Tot és increïble

Religió, política, pau i altres qüestions que es basen en la confiança

En el fondo todo el mundo cree en algo

Publicat a El Ciervo (Número 716Noviembre 2010)

Autoria: Eulàlia Tort i Joan Gómez

Las limitaciones de nuestra especie nos impiden saberlo todo pero, en cambio, gozamos de unas asombrosas capacidades para la creatividad, la imaginación, la esperanza y la ilusión que nos permiten salir airosos de algunas penalidades que nos son inherentes. Por ejemplo, nuestra incapacidad para responder a las preguntas por el sentido de la vida o de la muerte.

Ante la incertidumbre, todos reaccionamos de algún modo, asumiéndola o trabajando para aniquilarla. En general, habría tres respuestas. Las dos primeras entienden la incertidumbre vital como algo que es posible desvelar. Al interpretar la realidad como si de un enigma se tratara, la magia o los horóscopos serían una suerte de respuesta general de la misma manera que la creencia en la “diosa ciencia”. Ésta “fe” cree que la ciencia de nuestra época es ilimitada y que, algún día, podrá responder a todas las preguntas que nos formulamos. Alabar a esta diosa de bata blanca significa guiar la propia vida con la ilusión de que la acumulación de datos nos conducirá a una especie de “salvación”.

Otra posible respuesta a la incertidumbre vital es la de aquel que entiende la vida como un secreto. El objetivo es confiar en quien conoce la Verdad, lograr ser uno de los privilegiados que tiene respuestas para todo y procurar no ser muy soberbio con el común de los mortales porque, los pobres, viven anclados en la ignorancia.

Finalmente, hay los que entienden la vida como una realidad tan compleja que prefieren contemplarla y disfrutarla. A menudo, supone estar abierto a la trascendencia, sin especial empeño en desmenuzar las grandes preguntas en parcelas domesticables por la razón. Quizás sea la opción más saludable, aunque no todos llegamos a alcanzar este gozo ante el misterio sin que nos aplaste la confusión.

El dilema, pues, no está en creer o no creer. Ante la complejidad del mundo, todos depositamos nuestra esperanza en algo: la ciencia, Dios, la humanidad, el amor, la riqueza, en uno mismo, el azar… Pero quizás uno de los fenómenos más sorprendentes es que entre personas que reconocen un mismo credo, hay actitudes y conductas diametralmente opuestas. Lo determinante en nuestras vidas no son tanto los credos o los contenidos de las creencias como la apuesta por una opción vital. Esto explicaría porque resulta más sencillo compartir experiencias con aquellos que responden a los mismos “esquemas” mientras que puede ser frustrante intentarlo con los hermanos de fe que no comparten los mismos anhelos. Desde aquí entendemos la famosa cita de Karl Rahner cuando habla de los “cristianos anónimos”: personas que a pesar de rechazar la fe cristiana se hallan cerca de la verdad evangélica. Si esto es cierto, tenemos un gran porvenir: ya no tiene importancia ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer. Lo importante es la conciencia de fragilidad que une a toda la humanidad. Al menos, de momento.



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