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5 de gener de 2021
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Que el 2021 ens cooperi per ensortir-nos’en

He començat l’any llegint Vot per correu? No, gràcies! i em sembla una opinió encertada.
Una altra lectura que he començat és el llibre: vía comunitaria. Es un llibre dels articles del 2020, al seu bloc, d’Antón Dkè – El blog de Nanín

Les dues notes de l’últim capítol del llibre ja diuen molt del seu contingut:

(1) Del diario La Jornada, de Méjico, extraigo la definición de “capitaloceno”, de la que es autor Víctor M. Toledo, contrapuesta ala de “antropoceno”: “Las numerosas críticas a la idea de un antropoceno quedaron finalmente condensadas en el concepto de capitaloceno,  formalmente desarrollado en el libro de Jason W. Moore (Anthropocene or Capitalocene? Naturei History and the Crisis of Capitalism, 2016), ampliamente glosado en el número 53 de la revista Ecología Política (https://bit.ly/2UmMPyd). Moore establece en su libro que es la coacción forzada del trabajo (tanto humano como no humano)i subordinada al imperativo del beneficio a cualquier precio (la acumulación ilimitada del capital), lo que provoca la ruptura del equilibrio del ecosistema planetario. No es pues la humanidad, sino una pequeñísima parte de ella la principal causante. El cambio climático no debe entonces atribuirse al mero hecho de que el planeta esté poblado por 7 mil millones, sino al reducido número de personas (uno por ciento) que controlan los medios de producción y deciden cómo se ha de usar la energía. Se trata entonces de actuar contra el capital fósil. En contraposición con lo anterior, todo el aparato del sistema opera para que los ciudadanos no reconozcan y adopten esa posición. En lenguaje diplomático: se trata de no politizar la situación. No sólo los negacionistas de la crisis ecológica y climática actúan en esa línea, sino también entidades enteras como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que desde 2012 impulsa con mucha fuerza la llamada economía verde, una estrategia para ocultar el papel de las corporaciones y hacer compatible el capitalismo con la ecología, o la FAO, que a regañadientes ha aceptado hasta recientemente a la agroecología y al campesinado como opción ante los sistemas destructivos agroindustriales, que es la vía capitalista en la agricultura. En el ocultamiento antropogénico participan también científicos conservadores…/… En suma, hoy resulta cada vez más difícil negar que vivimos inmersos en una nueva era geológica, que más que antropoceno debe llamarse capitaloceno, y que debemos salir de ella lo más rápido posible, antes de que el destino nos rebase”.
(2) Acabo de comprobar que lo leí en un artículo de Robert Freeman, publicado recientemente en “Common Dreams” y reproducido en El Salto: “Durante 204 años, tras pagar los costes de la Revolución de las Trece Colonias, la guerra de 1812, la guerra civil, la construcción del continente, la lucha en la Primera Guerra Mundial, tras sobrevivir a la Gran Depresión, luchar y vencer en la Segunda Guerra Mundial y ganar la mayor parte de la Guerra Fría, el país solo había tenido que pedir prestado un billón de dólares. Después, durante los siguientes doce años, años de paz y prosperidad, esa deuda se cuadruplicó hasta llegar a los cuatro billones de dólares. Esos déficits y esa deuda benefician a los muy ricos porque son ellos los que los financian, los que prestan el dinero al Gobierno a un alto interés, que  éste tiene que pedir prestado, porque no puede pagar las facturas de los impuestos que no está ingresando. Como pasó con la desindustrialización de la economía, éste era precisamente el plan: beneficiar a la gente más rica del mundo. Hoy, el sueldo medio de un trabajador, con el ajuste de impuestos y la inflación, es el mismo que en los años setenta. Para que la comparación quede clara, los ingresos medios en China se han multiplicado por más de diez durante el mismo periodo. Por esta razón, en Estados Unidos hay una tensión civil enorme entre la gente y una desconfianza récord en el Gobierno, mientras que los habitantes de China son ferozmente leales a su gobierno”.

 

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