Totxanes, totxos i maons

El Bloc de Joan Josep Isern

13 de setembre de 2005
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El pregó de Màrius Serra.

Dissabte passat varen començar les festes del barri d’Horta i l’organització va demanar a l’escriptor Màrius Serra, il·lustre veí del barri, que pronunciés el pregó inaugural. Avui, a La Vanguardia, en la seva secció “El runrún” dels dimarts i els dijous es reprodueix la part final -en versió castellana, és clar- de l’esmentat pregó. Una cloenda en la qual a partir de la constatació d’una colpidora situació personal Serra aporta una notable dosi de seny a un assumpte -la famosa narcosala de la Vall d’Hebron- en el que no tothom, veïns inclosos, ha sabut estar a l’alçada de les circumstàncies.

 

“Horta es diferente” (La Vanguardia, 13 de setembre de 2005)

“Mi barrio barcelonés está en fiestas desde este sábado, a dos semanas vista de la Mercè. Este año nos hemos conjurado para que las nuestras no acaben como las de otros barrios históricos de Barcelona, que este verano han transformado el dale-que-te-pego en frase literal. Horta tiene fama de zona tranquila. No en vano su principal atracción turística es un laberinto vegetal en el que cada año se deben perder centenares de turistas, con todo el plus de felicidad que eso implica para los que vivimos cerca.”  (n’hi ha més)

“Los autocares que cada noche escupen grupos de turistas en los restaurantes masía cercanos a la Vall d’Hebron se los llevan tal como los han traído. Por la Ronda de Dalt. Eso nos ahorra el insoportable trasiego propio del centro de Barcelona y los brotes de incivismo e iniquidad que tanto preocupan a todos últimamente. Reconforta no vivir obsesionado por chancletas, bongos y meados, pero tampoco se crean que esto sea Shangrilá.

Más allá de la desgraciada negligencia que aún tiene a muchos vecinos del Carmel viviendo lejos de sus pisos, en Horta se está gestando una nueva modalidad de enfrentamiento violento. En otros barrios, quienes ejercían de vándalos eran los ruidosos partidarios de mezclar a Timothy Leary con Bob Marley, Johnny Walker o incluso Justerini, Smirnoff & Brooks. La Guardia Urbana se les enfrentaba con desigual fortuna y los vecinos se limitaban a pedir paz social.

En Horta las cosas no funcionan del mismo modo. La Guardia Urbana también se emplea a fondo, pero aquí tiene enfrente a una banda de vecinos sobrios que no están dispuestos a que el vandalismo sea patrimonio de turistas y foráneos. Éstos reparten sopapos para evitar que los seguidores de Timothy Leary lleguen a una consulta médica conocida con el desafortunado nombre de narcosala. Son vecinos aguerridos, capaces de saltar entre los coches que zumban por la Ronda de Dalt como Hemingway corría los sanfermines. Cortan la vía por lo sano y amedrentan a los enfermos. No les quieren cerca. Deben pensar que situar una consulta médica al lado de un hospital es una idea completamente descabellada. Conozco la zona de Montbau desde mi adolescencia porque algunos de mis compañeros de escuela eran de esta parte del mundo. Cuando yo iba a Montbau cada semana, por ejemplo a un concierto de Sisa, Leño o Pau Riba, las narcosalas eran las plazas y las calles. Décadas después, vuelvo a frecuentar la zona cada vez que acompaño a mi hijo al hospital de la Vall d’Hebron. Porque mi hijo es drogodependiente. Sólo tiene cinco años, pero nació con parálisis cerebral y cada día se mete en el cuerpo una medicación psicotrópica que ríete tu del camello de Bob Marley. También es un enfermo. ¿Por qué mis convecinos no me impiden que acceda al hospital infantil empujando su silla de ruedas y en cambio se lo quieren impedir a los drogatas? Ellos también son unos enfermos. ¿Es que hay enfermos buenos y enfermos malos? ¿Los hay de primera, como mi hijo, y de segunda, como tantos otros hijos de gente del barrio que han emprendido un mal viaje? ¿De qué tienen miedo esos vecinos airados? Incivismo no sólo rima con turismo. También rima con victimismo. ¡Gora Horta!”

 

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