¿Ciudadanos del Mundo?

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Conferencia dictada en el curso de verano “Diversidad e Intercultura” de la Universidad de Córdoba

Martes 30 de septiembre de 2008, por Esteban Ruiz


Quiero a empezar esta ponencia citando al profesor Neoyorquino Craig Calhoun y su intervención en el primer Forum de la Asociación Internacional de Sociología que se realizó en Barcelona a principios de este mes.

Calhoun, pone en duda este modelo globalizado que defiende la desaparición de las identidades nacionales en aras de una supuesta identidad común.

Asimismo, habló de ese grupo formado por personas que se expresan en inglés, viajan con frecuencia y tienen amistades en los lugares más insospechados del planeta -“como los asistentes a congresos internacionales”-, incapaces, no obstante, de conocer el nombre de su vecino del rellano de su escalera.

Esta elite vive en la ficción de sentirse “ciudadanos del mundo” y su percepción de la realidad no suele ir más allá de los vestíbulos de los aeropuertos y de los hoteles de la cadena de moda.

No tienen color político ya que han asumido la caída de las ideologías en aras a un cosmopolitismo de lujo.

Los únicos ciudadanos del mundo que hay hoy en día son los refugiados que no encuentran país que les acoja y tienen que vivir con la carta de la ONU.

Ciñendonos a nuestra ciudad, a Córdoba, no es posible pensar una ciudad donde los ciudadanos aprecien las riquezas que aporta el interculturalismo, o mejor dicho, el respeto a otras culturas, si la ciudad no es capaz de reconocer en su propia identidad, su propia cultura.

Una ciudad, donde por norma general, se da la espalda a los agentes que generan esta cultura de una manera espontánea, y a las personas que poseen la suficiente sensibilidad para reconocer las representaciones culturales de la propia ciudad.

Una ciudad, asimismo, donde las personas que se ocupan de estos menesteres deberían de tener la suficiente capacidad técnica y la necesaria sensibilidad, vuelvo a repetir, para apreciar, reorganizar y construir no solo un bonito discurso sino una realidad de respeto desde nuestra propia cultura hacia las demás.

Si en algo sabemos los cordobeses de interculturalidad, es en base a nuestra propia emigración mas que a la inmigración recibida (solo? un 2,8% de tasa de inmigración en el 2007 según el IMDEEC).

Una ciudad donde nuestro jovenes mas cualificados, los universitarios, los profesionales mas preparados, nutren la mas importante tasa de emigracion desde Córdoba.

Otro entorno profesional sometido a una feroz e irremediable emigración y mezcla intercultural fuera de nuestras fronteras locales, son ese entorno que citamos antes de cordobeses sensibles a las necesidades, carencias e interpretaciones culturales de nuestra ciudad.

Me refiero a los artistas y creadores, a los que no se les tiene en cuenta ni para configurar el entorno físico de la misma ni el entramado social. Son ignorados sistemáticamente o se les utiliza en aras a una imagen glamurosa que vende bien.

Si no somos capaces de apreciar y comprender nuestros propios valores culturales, que no vayan mas allá de tipismo, de los tópicos románticos y de un costumbrismo impuesto por otros, ¿como vamos a apreciar, integrar, asimilar o respetar las aportaciones de culturas ajenas?

De esta manera, venimos observando una ralentización en la espontánea generación de culturas autóctonas, surgidas estas desde las bases estructurales de cada sociedad, como ha venido siendo natural a lo largo de la historia hasta el final de la 2ª guerra mundial, dando paso a partir de ese momento a la incursión de formas culturales sometidas al consumo de productos y no a la apreciación de la cultura como valor de consolidación de formas diferentes de pensamiento.

Adquiere esto más importancia aún en una sociedad donde la asunción de criterios de pensamiento comienza a ser, si no criticada, sí desprestigiada o relegada por la homogeneización de las estructuras sociales, de las referencias culturales y de las formas de pensamiento que se nos impone como la forma políticamente correcta de actuar y pensar.

Nos encontramos ante una realidad social bien ardua, debido a que nuestra sociedad tiene dificultades para realizar un análisis inteligente de la realidad, entre otras cosas, por su lamentable incapacidad lectora y por tanto de comprensión del mundo. Que nuestro país figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y que los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas.

Con un abandono educativo temprano: un 37% de los jóvenes andaluces deja de estudiar después de los 16, (aunque mas grave es la situación en Córdoba donde mas de un 44% de la población no tiene estudios o solo estudios primarios). y sobre todo y lo que lo hace mas sangrante, con una total impunidad, y una ausencia descarada de autocrítica por parte de las clases políticas dirigentes.
Esta situación, hace que se nos ponga la situación muy difícil para intentar, al menos, comprender al otro. Ya que la ignorancia genera el miedo, y el miedo: el rechazo.

Como digo, en la educación está el germen del respeto hacia los demás y la propia autocrítica.

Estamos sumergidos en un periodo de gran cinismo en el que la teatralización a sustituido a cualquier estrategia crítica. Y es la cultura, su representación mas evidente.

En estos momentos, nuestras directrices culturales se limitan a importar paquetes diseñados en sociedades que nos llevan ventaja en el establecimiento y la consolidación de lo que se ha denominado “industria cultural”.

Esta industria genera productos con estratégias de mercado invasivas con los consumidores que los adoptamos con avidez, llevando implícito el consumo de objetos y la sensación de autosatisfacción de la consciencia que nos impide generar ideas y obtener un análisis nítido de la realidad.

Estamos sucumbiendo a estas directrices por las repercusiones que tienen sobre las economías globales y locales, y por intereses que perciben la cultura como una industria especulativa más que como una estructuración de madurez social.

Se están desarrollando en Córdoba políticas culturales que en vez de ayudar a una cultura de generación espontánea, se reinventan necesidades ficticias que esquilman no solo los recursos destinados a este menester sino también las ideas.

Para acabar y mirando al futuro, quisiera citar un texto de mi estimado amigo, Francisco Jarauta en el que nos dice que “Queramos o no, estamos abocados a una situación marcada por un progresivo mestizaje, frente al que es necesario revisar nuestros muros conceptuales, nuestras fronteras psicológicas. No podemos ampararnos en una política de derechos, cuando estos se han levantado sobre una gran sustracción o, al menos, sobre un gran olvido”.

Esteban Ruiz

Aquesta entrada s'ha publicat en Sense categoria el 13 d'octubre de 2008 per Josep Arasa

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