Es mentira decir que en Catalunya se discrimina a los castellanohablantes. La discriminación se produce en sentido contrario (con los catalanohablantes), en especial en determinados ámbitos (jurídico, militar, etc.)Es mentira decir que los independentistas catalanes clasifican a sus conciudadanos entre buenos y malos catalanes. Los mentirosos confunden la adscripción administrativa con la voluntad política. Hay catalanes y españoles que viven en Catalunya, cualquiera que sea su lugar de nacimiento. Unos y otros lo son porque quieren serlo. Buenos y malos son categorías morales y están repartidos de forma aleatoria.
Es mentira decir que en Catalunya hubo un intento de “golpe de Estado”. Hubo el intento fallido de cumplir el mandato de las urnas, que refrendaron con su voto el proyecto independentista de la mayoría de un Parlament elegido democráticamente. Donde sí hubo un golpe de Estado –que subsiste– fue en el poder ejecutivo central, que tiró del poder judicial sin respetar la separación de poderes.
Es mentira decir que la violencia policial contra los ciudadanos catalanes que fueron a votar el primero de octubre del 2017 causó ligeros daños a unos pocos ciudadanos. Por suerte las tecnologías de la información dejaron constancia visual de esa salvajada (que todo el mundo civilizado pudo contemplar) y en los archivos documentales de los centros de asistencia quedó constancia de más de mil expedientes abiertos por daños físicos (ver el importante informe del equipo de la doctora Núria Pujol-Moix). No sólo es mentira, es una vergüenza decir lo contrario.
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