"(…) al poeta no se le ha de exigir que nos explique los motivos, desvele los caminos y señale los propósitos. El poeta, en la medida que avanza, apaga los rastros que fue dejando, crea detrás de sí, entre los dos horizontes, un desierto, razón por la que el lector tendrá que trazar y abrir, en el terreno así alisado, una ruta suya, pesonal, que jamás coincidirá, jamás se yuxtapondrá a la del poeta, única y finalmente inescrutable. A su vez, el poeta, barridas las señales que durante un momento marcaron no sólo la vereda por donde vino, sino también las dudas, las pausas, las mediciones de la altura del sol, no sabría decirnos por qué camino llegó a donde ahora se encuentra, parado en medio del poema o ya en el fin. Ni el lector puede repetir el recorrido del poeta, ni el poeta podrá reconstruir el recorrido del poema: el lector interrogará al poema acabado, el poeta tendrá que renunciar a saber cómo lo hizo".
José Saramago. Quadernos de Lanzarote