10 d'octubre de 2010
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“EL 29-S DESDE DENTRO” per Alberto Arce

EL 29-S DESDE DENTRO

02-29-s

Ya has visto un carro de imágenes (entre ellas, las nuestras) del
29-S. Quizá te has reído con expresiones de nuevo cuño como esa de
“ciudad antisistema-friendly”. Pues bien, Alberto Arce estuvo en la
asamblea dentro de la antigua sede de Banesto desde días antes de la
batalla. Y esta es la crónica de lo que vio aquellos días hasta que una
pedrada lo mandó a casa.

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EL 29-S DESDE DENTRO

02-29-s

Ya has visto un carro de imágenes (entre ellas, las nuestras) del
29-S. Quizá te has reído con expresiones de nuevo cuño como esa de
“ciudad antisistema-friendly”. Pues bien, Alberto Arce estuvo en la
asamblea dentro de la antigua sede de Banesto desde días antes de la
batalla. Y esta es la crónica de lo que vio aquellos días hasta que una
pedrada lo mandó a casa.


1. Reapropiación

01-29-s

Estoy en la terraza de la ex sede de Banesto en Barcelona. Estoy con
H, un joven abogado y uno de los responsables de que, al menos por unos
días, el control de este edificio hayan cambiado de manos: de la agencia
inmobiliaria propietaria a la bandera pirata que ahora ondea en el
pararrayos del piso 12. Bajo las ventanas del sexto piso, un cartel
trata de vender, aún, una promoción de apartamentos de lujo que nunca
llegaron a construirse. Hace 74 años, en julio de 1936, en esta misma
terraza una miliciana de 17 años se dejó fotografiar en la terraza del
Hotel Colón, entonces sede del PSUC. Aquella imagen se convirtió en uno
de los iconos de la revolución que nunca llegó.

H me explica que el sábado 25 de septiembre, al terminar una
manifestación, se procedió a la toma pública del edificio. La acción
tuvo poco de espontánea: “Varios compañeros llevaban días dentro. No
puedo contarte cómo entraron pero cuando la mani se disolvía, comenzaron
a lanzar bengalas y descolgar pancartas desde la terraza. Abrieron las
puertas y entramos. Al estar previamente ocupado no se comete delito
flagrante al entrar en el edificio y la policía no puede intervenir de
oficio”.

Se muestra satisfecho porque el juez ha decidido no ordenar el
desalojo inmediato pese a la denuncia presentada por los propietarios.
Banesto vendió este edificio en 2003 por 63 millones de euros.
Posteriormente cambió de manos hasta cinco veces en cuatro años. La
inmobiliaria Monteverde lo compró por 110 millones de euros en 2007.
Entre tanto, el edificio ha permanecido vacío y ha generado una
plusvalía del 95% respecto a su precio inicial. Como tantos otros miles
de bienes inmuebles de la ciudad. Transformarlo en sede temporal de la
autodenominada “Asamblea de Barcelona” y de su plataforma de acción, el
“Movimiento del 25-S”, a fin de que sea el centro neurálgico de la
“huelga de los que no pueden hacer huelga el 29-S” ha salido gratis.

Para H y sus compañeros, el edificio no es más que una metáfora del
capitalismo en ruinas, de la burbuja inmobiliaria que afecta a la
ciudad. Los escalones por los que descendemos hacia el hall en el que
tienen lugar las actividades de la Asamblea de Barcelona continúan
cubiertos por plásticos protectores medio deshechos. Puede leerse
todavía “Timeprotec”, el nombre de la empresa que los suministró.
“También tenemos los planos de obra”, me informa H. Veo los cascos de
unos albañiles que hace años abandonaron el trabajo. “Quizás sus
antiguos propietarios forman parte del 19% de la población activa que no
podrá ir a la huelga el 29 de septiembre. Quizá estén en el paro”.

Pese a su implicación en el movimiento, H. trabajó el día de la
huelga general. Como abogado, trató de sacar de las comisarías al casi
medio centenar de “antisistema” detenidos por los Mossos de Esquadra en
los alrededores del edificio.

2. La huelga de los que no pueden hacer huelga

03-29-s

“A partir de las movilizaciones contra el plan Bolonia, y durante el
largo encierro que mantuvieron los estudiantes en la universidad se creó
un núcleo duro de unas 400 personas que mantienen fuertes vínculos
políticos y acumulan cada vez más experiencia en la movilización”. Quien
habla es I, uno de los miembros de la “Asamblea de Barcelona” que ha
ocupado el edificio.

Pone especial énfasis en el factor generacional cuando se le pregunta
por el origen del “Movimiento del 25-S” y la huelga general alternativa
que se organiza desde aquí. “Entendimos que a raíz de la convocatoria
de la huelga general era necesario intervenir en las calles con voluntad
disruptiva y de desobediencia. En 2009 la universidad permaneció tomada
varios meses, se ocupó un supermercado, se realizaron acciones por la
gratuidad del transporte, se ocuparon dos edificios, en plena Gran Vía,
en los que vio la luz la Universidad libre de la Rimaia y contamos
también con la experiencia de la ocupación temporal del Hotel Mandarín
en Paseo de Gracia”.

Según me cuenta, la Asamblea de Barcelona es una iniciativa que aún
no ha tenido tiempo de madurar pero que no se limita a los jóvenes y que
viene cultivándose desde hace varios años en diferentes entornos. “El
sindicalismo alternativo barcelonés, el más clásico y al mismo tiempo
aún combativo, comienza a confluir a finales del año pasado con los
estudiantes. A mediados de este mismo mes de septiembre toman forma,
finalmente, los Comités de barrio y de Centros de Trabajo”.

I ha formado parte de todo el proceso y puede explicar el
planteamiento de fondo de este movimiento: “Crear un discurso que
interpele a los sujetos que no pueden sumarse a la huelga institucional a
partir de la pregunta ‘¿Qué hacemos los que no podemos hacer huelga?’
Trabajadores desempleados y precarios, pensionistas, empleadas del
hogar, migrantes sin papeles, músicos de la calle y trabajadoras del
sexo”. La lista, según él, alcanza a millones de personas.

¿Por qué este edificio? “Más allá de la denuncia de la especulación
urbanística y el papel que juegan los bancos en ella, recuperamos un
espacio central de la ciudad para uso colectivo. A lo largo de estos
días hemos tratado de generar ‘cajas de herramientas’ con las que
responder a la crisis”. I está tan sorprendido como satisfecho de
algunos de los ejemplos de los que ha sido testigo en apenas 48 horas.
El “Foro de cuidados y vida independiente” creado por personas con
“movilidad diferente” (las que van en silla de ruedas), por ejemplo. O
el grupo de mujeres denominado “Mujeres p´alante”, compuesto por mujeres
latinas que cuidan a ancianos. “Los sindicatos no tienen respuesta para
toda esta gente”.

¿Y vosotros sí? “Por supuesto”, responde sin dudar. “Las cooperativas
de trabajo surgen como una de los instrumentos más útiles para ciertos
colectivos invisibilizados. Criminalizados, incluso. Como las
trabajadoras sexuales sometidas a explotación”. Sin dejar de hablar, I
trata de conseguir ceniceros para los fumadores. “Es importante mantener
el espacio limpio y ordenado”.

Pocas horas después, fue detenido por la policía en el barrio de
Sants mientras participaba en un piquete informativo. Ningún periódico
le entrevistó mientras duró la “reapropiación” del banco. No obstante,
las crónicas del día después no dudaron en meterlo, junto a los otros 40
y pico detenidos del 29-S en Barcelona, como uno de los “violentos que
sembraron el caos en la ciudad”.

3. Buscando a Mister Hyde en una asamblea.

En el exterior del edificio, enormes pancartas ofrecen consignas a
los viandantes: “Esta es una invitación a luchar juntos, a la huelga
social”. Una mesa informativa invita a acercarse a viandantes y curiosos
mientras se reparte un periódico de 8 páginas editado especialmente
para la ocasión. Por dentro, el esqueleto vacío de un edificio, puro
hormigón, ladrillo rojo, escayola reventada, ventanas sin cristales. Un
par de focos alumbran el espacio gracias a dos generadores. La asamblea
está a punto de comenzar.

Veo gente de todas las edades y orígenes. Desde mujeres que amamantan
a sus hijos frente a un par de perros sin dueño hasta un grupo de
punkis que se encarga de preparar la comida. También hay corrillos de
sindicalistas de pelo blanco y camisa de cuadros. Y estudiantes –incluso
de mechas rubias y bolsos Burberrys– que charlan con alguno de sus
profesores de Ciencias Políticas, Historia o Filosofía. A mí me cuesta
imaginar que aquí se encuentre reunido un ejército de alborotadores
dispuesto a sembrar el caos y que pueda herir a 24 agentes
antidisturbios perfectamente pertrechados.

La asamblea tiene lugar ante un mapa de la ciudad de 12 metros
cuadrados. En él, 24 comités de barrio anuncian sus actividades tapando
el callejero con sus planes, escritos en folios rosas y amarillos
pegados con celofán. Busco alguna prueba concluyente, algún plan de la
quema de contenedores, del saqueo de tiendas, de barricadas que deben
arder. No lo encuentro. En su lugar: asambleas informativas en Sant
Andreu, cacerolazos en Poble Sec, piquetes informativos en la
Barceloneta o Sants y finalmente marchas que, surgiendo desde diferentes
puntos de la ciudad confluirán en el centro de la ciudad el 29-S al
mediodía para participar de una actividad central que se decidirá en
asamblea.

Unas 100 personas se sientan formando un gran círculo. El espacio,
que ronda los 800 metros cuadrados, se irá llenando a medida que el
debate avanza. Al menos 400 personas participan al final de una
discusión moderada por P., que pertenece a un grupo trotskista del
barrio de Gracia y parece salido de un concierto de Belle and Sebastian.
Se trata de decidir qué acciones llevarán a cabo durante la jornada de
huelga general.

Pero antes, hay que decidir ora cosa: “No queremos hacerle demasiado
caso a la prensa, pero nos han pedido permiso para entrar y grabar unos
planos. ¿Se lo permitimos?”. P trata de evitar la votación y acortar el
debate. No lo consigue. “¡Que se vayan a tomar por culo!”, grita alguien
desde una esquina. ”El que quiera que se ponga detrás de una columna”.
Se impone la votación. El resultado es abrumador. Vence el SÍ, que
entren los periodistas. Pero para entonces, los periodistas,
impacientes, ya se han ido.

M es miembro del Comité de Huelga de TMB, Transportes Metropolitanos
de Barcelona. Sindicalismo clásico. Abre la asamblea proponiendo que se
identifique un punto central y simbólico para comenzar el piquete
“unitario” del 29-S. El siguiente turno de palabra, temblorosa, le
pertenece a un joven rapado con gafas y aspecto de estudiante de
filosofía. Propone caminar hasta el barrio de Pedralbes, símbolo de la
clase más pudiente de la ciudad. “Son 7 kilómetros, tardaríamos horas en
llegar, no tiene sentido”, responde un miembro del Comité de Huelga de
Telefónica que plantea la “reapropiación” de las Ramblas: “Hace años que
no se permite una manifestación por las Ramblas. Las han convertido en
un espacio prohibido para la protesta social mientras permiten que se
colapse por cualquier partido de fútbol. Tenemos que revertir ese
mensaje y de paso continuar caminando hasta el Ayuntamiento, símbolo de
poder político”. Aclamación.

J interviene como miembro del Comité de Ciutat Vella. También cree
que deberían actuar en Las Ramblas: “Allí se encuentran ciertos símbolos
de la burguesía, sobre los que podríamos incidir. Vivimos a diario la
ocupación de las Ramblas por el sector turístico y creo que debemos
liberarlas de alguna manera para devolvérselas a sus habitantes.
Avancemos e improvisemos sin detallar objetivos”. Varias personas
insisten en que la asamblea no es lugar para detalles. Por seguridad,
ante el riesgo de infiltración policial. O periodística.

P trata de que la asamblea avance y plantea la cuestión de qué tono
debe tener la protesta. El Comité de Huelga del Transporte defiende que
“lo importante es convencer ofreciendo información pero que hay que
defender la libertad de acción. A mí no me gustan los encapuchados pero
hay que medirse en función de la fuerza que se tenga enfrente. Dejemos
en paz al pequeño comercio y centrémonos sólo en símbolos como El Corte
Inglés”. Y remata con una reflexión: “Mucha gente no quiere ir a la
huelga porque no se siente representada por los grandes sindicatos
oficiales. Este espacio debe servirnos para transmitir que existen
formas de lucha diferentes”.

Ahora habla L, que es filósofo: “La mejor estrategia es la
combinación de agua y fuego. El agua se infiltra. Si nos rodean,
infiltrémonos y posteriormente utilicemos el fuego para destruir esa
realidad que nos aprisiona”. Propone que el ritmo sea “firme, educado e
in crescendo, evaluando continuamente el escenario, sin atacar a la
policía”.

La estudiante de las mechas y los cuadros Burberrys plantea una duda
muy razonable: “A ver si alguien me puede decir cómo vamos a evitar que
la policía pare esto desde el principio”. No tardan en responderle: “Si
somos 500 es muy fácil que nos rodeen y que no podamos ni movernos. Pero
si se lo comunicamos a nuestras madres, nuestros vecinos, nuestros
amigos y conseguimos ser 5.000 no podrán hacer nada”.

Me dicen que P es un clásico. “Sandinista”, le llaman. “No estaría
mal que desde ahora mismo un pequeño grupo comience a organizar en
privado alternativas sorprendentes en caso de que la policía no nos
permita avanzar”. Luego le quita hierra al asunto: “Que salga el policía
y nos explique cuáles son sus planes del mismo modo que nosotros
acabamos de hacerlo. Así llegamos en igualdad de condiciones”. Entre
bromas y distensión se desconvoca la asamblea. Corta y efectiva: todos
los piquetes de barrio confluirán en Plaza de Cataluña y tratarán de
descender por las Ramblas. Si la policía lo impide, se replegarán en el
edificio tomado y habrá otra asamblea.

4. Cacerolazo.

04-29-s

Martes, 10 de la noche. Poble Sec. Plaza del Sortidor. Un grupo de
niños marroquíes juega al fútbol, pelotazo arriba, pelotazo abajo. Desde
las terrazas del único restaurante abierto, la clientela les clava
miradas de desaprobación. No pueden cenar tranquilos. Aún no saben lo
que está por venir. Llega un primer grupo. Cuatro personas. Rondan la
treintena. Armados de sartenes y cucharas, se sitúan en medio de la
plaza. Alguien ironiza: “Van a ser cuatro y el apuntador”. Se equivoca.
Poco a poco van sumándose varios grupos más. Parecen no conocerse entre
sí. Ya son medio centenar. Comienza el cacerolazo de Poble Sec.

Luces que se encienden, ventanas que se abren. La gente mira desde
los balcones. Algunos van a la cocina y también le dan a la sartén. Los
más decididos se animan a bajar a la calle en zapatillas. Los mismos
camareros del restaurante que hace unos minutos trataban de conseguir la
paz para su clientela golpean ahora las bandejas. Algunos clientes
baten sus botellas contra las mesas metálicas. Quien no tiene nada a
mano, aplaude. Los niños se lo pasan en grande.

Leen un manifiesto: “Nos están tomando el pelo, nos recortan los
sueldos, retrasan la edad de jubilación. Darío Fo dijo que lo bueno de
que la mierda te llegue al cuello es que te permite caminar con la
cabeza bien alta. Pero lo que no añadió es que si no haces nada corres
el riesgo de asfixiarte”.

E. trabaja en Gracia pero vive en Poble Sec. Ha venido con su
compañera de piso. “Nos hemos organizado en el trabajo. En la oficina no
hay ningún sindicato y hemos montado una asamblea de trabajadores. El
de más edad tiene 31 años. Todos con contratos de mierda, eventuales. No
podemos imaginarnos no hacer huelga, no protestar. No podemos quedarnos
de brazos cruzados. Pero lo haremos por nosotras mismas. Sin
sindicatos”.

En cada manzana, un banco. Las puertas, selladas y pintadas. J es
sueca y disfruta del buen tiempo sentada frente a una sucursal de Caixa
Penedés que está siendo pintarrajeada. ¿No te molesta todo este jaleo?
“No, la gente tiene que protestar. La vida se está poniendo muy cuesta
arriba en toda Europa. De hecho, debería unirme a la marcha”. No lo
hace. Pide otra cerveza.

El camarero es dominicano: “En nuestro país ya habrían prendido fuego
al banco y la policía estaría pegando tiros. Tendríamos que haber
levantado las mesas y las sillas. Sois muy tranquilos en España”. Se
diría que le divierte lo que ve. Pero pregunta, “¿Y nosotros tenemos que
cerrar? Si cerramos no hacemos caja y, sin caja, nos hundimos”.

En la mesa de al lado un grupo de amigas se suma al debate. ¿Vais a
ir a la huelga? “Somos autónomas. Si no estuviésemos de acuerdo con la
huelga sería como si un mercenario se negase a ir a la guerra.
Tiraríamos piedras contra nuestro propio tejado. Pero lo que no
trabajemos mañana tendremos que recuperarlo al día siguiente. Si no, el
trabajo no sale. Si no se entrega, no se cobra. A nadie le importa lo
que yo haga o piense. Trabajo sola en casa, pero apoyo cualquier
movilización”.

O. pertenece a la Asociación de Vecinos de Poble Sec. “de la Asamblea
de Barcelona vino a informarnos y nos pareció una buena idea sumarnos
al cacerolazo para tratar de despertar un poco a la gente del barrio”.
Confiesa que no le ve continuidad a este movimiento, no es la primera
vez que es testigo de esta espontaneidad “pero luego no fructifica, no
se convierte en una estructura que perdure”. La manifestación-cacerolada
se disuelve al llegar frente al Molino no sin que un par de vecinos les
lancen cubos de agua desde la ventana.

Un grupo de paquistaníes se acerca con curiosidad. Les interpelan:
“Dinos algo en urdu, dilo a través del altavoz”. “¿Y qué digo?”,
pregunta el paquistaní. “Di que mañana ningún paquistaní abra su
tienda”. Lo hace… o no. Todos los paquistaníes se parten de risa. Sólo
ellos saben lo que ha gritado por megafonía. “Recordad que el piquete
informativo de mañana comienza aquí a las 7.30 h. Quien no quiera
levantarse tan pronto que vaya directamente a Plaza Catalunya a las 12
h”. Un paquistaní responde: “Eso es muy pronto, amigo. Yo trabajo por la
noche. Cerveza, beer, amigo, one euro amigo”

5. Empieza el 29-S

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“La talla 38 me aprieta el xoxo” es la primera pintada de la marcha
unitaria, concretamente en el escaparate de C&A. Los antidisturbios
han cortado el acceso a las Ramblas. La manifestación ha avanzado
espontáneamente en dirección a Plaza Universidad. Todas las consignas se
caen ante la ausencia de liderazgo. Ni “presión firme contra el cordón
policial” ni “repliegue en el banco reapropiado” como se había decidido
en Asamblea. A partir de ahora, el caos. Aunque el ambiente, por ahora,
me parece festivo.

Comienzan a cruzarse contenedores en la calle Pelayo. Un joven
francés de película en blanco y negro –gorra de repartidor de periódicos
de los años 50, perilla pelirroja, gafas redondas– conecta su mp3 a un
inmenso altavoz que vomita a todo volumen el himno anarquista “A las
barricadas”. Una docena de policías espera en la confluencia entre la
Ronda de Sant Antoni y la Plaza Universidad. La manifestación se ha
partido en tres. Apenas dos docenas de personas forman un cordón que
comienza a acercarse a la policía. Ni son todos jóvenes, ni
necesariamente visten de negro. Aumenta la tensión. En menos de 10
minutos y parapetados tras los contenedores, que avanzan contra las
furgonetas, la manifestación presiona al cordón policial. Los agentes
tratan de defenderse a porrazos. Se ven desbordados. Por más que
reparten madera, la gente avanza por la Ronda de Sant Antoni. Llueven
piedras, botellas, palos, mesas y sillas. Un policía grita “¡Qué cojones
está pasando!”. Parece asustado. Llegan refuerzos. Comienzan a volar
las pelotas de goma [por mucho que La Vanguardia diga lo contrario].

Alguien ha incendiado un coche de la guardia urbana. Nadie se acerca
por miedo a que explote. Carreras y palos. La Gran Vía se corta en un
segundo. Frente a los cines Aribau continúan las cargas. Golpean con
todas sus fuerzas. Hay poca policía para tanta gente. Los manifestantes
huyen en dirección a las calles anchas y rectas del Eixample en vez de
colarse en las callejuelas del Raval. O les gustan los retos o no
aprenden de la experiencia.

06-29-s

Los policías avanzan en furgoneta recibiendo todo tipo de objetos y
se bajan cada 100 metros para golpear con todas sus fuerzas. No quieren,
o no pueden, discriminar entre manifestantes o turistas. Luego,
inmediatamente, corren a refugiarse en sus vehículos. Es el caos. En una
cafetería, los camareros, latinos, se enfrentan a los manifestantes a
puñetazos. Empiezo a ver caras ensangrentadas. No ha transcurrido ni
media hora. Se mire a la esquina que se mire, hay disturbios. El caos se
instaura en el centro de la ciudad. Esta es la huelga general de
quienes no se sienten representados en el sindicalismo oficial. También
es el día, claro está, de los que sólo buscan su día de furia.

6. Rompiendo cosas hasta aburrirse.

07-29-s

El banco ocupado se ha convertido en centro de una kermesse. Suena
Víctor Jara por megafonía. Un estudiante me pide el bolígrafo. “Es que
si no me firma la tesis me quedo sin papeles”. Se dirige al filósofo que
hablaba de infiltrarse como el agua y golpear como el fuego en la
asamblea. “Sí, ya sé que es posmoderno. Pero después de ver cómo se
quema un coche de la policía me da menos vergüenza”.

Tres chicos desentonan en el ambiente. Fotografían y comentan los
carteles que cuelgan del edificio. Por el corte de pelo, las camisas de
sastre y las gafas de aviador es evidente que turistean. ¿Qué os parece
esto?. “Interesante, curioso, divertido. A ver si a las 6 hay más gente y
más lío. Somos de Sarriá y no solemos bajar a esta parte de la ciudad,
casi nunca atravesamos la Diagonal”. Sonríen, bromean. “Es un problema
demográfico –añade– Otto Von Bismarck ya lo había entendido en 1870.
Sólo se pueden garantizar las pensiones si nadie va a llegar a
cobrarlas. Antes había que esperar a los 70 y la esperanza de vida era
de 60 años. Ése sí que sabía. ¿Porque todo esto por las pensiones,
verdad?”. ¿A qué te dedicas? “Soy planificador financiero, asesoro a la
gente para que los bancos no se aprovechen de ellos. Soy un banquero
bueno. Tengo conciencia social, me importan las cuestiones sociales”. Me
muestra la pantalla de su blackberry: “Recibo siempre este periódico,
¿cómo se llama?, Periodismo Humano. Temas sociales y todo eso”. ¿Y tú?
Se lo pregunto a su amigo: “Yo soy lo contrario de trabajador. Soy
propietario. ¿Estos? Unos incoherentes, debe ser el único día del año
que trabajan”.

Tanta calma se me hacía extraña. Entonces un grupo relativamente
numeroso camina nuevamente hacia las Ramblas. La policía no aparece esta
vez. Se lían a patadas con Movistar y Carrefour. Y a golpes con Berto,
el humorista de La Sexta. Incluso algún turista que pretendía llevarse
el recuerdo de los “Barcelona riots” se lleva un coscorrón. Todas las
papeleras arden. Sin policía cerca, es obvio que pierden el norte. Sólo
verlos de lejos, todos los comercios bajan la persiana. Pero el mercado
de la Boquería trabaja a pleno rendimiento. El grupo ni intenta entrar
en el mercado y termina por disolverse. Les han dejado romper en paz.
Debe tener poco interés.

7. “Los hechos”

08-29-s

Un cordón de vallas y furgonetas rodeaban el edificio. Era la hora de
comer. Se repartían sándwiches y sonaba la música. El ambiente era,
cuando menos, campestre. De paz absoluta para varios cientos de personas
que disfrutaban del sol y el calor. El edificio se encontraba cerrado.
Los policías irrumpieron entre la multitud, avisando desde los altavoces
de sus lecheras. “Atención, les habla la policía. Despejen la zona”.

La policía se acerca sin orden de desalojo y coloca hasta 12
furgonetas delante del edificio ocupado. Comienzan los empujones y
porrazos para desalojar la calle. Cae un plato. Otro plato. Y otro. Se
ha justificado el asalto. Montan el cordón policial: “Atrás, atrás,
atrás!”. La gente hace una sentada pacífica. Carga. El oficial ordena
cargar de nuevo. Los policías se retraen. Muchos de los que protestan
son adolescentes junto a hombres a punto de la jubilación con las manos
arriba para mostrar su actitud no-violenta. Les cae una tormenta de
golpes. Algunos policías parece que no son capaces de golpear sin más,
nadie les está atacando. Golpean en frío, de cara a la galería, como
posando para más de una docena de fotógrafos. Es muy absurdo todo.

Veo cómo se llevan a alguien detenido. Tres policías de 2 metros de
altura lo arrastran hasta una furgoneta. Lo mantienen de rodillas. Me
acerco a preguntar: ¿De qué se le acusa, señor agente?. “Mira esto”. El
policía muestra una mota de sangre en los nudillos. Se lo ha hecho de
tanto golpear, entiendo yo. ¿Cómo te llamas, qué has hecho? –le pregunto
al chico que está de rodillas. “Me llamo Antonio y no he hecho nada”.
Le cruzan la cara de un puñetazo contra el metal del vehículo. “Si
quieres respuestas, le preguntas a los políticos –me aclara el policía–
le preguntas a Saura y que te responda él. Ahora largo de aquí”. Le
enseño el carnet de Prensa. “Me da igual. No me jodas más que te vas
caliente para casa”.

La docena de grilleras se esfuerza por impedir que los periodistas
puedan captar imágenes de la entrada del edificio. Una docena de
policías disfrazados de okupas entra corriendo. Llegan los albañiles con
ladrillos y cemento para tapiar las entradas y evitar, así, la
reocupación. Cada vez más gente se acerca al cordón policial en la
confluencia entre Paseo de Gracia y Plaza de Cataluña. “Atención, les
habla la policía, despejen la zona, de lo contrario tendrá lugar una
carga. Se lo advertimos por su seguridad”. Durante aproximadamente dos
horas los Mossos de Esquadra juegan al gato y al ratón con los
presentes. Ni a una docena llegarían los que tiraban piedras, palos y
trozos de metal contra las furgonetas y prendían fuego a las papeleras y
quemaban contenedores. No aprecio interés alguno en detenerlos. Los
periodistas se preguntan qué sucede. La policía sube y baja sin parar,
golpea a saco y se retira para volver a golpear unos metros más
adelante. No hay relación causa-efecto entre los proyectiles que reciben
y los golpes que dan. Tampoco piden refuerzos. Sólo son tres
furgonetas, menos de 20 agentes.

Un hombre que camina con muletas cae al suelo en una de las carreras.
Protesta, insulta. Paliza. Detención. Las jardineras a la mierda.
“Avanza!”, grita el oficial. El conductor, sosegado, no quiere
destrozarlas. “¡Que avances coño!”. Pelotas de goma. Los turistas, en
vez de correr, se acercan con sus cámaras y teléfonos. La escena les
parece entretenida. “¿Qué sentido tiene esto?”, se pregunta un
fotógrafo. No ha visto esta estrategia policial antes: repliegue y
avance, repliegue y avance. No me queda claro quién está provocando los
disturbios. ¿Los policías que se pasean entre la multitud sin responder a
los ataques pero golpeando arbitrariamente, o los que les atacan con
total impunidad? ¿Qué tipo de órdenes ha recibido la policía cuando
dispara pelotas de goma en dirección a Paseo de Gracia? Ahora sólo veo
10 policías y 10 “provocadores”. Alrededor, cientos de personas que, en
un momento dado, aplauden cuando una piedra impacta en la luna de un
coche patrulla agrietándola lentamente.

“¡A lo guerrilla, ponte a lo guerrilla que mola mazo!”. Son niños.
Varios de ellos, marroquíes que pasaban por allí. “¿Te acuerdas de la
última en Canaletas? Había más madera. Que pena que no haya contenedor
de cristal aquí. Eh, ¡no me saques fotos!”. Entonces una piedra vuela
hasta mi pantorrilla. Impacto directo. Tenía que pasar. Ha sido
suficiente por hoy. Dolerá.

De vuelta a casa, me encuentro una manifestación de la CNT en Plaza
de Cataluña. Leen un comunicado. Nadie escucha ni toma notas. Los
periodistas están demasiado ocupados buscando el enésimo plano de la
papelera ardiendo y el encapuchado lanzando piedras.

TEXTO: ALBERTO ARCE
FOTOS: ONA BROS

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