Totxanes, totxos i maons

El Bloc de Joan Josep Isern

7 de juny de 2017
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El dia que el públic del Madrid va esbroncar Alfredo Di Stéfano.

Actualment parlar d’ingressos en concepte de publicitat i drets d’imatge dels famosos  –i, molt especialment, dels esportistes–  és un tema suat sobre el qual sembla que ja està tot dit. El que molta gent potser no coneix tan bé és quan, i sobretot qui, va ser el pioner en aquest assumpte.

Segur que a molts de vosaltres us vindrà a la memòria la imatge de Johann Cruyff anunciant les pintures Bruguer i els calçotets Jim a mitjans dels setanta. I una mica més cap aquí, anys noranta, posant la seva imatge a una campanya de la Generalitat de Catalunya contra el consum de tabac.

(Si cliqueu al damunt la imatge es fa una mica més gran)

(Si cliqueu al damunt la imatge es fa una mica més gran)

El cert, però, és que el veritable pioner a España d’aquesta manera de fer-se popular i, de passada, d’embutxacar-se alguns (o molts) calerons va ser Alfredo Di Stéfano, líder indiscutible del Real Madrid, que a finals de 1962 va protagonitzar un anunci de premsa i televisió  –els recordo perfectament– que va escandalitzar, i molt, a tot el madridisme.

Perquè tingueu tots els detalls us reprodueixo íntegrament un article del periodista Alfredo Relaño publicat fa quatre anys a El País (diari que, lògicament, mantinc ben allunyat de mi). L’he trobat en el seu llibre de records esportius: “Memorias en blanco i negro” (Roca Editorial de Libros, 2014). Per cert, ho aclareixo per si algú té algun dubte: el senyor Relaño és madridista.

El text està escrit en llengua impròpia però crec que, fent una mica d’esforç, l’entendreu. En tot cas, si hi hagués algun mot o expressió que no acabeu de capir en llengua juleia feu-m’ho saber i miraré de passar-vos el significat a la llengua normal, la d’aquí.

 

Broncazo a Di Stéfano en el Bernabéu

Alfredo Relaño (El País, 07.01.2013)

“Era un seis de enero, a las cuatro y media de la tarde. Mi primera temporada como socio del Real Madrid. Socio-abonado, junto a mi hermano y dos primos que se intercalaban en edad entre él y yo. Di Stéfano era un semidiós, o de ahí para arriba. Para mí había sido hasta poco antes un sonido victorioso en la radio. Empecé a ir al fútbol en septiembre. Yo iba a favor de Amancio. Mi hermano iba a favor de Gento. Di Stéfano y Puskas estaban fuera de discusión.

En esas, Di Stéfano nos traicionó. El 16 de diciembre de 1962, domingo, aparece en toda la prensa nacional un anuncio en el que se ve a Di Stéfano vestido de jugador del Madrid de cintura para arriba, pero de cintura para abajo se ven unas bellas piernas de mujer cruzadas, embutidas en bellas medias y calzadas con zapatos de tacón alto. El texto del anuncio (página completa o robapáginas, como llamamos en el sector a los anuncios rectangulares que ocupan gran parte de la página, decía: “Si yo fuera mi mujer, luciría medias Berkshire”). Al mismo tiempo, en Televisión Española, la única televisión de España que no todo el mundo tenía pero que todo el mundo veía (en casa de un pariente acomodado, en un bar, en el escaparate de una tienda…) aparecía insistentemente el mismo reclamo. Di Stéfano llegaba, corriendo con el balón en los pies, ante un periodista, que le entrevistaba.

Estamos ante Alfredo Di Stéfano, el mejor jugador del mundo, que nos va a hacer una importante declaración.
¿Pues saben lo que les digo? Que si yo fuera mi mujer luciría medias Berkshire.

Y el plano corto que se le había grabado de Di Stéfano según llegaba a la cámara se traducía en una toma trucada que al picar hacia abajo descubría de nuevo unas bellas piernas de mujer, embutidas en medias Berkshire y calzadas en zapatos de tacón.

Quizá no sea difícil, aún a la distancia de 50 años, hacerse idea de lo que aquello representó en su momento. ¿Se imaginan que lo hicieran hoy Cristiano Ronaldo o Messi? Pues llévenlo a 50 años atrás, en tiempos en los que todos los hombres vestían de negro, gris o marrón, en los que la sola ocurrencia de vestir una camisa azul celeste (no digamos ya rosa) o un pantalón de color alegre hubiera acarreado las peores invectivas. Que Di Stéfano, héroe nacional, campeón del madridismo, ciudadano universal víctima ese mismo verano del secuestro de un grupo revolucionario venezolano (lo que le hizo portada del TIME americano), se mostrara en tan impúdica pose fue una calamidad para los madridistas de la época.

Santiago Bernabéu se puso hecho una furia. No había sido consultado de antemano por Di Stéfano y aquello le sentó tan mal como a todos los madridistas. Le citó, le abroncó, pero no había en la relación contractual del Madrid con Di Stéfano nada que inhabilitara a este por hacer algo así. El jugador había cobrado por el anuncio 150.000 pesetas, una cantidad importante en la época, si se piensa que por entonces un gran piso en La Castellana podía costar en torno a 500.000 pesetas. Di Stéfano ganaba por esos años cuatro millones por temporada en el Madrid, sueldos y primas aparte. El monto de ese anuncio era considerable.

Santiago Bernabéu trató de echar para atrás el anuncio, y en ese empeño gastó sus días de la Navidad entre 1962 y 1963. Mientras, la afición madridista vivió unas navidades entre humillada y enfurecida. Para más inri, coincidió aquello con la única larga baja de Di Stéfano que se produjo durante sus 11 años en el Madrid. Di Stéfano había acudido al Mundial de Chile con un dolor en la espalda que, según él siempre me dijo, se le acentuó por el empeño que tenía Helenio Herrera (entrenador) en hacerle bajar de peso. Di Stéfano siempre pensó que su peso-forma eran los 76 kilos, y que el empeño de Helenio Herrera en bajarle a 72 fue lo que le descompensó la espalda y le impidió jugar el Mundial de Chile. Secuelas de esa descompensación (que luego le han pesado toda la vida, más allá de distintas operaciones) le tuvieron sin jugar en el otoño-invierno de 1962.

Así que cuando por primera vez salió el anuncio, el 16 de diciembre del 62, el Madrid jugó en Córdoba sin Di Stéfano, y empató a uno. Mal resultado para la época. Con un run-rún y todavía sin Di Stéfano, hubo goleada (5-0) sobre Osasuna en el Bernabéu, con Tejada, Amancio, Félix Ruiz, Puskas y Gento en la delantera. La semana siguiente, aún sin Di Stéfano, el equipo sale goleado en Mallorca (5-2), el penúltimo día del año.

Para la primera jornada del año, Día de Reyes de 1963, Di Stéfano regresa por fin, recuperado de sus dolores en la espalda. Al frente del equipo sale, como siempre, Gento, el capitán. El último, Puskas, que cuida como siempre de saltar la raya y poner dentro del campo en primer lugar el pie izquierdo. El meta Vicente reemplaza a Araquistain, al que los cinco goles de Mallorca (ambos se alternaban) devuelven al banquillo. En el centro de la fila, entre los Isidro, Santamaría ,Casado, Müller, Pachín, Amancio, Félix Ruiz y los más arriba citados, Di Stéfano, al que se dirige una ruidosa bronca. Sigue la bronca incluso cuando Gento cambia banderines con Orúe, el capitán del Athletic, entonces Atlético de Bilbao, o simplemente el Bilbao, como decíamos…

Y más bronca cada vez que toca la pelota. ¡Y mira que tocaba la pelota! Casi más que Xavi ahora. Y tampoco se equivocaba nunca. Y en el minuto 18, golazo de Di Stéfano. Y los pitos que se aplacan. Ya se da paso al partido. Al fin y al cabo, ¡lo que está abajo es el Atlético de Bilbao! Antes del descanso empata Argoitia, aquel jugadorazo del que pocos se acuerdan. En el descanso las conversaciones se dividen entre los que aún atacan a Di Stéfano y los que se confían a él. En el 49, Di Stéfano marca otro golazo y ya todo es una ovación a su favor cada vez que toca el balón. Aún habrá un 3-1 de Gento y un 3-2 de Argoitia, pero el hombre del día solo fue uno: Di Stéfano.

Con el tiempo supe que Bernabéu le exigió que retirara el anuncio y que él se negó. Bernabéu tuvo que pagar las 150.000 pesetas que la marca de medias le dio a Di Stéfano. Berkshire renunció a su campaña (tres meses de alta intensidad, tres meses después de dos anuncios por semana) pero, unas cosas con otras, la operación le salió redonda.

Y Di Stéfano se hizo perdonar aquello en cuanto se encontró con el balón entre las piernas, sus auténticas y peludas piernas de futbolista, con aquellos dos goles a Carmelo.

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