Pere Meroño

No me acuerdo si era lunes o martes, pero Edurne y yo habíamos tenido una reunión con el concejal de Urbanismo, Xabier Olaberri, en el ayuntamiento de Donosti por un asunto de barreras arquitectónicas. Al acabar la reunión cogimos los tres el ascensor y bajamos hasta el vestíbulo, los tres (…)

Ya en el vestíbulo tuvimos un desafortunado encuentro: se nos acercó un hombre al que yo no conocía y ante la sorpresa de todos sacó la pistola del bolsillo y apuntándome a mi en la sien, comenzó a gritar: “hijo de puta, etarra, bandido, a ti te mataré, igual que a todos tus amigos, os echaré al mar, os conquistaremos al fin, el País Vasco”, ante la escena tanto Olaberri como los policías municipales, intentaron tranquilizar al individuo: “tranquilo, Gregorio, no te pongas nervioso, que ya sabes que el médico te ha dicho que no te conviene, venga, deja ya la pistola, venga, Gregorio, tranquilízate”, tras diez minutos que me parecieron un siglo, el tal Gregorio bajó la pistola y dijo: “qué, asustados, ¿eh?, pues hoy la llevo descargada, pero si os vuelvo a encontrar aquí, os mato, por mi madre que os mato, y a tu amigo también –dirigiéndose a Olaberri-, y por matar puedo matar también al sargento Morcillo, que ya le tengo ganas”.

Este fue mi encuentro, mi único encuentro, gracias a dios, con Gregorio Ordóñez, el último favor que nos hizo ETA a los rojos de este país. Por cierto, al sargento Alfonso Morcillo, también lo mató  ETA, a tiros, el 15 de diciembre de 1994.

Josep Pallach 1920/1977
 

CAT ’06  La nit dels somriures glaçats

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