre la política inciden muchos factores, todos relacionados con el poder. El poder en mayúsculas, el de los estados, las grandes corporaciones y empresas, organismos internacionales… pero también los de los movimientos sociales, sin olvidar los micropoderes, que funcionan sin notarse como son las reglas familiares y sociales en general y del modo básico como opera el nacionalismo banal.

La relación de fuerzas sociales es un factor profundo y marca la tendencia del conflicto. Los partidos políticos o los sindicatos responden a los valores de alguna de las fuerzas en presencia, pero no representan plenamente los intereses en juego, sobre todo en el caso español en el que están controlados por la burocracia y subvenciones estatales de todo tipo.

El tercero sería el olvido que manifiesta el aparato de ERC de la jerarquización de las contradicciones sociales, reflejadas a partir de los diversos intereses en presencia. En cada momento, dado un sistema politico, hay que tener en cuenta cuál es la contradicción principal, frente a las secundarias. Sólo así se puede incidir en ella a la hora de afrontar estrategias, coaliciones, incluso tácticas a corto plazo. Se propone constituir lo que, según Gramsci, se denomina un bloque histórico. Éste es otro concepto notable, que poco tiene que ver con las alianzas de los partidos políticos al uso. Va alineado con la idea de hegemonía, como expresión de una forma de percibir el conflicto y su posible solución, con independencia de las fuerzas organizadas burocráticamente,

Si nos ceñimos al caso de Cataluña dentro del Estado español, la contradicción principal, definida por el propio Estado, se produce entre el movimiento independentista y las fuerzas partidarias de mantener el “estatus quo”, que podemos describir como “Régimen del 78“, continuador del franquismo, para abreviar. Es la contradicción que más duele al aparato del Estado y sus intereses. De acuerdo con esto, la “relación de fuerzas sociales” se expresa hoy en Cataluña, en el conflicto entre los partidarios de la independencia, -movimientos y asociaciones de todo tipo, grupos de presión, medios de comunicación, sindicatos, partidos politicos, incluso individuos- y quienes defienden el mantenimiento de la unión con España dentro de su Estado y con el apoyo de todo su aparato.

Una de las mayores aportaciones del Proceso (desde las primeras votaciones en Arenys de Munt en 2009) ha sido conseguir que la hegemonía social en el Principado estuviera en manos del independentismo. Y aquí entra en juego uno de los principios estratégicos de base, que consiste en avanzar siempre sobre los llamados datos adquiridos. No se debe insistir en refrendar datos ya consolidados. Hay que avanzar sobre ellos, con objetivos cada vez más ambiciosos de cara al objetivo, la independencia. En Cataluña se han hecho múltiples consultas; muchas, inicialmente, a nivel local, como las comenzadas en Arenys de Munt -ya citada antes- en 2009, y, posteriormente, dos más en todo el Principado: la de Artur Mas en 2014, tolerada por el Régimen, y el 1-O de 2017 sañudamente perseguido y castigado. Su desarrollo y resultados dejan a las claras cuál es la relación de fuerzas y dónde se ubica la hegemonía en Cataluña. Es ocioso seguir dando vueltas a la rueda del hámster. Las fuerzas unionistas ponen en cuestión permanentemente estos logros, pero son maniobras distractivas.

Cuando una nación dominada consigue adquirir unos datos, asumidos por su parte (más) activa desde el punto de vista político, y conforma una perspectiva propia de ver su nación y el mundo en general, se constituye en sujeto político, condición necesaria para su emancipación. Este grupo cohesionado y hegemónico concreta el núcleo de la nación, es su mayoria cualificada. Liderará la lucha por su liberación, por su constitución en Estado. Y es, precisamente, ese conflicto, esa lucha, la que con su movilización social (y no con la pasividad del “puerta a puerta” o el “buen gobierno autonómico” que propone ERC) frente al Estado podrá ampliar la base de verdad y constituir un movimiento imparable capaz de consolidar la independencia. Se trata de entrar en una espiral virtuosa, que se amplía en su propio movimiento.

Hay otro asunto que conviene recordar y que en política (la de verdad) es muy importante. Es la clásica dialéctica entre fines y medios. Es un engaño grave, afirmar que se busca un fin –la independencia- cuando los caminos que se siguen van en sentido contrario. ERC dice que persigue la independencia como fin, pero todos los “medios” que utiliza son los que le ofrece el (escaso) marco autonómico del Estado español. Los medios que emplea son los que determinan sus fines. El resto es una farsa.

En resumen, ERC plantea un independentismo mágico alejado por completo del análisis de la realidad social y basado exclusivamente en la buena voluntad de las personas, su capacidad de sacrificio por la causa y… los resultados electorales. No es fácil saber si ese posicionamiento de su aparato responde a unos intereses limitados de quienes lo controlan, pero es constatable que sólo lleva a sostener el Régimen del 78. Y dentro del mismo… lasciate ogni speranzza…

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