Antoni Soy

Eunomia

18 d'octubre de 2009
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És necesari encara l’estimul de l’economia?

El professor Robert Skideslky ha publicat a Project Syndicate un molt interessant article que reprodueix La Vanguardia de 07.10.09 sobre la necessitat de que contínuin encara els estímuls fiscals per a sortir de la crisi econòmica, amb el títol “Is Stimulus still necessary?”, i que reprodueixo a continuació en la seva versió espanyola.

¿Es todavía necesario el estímulo?

Robert Skidelsky

LONDRES – ¿Han resucitado los paquetes de estímulo a las traumatizadas economías del mundo? ¿O han fijado la escena para sufrir inflación y grandes cargas de deuda en el futuro? La respuesta es que pueden haber hecho ambas cosas. La pregunta clave ahora es en qué orden en que ocurrirán.

La teoría subyacente a las enormes iniciativas de estímulo económico que muchos gobiernos han emprendido es la noción de la “brecha del producto”, es decir, la diferencia entre el producto real de una economía y su producto potencial. Si el producto real está por debajo del potencial, significa que el gasto total es insuficiente para comprar lo que la economía puede producir.

Un estímulo es un impulso al gasto total fomentado por el gobierno. El gobierno puede gastar más dinero por sí mismo, o intentar estimular el gasto privado reduciendo los impuestos o los tipos de interés. Esto llevará el producto real al nivel del producto potencial, cerrando con ello la brecha del producto.

Algunos economistas (al parecer, cada vez menos) niegan que pueda existir una brecha del producto. Argumentan que la economía siempre está con pleno empleo. Si hay menos gente trabajando que ayer, es porque hay más personas que han decidido no trabajar. (Bajo este razonamiento, un montón de banqueros simplemente han decidido tomarse unas largas vacaciones desde la crisis financiera de septiembre pasado.) Así, el producto de hoy es lo que la gente quiere producir. Todo intento por estimularlo no hará más que generar precios más altos, ya que la gente gastará más dinero en la misma cantidad de bienes y servicios.

Una visión más sensata es que la economía actual no está produciendo tanto como podría y que hay muchas más personas que desean trabajar que trabajos disponibles, de modo que un estímulo impulsará tanto el producto como el empleo.

Sin embargo, ¿cuán grande debe ser un estímulo? La Oficina Presupuestaria del Congreso de Estados Unidos (CBO) estima que el producto estadounidense estará cerca de un 7% por debajo de su potencial en los próximos dos años, convirtiendo a ésta es la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Se proyecta que el desempleo estadounidense llegue a un pico de 9,4% hacia fines de 2009 o comienzos de 2010, y que siga por sobre el 7% al menos hasta fines de 2011.

El gobierno estadounidense ha prometido 787 mil millones de dólares en estímulos económicos, lo que representa cerca de un 7% del PGB. Superficialmente, esto parece adecuado para cerrar la brecha del producto, si es que se gasta este año . Sin embargo, de hecho se trata de un programa a tres años. Cerca de 584 millones de dólares están asignados para 2009-2010, dejando quizás 300 mil millones de dinero adicional para este año. Aún así, no está claro cuánto de este dinero se gastará.

Esto se puede ilustrar con un sencillo ejemplo. Supongamos que el gobierno distribuye el dinero adicional a sus ciudadanos. Parte de él se ahorrará. El índice de ahorro de los hogares estadounidenses ha subido del 0% al 5% desde el inicio de la recesión, y puede suponerse que es para pagar deuda.

Otra parte del dinero adicional se gastará en importaciones, lo que no hace nada por estimular el gasto destinado al producto estadounidense. Restemos un 20% por estos dos elementos. Las malas noticias son entonces que sólo un 80% de los 300 mil millones, o 240 mil millones, se gastará inicialmente.

Las buenas noticias son el que esta cifra se multiplica por rondas de gasto sucesivas, ya que el gasto de una persona se convierte en el ingreso de otra, y así sucesivamente. El valor del multiplicador depende de los supuestos acerca del tamaño de la “brecha”, las “filtraciones” del flujo del gasto, y el efecto de los programas de gobierno sobre la confianza general.

Las estimaciones varían desde un multiplicador de cerca de dos puntos hasta cero. Un multiplicador de: generaría 480 mil millones de gasto extra, en comparación con un multiplicador de uno, que generaría apenas los 240 mil millones iniciales. Si el multiplicador es cero, como creen los economistas más conservadores, no habrá efectos sobre el producto, sólo sobre los precios.

Una fuente adicional de estímulo es la “facilitación cuantitativa” o, en palabras más sencillas, imprimir dinero. Al comprar valores del gobierno, el Banco Central inyecta efectivo en el sistema bancario, con el fin de estimular el gasto privado al reducir el tipo de interés al que los bancos prestan a sus clientes. Con este método, se ha inyectado cientos de miles de millones de dólares en los bancos de todo el mundo.

Sin embargo, el efecto de estímulo de la facilitación cuantitativa es mucho menos seguro que el del estímulo fiscal. Si bien la política hizo que los spreads crediticios se estrecharan y mejorara la liquidez del mercado de valores, muchos bancos han utilizado el dinero adicional para reconstruir sus hojas de balance (el equivalente a los mayores ahorros en los hogares) en lugar de prestarlo a empresas y personas.

Es posible sacar varias conclusiones a partir de estos cálculos a grandes rasgos. La primera es que los paquetes de estímulo en todo el mundo aminoraron el ritmo de caída hacia una depresión, y pueden haber dado paso una modesta recuperación.

En segundo lugar, es demasiado temprano para reducir la escala del estímulo, como Japón y Estados Unidos parecen dispuestos. Como señalara una autoridad británica antes de la cumbre del G-20 en Italia en julio: “Debemos comenzar a preparar estrategias de salida, pero deberíamos comenzar a implementar las sólo cuando hayamos logrado una recuperación sólida y con capacidad de autonomía, y no creo que nadie pueda decir que estamos en este punto todavía.”

En tercer lugar, las políticas actuales, incluso si se mantienen, no crearán una recuperación con capacidad de autonomía. En el mejor de los casos, ofrecen la perspectiva de varios años más de actividad por debajo de los índices normales. Se necesita una doble ronda de paquetes de estímulo para contrarrestar la perspectiva real de una recesión de caída doble.

El momento de comenzar a preocuparse acerca de la inflación es cuando la recuperación se haya arraigado. Para pagar la deuda sin sufrir estrecheces, necesitamos una economía boyante. Es prematuro hablar de reducciones al gasto del gobierno. Keynes dijo una vez que “Cuando se está en auge, no en caída, se puede hablar de adoptar medidas de austeridad en el Tesoro”. Tenía razón.

Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, es profesor emérito de economía política en la Universidad de Warwick, autor de una premiada biografía del economista John Maynard Keynes que ha sido premiada y miembro de la junta directiva de la Escuela de Estudios Políticos de Moscú.

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