Anhel Enorme

Bloc d'Helena Morén Alegret

30 de novembre de 2010
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La planta que creixia a la llibreria de casa (o el començament de la ciència ficció)

Hi ha gent a qui se li moren les plantes. Jo sóc d’aquestes persones. L’única planta viva del meu pis és una heura que està sobre les llibreries del menjador. Jo tinc una teoria molt poc científica. I és que la planta s’entén bé amb els llibres. Les seves fulles s’han comunicat amb els fulls la mar de bé tots aquests anys. I ja són un munt: de fulles, de fulls, d’anys. Així que les fulles, a més de ser regades amb aigua, són regades amb els meus pensaments, que alhora s’abeuren dels llibres. Les fulles llegeixen els meus subratllats als fulls dels llibres, tant com llegeixen a la meva pell el fil que narra la meva ment. Som química. Som aigua. Som discurs. I el curs del meu riu, somriu als prestatges.
Un llibre pot fer més dramàtica l’existència, plorar amb un mateix, o compartir alegries. Jo imagino els llibres amb ganes de sortir-se de les fulles i entrar en els caps i els cors dels que els agafen, atrapant-los fins al darrer mot. Amb aquesta energia, no han deixat de néixer fulles a la planta. I jo també m’he convertit en una heura sense poder-ho evitar.
La meva biblioteca era plena de poesia, teatre, assaig i novel·les. Però semblava que s’havia esgotat en si mateixa. Perquè va fer que conegués un lector d’una altra mena de llibres i d’una altra manera de llegir-los. Jo em posava a la butaca del menjador amb el llum adient al costat, contemplant de tant en tant la planta de cua d’ull. Ell es va instal·lar cada nit al meu llit abans de dormitar i va cercar totes les lectures que el cridaven de la meva biblioteca. Van resultar ser poques. Però en comptes d’entristir la meva planta, va abonar un nou conreu.
He començat a llegir llibres d’autors desconeguts, rebutjats o prejutjats per mi, de clàssics pendents, de ciència ficció o, fins i tot, còmics i novel·les gràfiques. Ara veig les fulles de l’interior i de l’exterior amb un carinyo semblant.
Un lector supletori genera una selva.

De la selva musical rescato Mazoni amb Le Petit Ramon

i la selva…

I la selva que rescato avui és d’Isaac Asimov, un autor prolífic que va tenir una ment superdotada i la va aprofitar molt bé per a tots nosaltres… A aquest jueu ateu li encantava escriure de forma clara. Així ho he llegit (després de rescatar-lo del magatzem de la Biblioteca Vapor Vell de Sants) a les seves Asimov Memorias (Ediciones B, 1998).

Isaac Asimov: “Escribir de una forma poética es muy difícil, pero también lo es escribir con claridad”

p.41 En estos momentos se está produciendo una gran afluencia de judíos soviéticos a Israel. Están huyendo porque temen una persecución religiosa. En el momento en que ponen sus pies en suelo israelí, se convierten en nacionalistas extremistas sin piedad para los palestinos. Pasan de perseguidos a perseguidores en un abrir y cerrar de ojos.
Los judíos no son diferentes de los demás. Aunque como judío soy especialmente sensible a esta situación en concreto, es un fenómeno general. Cuando la Roma pagana persiguió a los primitivos cristianos, éstos suplicaban tolerancia. Cuando el cristianismo se impuso, ¿fue tolerante? ¡Ni hablar! La persecución empezó de inmediato en la otra dirección.
Los búlgaros pedían libertad en contra de un régimen opresor y utilizaron su libertad para atacar a la etnia turca que convivía con ellos. Los azerbaijanos exigen libertad del control centralizado de la Unión Soviética, pero parece que la quieran para matar a los armenios que hay entre ellos.
La Biblia dice que aquellos que han sufrido persecución no deben perseguir a su vez: «No maltratarás al extranjero, ni le oprimirás, pues extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.» (Éxodo 22, 21.) ¿Y quién sigue este texto? Cuando intento predicarlo, lo único que consigo es parecer raro y hacerme impopular.

p.45 ¿Se acuerda todo el mundo de cuándo oyó hablar de estas cosas por primera vez? ¿Soy un idiota por no recordarlo?
Por otro lado, ¿es posible que cuando de niño se acepta algo con convencimiento, se olvide el estado anterior de «desconocimiento» o de «conocimiento erróneo»? ¿La actividad cerebral de la memoria se limita a borrar todo lo anterior? Esto sería muy útil ya que probablemente nos perjudicaría vivir bajo la impresión infantil de que los conejitos hablan, sobre todo una vez que ya hemos descubierto que no lo hacen. Aceptaré esta explicación para pensar que no soy un idiota.
Por tanto, supondré que leí Hamlet y que me gustó tanto que la función cerebral de mi memoria asumió la creencia de que lo conocía desde siempre. Y supongo que de los libros aprendí cosas que admití no sólo en ese momento sino también retrospectivamente.

p.46 Más tarde, a medía que crecía, la ficción me llevó a la no ficción. Era imposible leer Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas y no sentir curiosidad por la historia de Francia.

p. 51-52 era un clásico «ratón de biblioteca». A los que no lo son, les puede resultar extraño que alguien se pase todo el día leyendo, dejando que la vida con todo su esplendor pase inadvertida, malgastando los despreocupados días de la juventud y perdiéndose la maravillosa interacción entre el músculo y los tendones. Puede parecer que eso tiene algo de triste, incluso de trágico, y uno podría preguntarse qué impulsa a un joven a hacer algo así.
Pero la vida es fantástica cuando uno es feliz; la interacción entre el pensamiento y la imaginación es muy superior a la de músculos y tendones. He de decir, si usted no lo sabe por su propia experiencia, que leer un buen libro, embebido en el interés de sus palabras y pensamientos, produce en algunas personas (en mí, por ejemplo) una increíble sensación de felicidad.
Si quiere evocar la paz, la serenidad y el placer, pienso en mí mismo durante esas tardes de verano perezosas, con la silla apoyada contra la pared, el libro en el regazo y pasando las páginas suavemente.
En determinadas épocas de mi vida ha habido ocasiones de mayor éxtasis, grandes momentos de satisfacción y triunfo, pero por lo que respecta a una felicidad tranquila y reposada, nunca nada que se pueda comparar con esto.

p.73 Lo que hago ahora es discurrir un problema y una solución para ese problema. Entonces empiezo la historia, inventándola a medida que la escribo, y experimento toda la emoción de descubrir lo que les va a suceder a los personajes y cómo van a salir del lío en el que están, pero trabajando siempre hacia el final conocido, de manera que no me pierdo por el camino.
Cuando los escritores noveles me piden consejo, siempre subrayo esto. Sepa usted el final, les digo, o su historia puede terminar sepultada en las arenas del desierto sin llegar nunca al mar.

p.103 (John Word Campbell, Jr. – amb pseudònim Don A. Stuart escriu Twilight)
…publicó Who Goes There? (Astounding, agosto de 1938). Puede que éste sea el mejor relato de ciencia ficción de todos los tiempos.

p.104 Parecía imposible que aquel gigante se hundiera en el ocaso, pero lo hizo. Su éxito, que proporcionó a la ciencia ficción una nueva respetabilidad al contar relatos científicos e ingenieros en vez de versar sobre aventureros y superhéroes, provocó la aparición de la competencia. En 1949, The Magazine of Fantasy and Science Fiction (F&SF) salió a la calle bajo la dirección de Anthony Boucher y J.Francis McComas, y fue todo un éxito. En 1950, Galaxy Science Fiction, dirigida por Horace L. Gold, apareció en el mercado y también evolucionó favorablemente. Campbell, a la sombra de ambas, inició el declive.

p.116-117 Hay una historia en la literatura moralista judía en la que Dios se abstiene de destruir este mundo perverso y pecador en consideración a los pocos hombres justos que nacen en cada generación. Si yo fuera religioso, creería en ello con devoción, y nunca estaré lo bastante agradecido por haber conocido a tantos hombres justos y a tan pocos malvados.

p.118 Esto plantea la cuestión de si el alcoholismo es un riesgo laboral de los escritores. Lo he oído decir bastante en serio y creo que puedo entender por qué podría serlo. Escribir es un trabajo solitario. Incluso si un escritor se relaciona socialmente con regularidad, cuando se dedica a su verdadero oficio están solos él y su máquina de escribir o su ordenador. Nadie más puede intervenir.
Además, los escritores son famosos por su inseguridad. «¿Estoy creando basura?» Incluso un escritor popular que está seguro de publicar cualquier cosa que escriba puede seguir preocupándose por la calidad. Creo que la combinación de soledad e inseguridad (más, en algunos casos, la presión inexorable del plazo de entrega) favorece la búsqueda de consuelo en el alcohol. Y, es cierto, conozco a muchos escritores de ciencia ficción que son bebedores empedernidos.

p.120 Ted (Theodore Sturgeon) era, como Ray Bradbury, un escritor especialmente poético. (···) El problema con las obras poéticas es que si se da en el blanco, el resultado es muy bello; si se falla, es basura. Los escritores poéticos son por lo general desiguales. Un escritor prosaico como yo, no alcanza la cima pero evita caer en el abismo. En cualquier caso, las historias de Ted siempre era perfectas.
Sturgeon era un individuo espiritual. (No estoy seguro de lo que significa este adjectivo, pero sea lo que sea, le va bien a Ted.) Amable y de voz pausada, parecía tímido y era justo el tipo de persona que a las mujeres jóvenes les gusta mimar, incluso después de que ha crecido. El resultado fue que tuvo una vida sexual compleja y una vida marital complicada que yo nunca intenté comprender. Esto se reflejaba también en sus obras de ficción, que cada vez trataban más del amor y el sexo en sus distintas variantes.

p.132 Me gustaría suponer que el que se te rompa una vez el corazón confiere una cierta inmunidad, si no se es una persona increíblemente emotiva. Al menos yo, después de mi experiencia, tuve mucho cuidado de no dejarme arrastrar por mis emociones. Mantenía a raya mis sentimientos hacia las chicas y sólo permitía que crecieran si me parecía notar una respuesta. El resultado fue que nunca se me volvió a romper el corazón.

p.136 Cuando me he sentido deprimido e infeliz, el único antídoto que he tenido (puesto que nunca he fumado, bebido o tomado drogas) ha sido escribir. Eso era lo único que mitigaba mi ansiedad.

p.157 igual que mi amor por la ciencia ficción me llevó al deseo de escribir ciencia ficción, mi afición por las novelas históricas me indujo a querer escribir novelas históricas.
Pero para mí era imposible escribir una novela histórica. Requería una enorme cantidad de lectura e investigación y no podía perder tanto tiempo haciéndolo. Quería escribir.
Así que se me ocurrió que podría escribir una novela histórica si me inventaba mi propia historia. En otras palabras, podría escribir una novela histórica del futuro, una historia de ciencia ficción que se leyera como una novela histórica.
No pretendo haber inventado la idea de escribir historias del futuro. Se había hecho en muchas ocasiones; el más acertado y asombroso era el escritor británico Olaf Stapledon, que escribió First and Last Men y Hacedor de estrellas. Pero estos libros se leen como relatos y yo quería escribir una novela histórica, un relato con diálogos y acción, igual que cualquier otro de ciencia ficción, aunque no sólo trataría de tecnología sino también de problemas políticos y sociológicos.

p.158 Dio la casualidad de que la serie de la Fundación resultó ser mi obra más popular y mi mayor éxito, y la continuación de estos relatos en los años ochenta, después de una larga interrupción, tuvo todavía más éxito y fue aún más popular.

p.167-168 Sencillamente, era el peor jugador de todos los tiempos y, con los años, dejé de jugar al ajedrez.
Este fracaso me dolió realmente. Estaba en total contradicción con mi «inteligencia», pero ahora sé (o al menos eso me han dicho) que los grandes jugadores de ajedrez logran sus resultados estudiando durante años y años de partidas de ajedrez, memorizando gran cantidad de complejas «combinaciones». No ven el ajedrez como una sucesión de jugadas sino como un patrón. Sé lo que eso significa porque yo veo los artículos o los relatos como patrones.
Pero son aptitudes diferentes. Kasparov considera el juego de ajedrez como un patrón, pero para él, un artículo no es más que una mera sucesión de palabras. Yo veo los artículos como patrones y las partidas de ajedrez como meras sucesiones de movimientos. Así que él puede jugar al ajedrez y yo puedo escribir artículos, pero no al revés.
Sin embargo, esto no es suficiente. Nunca pensé en compararme con los grandes maestros del ajedrez. ¡Lo que me molestaba era mi incapacidad de ganar a nadie! La conclusión a la que llegué finalmente (cierta o equivocada) era que no estaba dispuesto a estudiar el tablero y sopesar las consecuencias de cada uno de los movimientos posibles. Incluso la gente que no es capaz de ver patrones complejos por lo menos puede deducir las dos o tres jugadas siguientes, pero yo no. Muevo por impulsos, cuando no al azar, y soy incapaz de hacer nada más. Esto quiere decir que tengo todas las probabilidades de perder.
Y una vez más, ¿por qué? A mí, me parece obvio. Mi capacidad para comprender y recordar todo enseguida es lo que inutiliza. Esperaba ver las cosas de inmediato y me negaba a aceptar una situación en la que algo así no era posible. (Igual que cuando me negaba a estudiar en el instituto y en el college.)
Tengo la gran suerte de poder ver los patrones de inmediato, sin esfuerzo, cuando escribo y cuando doy conferencias. Si tuviese que pensarlo, supongo que habría fracasado en ambas cosas. (Y no me sorprendería que mi falta de disposición para tomarme el tiempo de pensar las cosas haya contribuido a mi fracaso como científico.)

p.179-180 Todo esto plantea una cuestión interesante. Era obvio que la aptitud para hablar en público debía de haber estado latente en mí durante mucho tiempo. Sólo que no había tenido la oportunidad de ponerla en práctica. Cuando ésta surgió, a la edad de veintisiete años, hablé con el suficiente dominio como para tener éxito.
Supongamos que la oportunidad hubiese surgido con anterioridad. ¿A qué edad podría haber dado una conferencia sin ponerme nervioso? Es obvio que no lo sé. O supongamos que la oportunidad no hubiese surgido hasta mucho después, o nunca. ¿Es posible que pudiera haber vivido y pudiera haber muerto sin saber que era un excelente orador?
Tal vez.
Por eso me pregunto: ¿tendré algún otro talento, cuyo ejercicio hubiera sido útil y divertido para mí, que nunca he tenido ocasión de descubrir? No lo sé.
Si vamos a eso, lo mismo se puede aplicar a todo el mundo. ¿Quién sabe qué aptitudes no desarrolladas subyacen en la vasta población humana y se pierden porque nunca se ponen en juego?

p.189 No sé si a él (Arthur Charles Clarke) le atribuyen el mérito de obras mías, pero a mí me echan constantemente la culpa de las suyas. La gente tiende a confundirnos porque los dos escribimos historias muy cerebrales en las que las ideas científicas son más importantes que la acción.
Muchas jóvenes me han dicho: «Doctor Asimov, no creo que El fin de la infancia esté a la altura del resto de sus obras.»
Siempre respondo: «Bueno, encanto, por eso la escribí bajo un pseudónimo.»
El fin de la infancia, dicho sea de paso, fue el primer libro de ciencia ficción que leyó mi querida esposa, Janet. Yo, robot, de su futuro marido, fue el segundo. Pero ninguno de los dos está en los primeros puestos de sus preferencias literarias. Su escritor favorito de ciencia ficción es Cliff Simak, y a mi juicio tiene muy buen gusto.

p.196-197 En realidad, la ciencia ficción se hizo famosa primero por las novelas. Para mí, este género, considerado en sentido moderno, empieza con el escritor francés Julio Verne. Escribió sus obras en la segunda mitad del siglo XIX y fue el primer autor cuya producción se puede calificar de ciencia ficción, y además se ganó bien la vida con ello. Sus libros, en especial De la tierra a la luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) y La vuelta al mundo en ochenta días (1873),se hicieron famosos en todo el mundo. Verne fue el único escritor de ciencia ficción que leyó mi padre, en su versión en ruso, por supuesto.
Otros escritores de ciencia ficción menos conocidos le siguieron y, en la última década del siglo XIX, el escritor británico Herbert George Wells se hizo famoso con La máquina del tiempo (1895) y La guerra de los mundos (1898).
Después se publicaron otros libros de ciencia ficción, la mayoría de escritores británicos, tales como Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, Odd John (1935), de Olaf Stapledon, y 1984 (1948), de George Orwell.

p.221 …Walter Bradbury me pidió otra novela. La escribí y le envié dos capítulos de muestra. El problema fue que, ya era un escritor que publicaba, intenté ser tan literario como lo había sido en aquella inolvidable clase de redacción de la high school. Lo hice bien, por supuesto, pero no lo suficiente. Brad me devolvió los dos capítulos y me indicó amablemente el camino a seguir.
–¿Sabes –me preguntó– cómo diría Hemingway «El sol salió al día siguiente»?
–No –le dije preocupado. (Nunca había leído Hemingway)–. ¿Cómo lo diría, Brad?
–Diría: «El sol salió al día siguiente» –me respondió Brad.
Fue suficiente. Era la mejor lección de literatura que me habían dado jamás, y sólo duró diez segundos. (estil planer)

p.275 Hace unos meses me hizo esa pregunta uno de los mejores escritores de ciencia ficción cuyo trabajo admiro mucho. Llegué a la conclusión de que llevaba bloqueado una temporada y me llamaba por teléfono debido a mi fama de ser inmune a esa situación.
–¿De dónde sacas tus ideas? –quiso saber.
–Pensando, pensando y pensando, hasta que estoy a punto de reventar –le respondí.
–¿Tú también? –me dijo aliviado.
–Por supuesto –afirmé–. ¿Acaso creías que era fácil dar con una nueva idea?

p.276 Los escritores creen que los críticos tienen un gran poder, pero sólo son imaginaciones. Cualquier reseña (aunque sea desfavorable) es útil, porque menciona el libro y contribuye a divulgarlo. O, como se dice que afirmó Sam Goldwyn: «La publicidad favorable todavía es mejor.»

p.277 El talento de la crítica y el de escribir son diferentes. Soy un buen escritor pero carezco de aptitud crítica. Soy incapaz de juzgar si algo que he escrito es bueno o malo, ni siquiera comprendo por qué debería ser una cosa u otra. Sólo puedo decir: «Me gusta esta historia» o «Se lee con facilidad», u otras observaciones banales que no suponen un juicio.
El crítico, aunque no escriba como yo, analiza lo que escribo y señala los defectos y las virtudes. De esta manera guía al lector e incluso al escritor.
Dicho esto, debo recordar que estoy hablando de los críticos de gran calibre. Por desgracia, la mayoría de los que nos encontramos son personas insignificantes en las que no se puede confiar, sin ninguna cualificación para el trabajo, aparte de una capacidad rudimentaria para leer y escribir.
A veces, se complacen en destrozar salvajemente un libro, o en atacar al autor en vez de al libro. Otras, utilizan la reseña como vehículo para demostrar su propia erudición o para hacer gala de su sadismo impunemente. (A veces las críticas ni siquiera están firmadas.)
Son estas reseñas, cuando soy la víctima, las que me enfurecen.

p.290 …nunca me he sumado a la procesión de pesimismo y muerte. No porque no crea que la humanidad no es capaz de destruirse a sí misma, lo creo de corazón y he escrito numerosos artículos sobre diferentes aspectos del problema (sobre todo acerca de la superpoblación). Es sólo que pienso que ya hay suficientes escritores de ciencia ficción que gritan: «¡El día del juicio final está cerca!» y nadie me echará en falta si no estoy entre ellos.
Claro que Un guijarro en el cielo, describo una Tierra destruida por la radioactividad, pero la humanidad de la Tierra, en este libro, es parte de un gran imperio galáctico, de manera que la destrucción de un pequeño mundo no significa nada para la humanidad en su conjunto.
Mis libros tienden a celebrar los triunfos de la tecnología más que sus desastres. Esto también es válido para otros escritores de ciencia ficción, sobre todo Robert Heinlein y Arthur Clarke. Es extraño, o quizá significativo, que los Tres Grandes sean todos «tecnológicamente» optimistas.

p.291-292 Jay Kay definió dos tipos de estilos, y yo profundizo en su tesis convirtiéndola en mi teoría del «mosaico y la luna de cristal».
Hay obras que se parecen a un mosaico de cristales de los que vemos en las vidrieras de colores. Estas ventanas son bellas en sí mismas y dejan pasar la luz en fragmentos de colores, pero no podemos ver a través de ellas. De igual manera, existe el estilo poético, que es bello en sí mismo e influye con facilidad en las emociones, pero también puede ser denso y resultar arduo de leer si uno intenta imaginar lo que está sucediendo.
La luna de cristal, por otro lado, no encierra ninguna belleza en sí misma. Idealmente, no debería ni verse, pero a través de ella se observa todo lo que sucede fuera. Éste es el equivalente de un estilo sencillo y sin adornos. Idealmente, al leer estas obras, uno ni siquiera se da cuenta de que las está leyendo. Las ideas y los acontecimientos se limitan a fluir de la mente del escritor a la del lector sin ninguna barrera entre los dos. Espero que sea esto lo que esté sucediendo cuando lea este libro.
Escribir de una forma poética es muy difícil, pero también lo es escribir con claridad. De hecho, tal vez la claridad sea más difícil de conseguir que la belleza, si me permiten continuar con la metáfora del mosaico y la luna de cristal.
El cristal de colores usado en las vidrieras se conoce desde tiempos inmemoriales, pero eliminar el color del cristal resultó ser una tarea tan difícil que no se resolvió hasta el siglo XVII. En comparación, la luna de cristal es una invención reciente y fue el gran triunfo de la habilidad de los vidrieros venecianos, que guardaron el secreto durante largo tiempo.
Lo mismo ocurre con el estilo. En el pasado, todos los estilos eran adornados. Lea una novela victoriana, por ejemplo. Lea incluso a Dickens, el mejor de esa época. Hasta hace relativamente poco, el estilo de algunos escritores no se ha convertido en simple y claro.

p.293 ¿cómo consigue escribir con claridad? No lo sé. Supongo que se debe tener una mente ordenada y cierto talento para ordenar los pensamientos y poder saber exactamente lo que se quiere decir. A parte de esto, no puedo añadir nada más.

p.297 no hay truco, es una cuestión de talento innato y trabajo duro.

p.301 En otra ocasión me preguntaron qué quería para Navidad, relacionado con los ordenadores. Me pedían que describiera cualquier cosa que pudiera imaginar, fuera factible o no. Respondí breve y sinceramente diciendo que tenía una máquina de escribir eléctrica antediluviana y un procesador de textos y una impresora medievales y que todos funcionaban perfectamente. Era todo lo que necesitaba, y no quería nada, ni en Navidad ni en cualquier otra época, nada que no necesitara.
La entrevistadora me contestó que recibir mi carta entre todas las que habían contestado había sido un placer, las demás reflejaban pura codicia, pero que su editor no le dejaría publicarla porque el resto quedaría mal. (Además, pensé para mis adentros, no ser codicioso probablemente es antiamericano y subversivo.)

p.310 (Convención Mundial de Ciencia Ficción) En la de 1953 se habían entregado premios a los mejores libros del año en diferentes categorías. Esto se consideró un truco publicitario que en 1954, por ejemplo, no se utilizó. Pero en 1955 se reanudó la costumbre y se hizo permanente. A partir de entonces, el momento crucial de la convención fue el banquete en el que se entregaba una serie de premios al estilo de los Oscar de las películas. A los premios se les llamó Hugo, en honor de Hugo Gernsback, que había fundado la primera revista de ciencia ficción veintinueve años atrás.

p.311 roman à chef = expresión francesa para aludir a cierto tipo de novela en la que los personajes reales y los lugares verdaderos aparecen bajo nombre ficticio.

p.321 Harlan [Ellison] es (en mi opinión) uno de los mejores escritores del mundo, mucho más cualificado que yo. Resulta terrible que constantemente esté enredado en asuntos que no tienen nada que ver con su trabajo literario y que hacen que su producción sea mucho menor. En segundo lugar, Harlan no es lo que parece. Siente un placer perverso en mostrar su peor lado, pero si eso se ignora y uno se abre camino a través de sus espinas de puercoespín (aunque te deje sangrando) se descubre a un tipo afectuoso y tierno que daría su propia sangre a quien creyera que la necesitase.

p.326 Cuando entregué los Hugo en Pittsburg, en 1960, uno de los ganadores fue Flores para Algernon, de Daniel Keyes, que me había encantado. Es, sin duda, uno de los mejores relatos de ciencia ficción de todos los tiempos, y cuando anuncié el ganador fui muy elocuente respecto a su magnífica calidad. «¿Cómo lo había hecho? –preguntaba a la audiencia–. ¿Cómo lo ha hecho?»
Sentí un tirón en mi chaqueta y allí estaba Daniel Keyes esperando su Hugo.
–Escucha, Isaac –me dijo–. Si averiguas cómo lo hice, dímelo. Me gustaría volver a hacerlo.
Supongo que cuando escribí Anochecer estaba escribiendo por encima de mis posibilidades. Si el relato no hubiese sido mejor de lo habitual, no habría conseguido tantos premios pero, con franqueza, no me doy cuenta del porqué.

p.327 En mi relato favorito, The Last Question, no es el estilo lo que está por encima de mis posibilidades, es la idea y la forma en la que construí el clímax. Durante años, la gente me ha llamado por teléfono para preguntarme por un relato que habían leído, cuyo título habían olvidado y de cuyo autor no estaban seguros del todo, aunque podría ser yo. Pero podía identificar el relato por la última frase y querían saber dónde podrían encontrarlo para volverlo a leer. Invariablemente, se referían a The Last Question. Mi segunda obra favorita es The Bicentennial Man, que apareció en una antología de relatos originales en 1976. Aquí, por fin, estaba el estilo. La volví a leer recientemente y me asombré de que fuera mucho mejor que la mayor parte de mi obra literaria. Mi tercera favorita, El niño feo, es extraordinaria por la misma razón. Mis obras tienden a ser cerebrales y poco emotivas. Así que, ¿cómo es posible que pudiera escribir un relato que crea emoción hasta el punto en que, al final, el lector no puede evitar llorar? Lloro cada vez que lo leo, aunque la verdad es que lloro con bastante facilidad.

p.328 (La novela Los propios dioses) Tiene tres partes y la segunda trata de extraterrestres en otro universo. Corro el riesgo de ser acusado de nuevo de poseer un «ego inmenso» al decir que en mi opinión son los mejores extraterrestres que jamás se hayan descrito en la ciencia ficción y también la mejor obra que haya escrito o pueda escribir jamás. He recibido cantidad de confirmaciones de ello de mis lectores.
Unas palabras más sobre el tema…
Es mucho más difícil escribir por encima de las propias posibilidades en no ficción que en ficción. Cuando más cerca he estado de lograrlo, en mi opinión, fue en un artículo titulado A Sacred Poet, publicado en el número de septiembre de 1987 de F&SF. (···) Sólo quería hablar de poemas que emocionan a las personas e influyen en sus acciones.

p.330-331 La ciencia ficción también tiene sus modas. Durante los primeros doce años, en las revistas prevalecía sobre todo la acción. Muchas de sus historias eran en esencia novelas del oeste ambientadas en Marte, por decirlo de alguna manera, y estaban escritas por autores que no sabían nada o muy poco de ciencia.
A principios de 1938, Campbell lo cambió todo. Insistió en presentar personajes que fueran auténticos científicos o ingenieros y que hablaran como suelen hacerlo ellos. En los relatos prevalecían las ideas y los enigmas. Y en eso, yo era muy bueno.
Creo que yo representaba exactamente lo que Campbell quería, incluso mejor que Heinlein (que actuaba por su cuenta). Los relatos de robots y, todavía más, los de la Fundación eran sus hijos, y durante los años cuarenta y cincuenta los escritores de ciencia ficción, de manera consciente o inconsciente, trataron de seguir su ejemplo.
Pero después llegaron los sesenta y de nuevo hubo un cambio radical. Nació una nueva casta de escritores de ciencia ficción. La televisión había acabado con la mayor parte de las revistas del género de ficción. Los nuevos escritores habían perdido su mercado natural y se volvieron hacia la ciencia ficción porque había sobrevivido a la televisión. Y empezó algo que se llamó «la nueva ola»: relatos llenos de emoción y experimentación estilística así como obras lóbregas y otras completamente surrealistas y tenebrosas.
En una palabra, la ciencia ficción dejó de tener el «estilo Asimov» y me felicité por haber abandonado el campo. Es mucho mejor hacerlo voluntariamente que ser expulsado por obsoleto.
También pensaba con tristeza que si quisiese volver a ese género, no podría. Me había sobrepasado, igual que la química con la llegada de la resonancia y la mecánica cuántica.

p.338 Judy [Judith Merryl] era una de las pocas autoras importantes de ciencia ficción de la época, y su obra más reconocida era That Only a Mother, publicada en el número de junio de 1848 de ASF. Había sido la tercera mujer de Fred Pohl.

p.339 Al mirar hacia donde indicaba vi a Janet Jeppson sentada a la mesa, saludándome con una amplia sonrisa.
Mi solitario corazón buscaba algo en esa época, y no era belleza. Había tenido belleza a montones y no había funcionado. Buscaba algo más, no sabía qué, y puede que ni siquiera me hubiese dado cuenta, al menos conscientemente, de que estaba buscando algo.
Tal vez lo que quería era cariño, afecto amable y sin exigencias; la belleza era algo superfluo. No importa lo que estuviera buscando, lo encontré en esa cena. Janet era afectuosa, sencilla, alegre y no disimuló que estaba encantada de estar conmigo. Para el final de la cena, me parecía guapa y desde entonces no he cambiado de opinión. Cuando entra en un recinto y veo su cara, mi corazón, todavía ahora, salta de alegría.

p.340-341 mis relatos (de misterio) favoritos son los de Agatha Cristie y mi detective ideal es Hércules Poirot. También me gustan las novelas de Dorothy Sayers, Ngaio Marsh, Michael Innes y muchos otros que escriben de modo culto sin subrayar las escenas de sexo o de violencia.
(···)
Misterios de ficción: Bóvedas de acero i El sol desnudo.

p.345 Al escribir una novela de ciencia ficción hay que inventar una estructura social futurista que sea lo bastante compleja como para resultar interesante por sí misma, aparte de la historia, y que tenga consistencia. También tiene que desarrollarse sin oscurecer demasiado la estructura social y esta última se debe describir sin retrasar demasiado el argumento.
Conseguir que una novela de ciencia ficción cumpla este doble propósito es difícil, incluso para alguien con experiencia y talento como yo. Cualquier otro tipo de obra literaria es más fácil que la ciencia ficción.
Escribir una novela como Morder at the ABA no requiere inventar una estructura social. Es la que hay aquí y ahora. En realidad la estructura era precisamente la de la reunión a la que había asistido. Todo lo que tenía que hacer era componer el argumento. No es de extrañar que escribir una novela de misterio costara seis semanas en vez de siete meses.

p.391-393 a principios de 1975, empecé a escribir una gran cantidad de poemas jocosos. En mi juventud ya había escrito de vez en cuando quintanillas jocosas, pero en 1975 mi afición se convirtió en un vicio, como si fuera un adicto. No estoy seguro del porqué.
Quizá fuera debido a que era una forma de verso con reglas rigurosas de metro y rima. Me repugnaba la poesía moderna porque no podía entenderla (y, peor todavía, no había nada en ella que me incitara a entenderla) y porque desdeñaba sus ideas sobre la libertad métrica de un poema. (Robert Frost decía que los versos libres eran como jugar al tenis sin red y yo estaba de acuerdo.) Por tanto, quería imponerme unas reglas, puesto que un poema jocoso bien hecho sería un desafío y un logro mayor.
Me impuse otra restricción. Estos poemas tenían que ser obscenos y olvidé mi resolución de no utilizar vulgarismos para hacer buenos versos. Sin embargo, mantuve la firme determinación de que mis poemas fueran algo más que «verdes». Tenían que ser inteligentes, más inteligentes que verdes. Esto los hacía más difíciles de escribir.
–Escríbelo –me insistía.
Pero no le hacía ni caso. Le aseguraba que lo recordaría y me dormía. Por la mañana, desde luego, lo recordaba.
Cuando tuve cien poemas los entregué (con notas, por supuesto) a Walter & Company y los publicaron como Lecherous Limericks en 1975. A finales de los setenta había escrito otros cuatro libros de poemas obscenos (dos en combinación con el poeta John Ciardi). Escribí también otros dos libros de poemas, no obscenos.
En total, publiqué cerca de setecientos poemas y después se me pasó la fiebre y no escribí más, excepto alguno de manera ocasional, a petición de mujeres por lo general.
Los libros casi no se vendieron. De todas maneras este tipo de literatura nunca se vende bien y en mi caso, una vez más, me había quedado entre dos aguas. A mis lectores no les interesaban los poemas, y a los aficionados a este tipo de versos no los encontraban lo bastante obscenos. No importa. Fue divertido mientras duró.

p.401 Sólo estuve en desacuerdo con Roosevelt cuando no fue lo bastante liberal, cuando por razones políticas ignoró la situación de los afroamericanos del Sur o de los republicanos en España.
El liberalismo empezó a desvanecerse después de la Segunda Guerra Mundial. Los tiempos fueron prósperos y muchos trabajadores, al tener empleo y sentirse seguros, se volvieron conservadores. Tenían lo suyo y, en el fondo, no querían molestarse por los que seguían abajo. Muchos de los que estaban peor y podían haber peleado por una parte del pastel se refugiaron en la apatía y las drogas a medida que pasaban las décadas.
Y finalmente llegamos a la era Reagan, cuando se generalizó el no gravar sino pedir prestado; gastar dinero no en servicios sociales sino en armamento. La deuda nacional no hizo más que duplicarse en ocho años y el pago de los intereses de los préstamos se disparó por encima de los ciento cincuenta mil millones de dólares al año. Esto no afectó a la población de inmediato. Los estadounidenses ricos se hicieron más ricos en un ambiente de descontrol y avaricia, y los pobres… Pero ¿a quién le preocupan los estadounidenses pobres excepto a la gente etiquetada con la palabra que empieza por L* que nadie se atreve a pronunciar?
Me hace pensar en los versos de Oliver Goldsmith:
Ill fares the land, to hastering ills a prey,
Where wealth accumulates, and men decay.
[Enferma el país, las desgracias se abalanzan sobre su presa,/ donde la riqueza se acumula y los hombres se desmoronan.]

p.402 Robert Heinlein, que durante la guerra fue un ardiente liberal, después se convirtió en un fanático conservador. El cambio se produjo casi al mismo tiempo que cambió de mujer, la liberal Leslyn por la conservadora Virginia. Por supuesto, dudo que Heinlein se llame a sí mismo conservador. Siempre se imagina como un libertario, lo que para mí significa: «Quiero la libertad para hacerme rico y tú tienes la libertad de morirte de hambre.» Es fácil pensar que nadie debería depender de la ayuda de la sociedad cuando uno mismo no la necesita.

p.420 Me niego a considerarme algo más que un «ser humano» y creo que, aparte de la superpoblación, el problema más difícil al que nos enfrentamos para evitar la destrucción de la civilización y la humanidad es la costumbre diabólica que tiene la gente de dividirse en pequeños grupos, cada uno ensalzándose a si mismo y acusando a sus vecinos.

p.421 Es mucho más fácil encontrar razones para considerarse superior que inferior. Pero una y otra cosa no son más que las dos caras de la misma moneda. El mismo argumento que sirve para atribuirse el mérito de los logros reales o imaginarios de un grupo definido artificialmente se puede utilizar para justificar el sometimiento y la humillación padecido por los individuos debido a las culpas reales o imaginarias achacadas a ese mismo grupo.

p.427 Rara vez he intentado dar lecciones a Robyn (filla) o imponer mis opiniones, pero lo hice a este respecto porque temía que adquiriera de su madre el truco de la autocompasión.
Le dije:
–Robyn, en mi opinión, a todo el mundo le corresponde una cierta cantidad de compasión y no más. Si te compadeces de ti misma, dejas disponible mucha menos compasión para que los demás sientan por ti. Si te compadeces demasiado, nadie más sentirá pena por ti. Sin embargo, si te enfrentas a un problema con valor, entonces conseguirás toda la compasión y la ayuda que necesites.
Estoy muy contento de que me escuchara, porque se ha convertido en una persona alegre que acepta la parte que le corresponde de desgracia y dolor, y siempre se ha enfrentado a ellos con valor.

p.434 Al leer el Paraíso perdido de Milton, se descubre que su cielo es un canto eterno de alabanza a Dios. No es de extrañar que una tercera parte de los ángeles se rebelaran. Cuando fueron arrojados al infierno se dedicaron a los ejercicios intelectuales (lea el poema si no me cree) y yo pienso que, infierno o no, allí estaban mejor. Cuando lo leí, sentí una gran simpatía por el Satán de Milton y lo consideré el héroe de la epopeya, lo pretendiese Milton o no.
Pero ¿en qué creo yo? Puesto que soy ateo y no creo que existan ni Dios ni el diablo, el cielo ni el infierno, sólo puedo suponer que cuando muera todo lo que habrá será una eternidad hecha de nada. Después de todo, el Universo existía hace quince mil millones de años antes de que yo naciera, y yo (quienquiera que sea ese «yo») sobreviví a todo eso en el «no ser».
Puede que la gente se pregunte si ésta no es una creencia poco prometedora y desesperanzada. ¿Cómo puedo vivir con el espectro de la nada balanceándose sobre mi cabeza?
No creo que sea un espectro. No hay nada aterrador en dormir eternamente. Sin duda, es mejor que el tormento eterno del infierno o el aburrimiento eterno del cielo.

p.486-487 todos y cada uno de los relatos son misterios de «detectives de sillón». El misterio se desvela durante la conversación, las claves se presentan de manera bastante clara y el lector tiene una oportunidad de vencer al detective para hallar la solución. A veces, eso es exactamente lo que hacen los lectores y recibo cartas llenas de júbilo por ello. En algunas ocasiones incluso recibo cartas señalando mejores soluciones.
¿Pasado de moda? ¡Sin duda! Bueno, ¿y qué? Otras personas al escribir relatos de misterio se proponen fundir una sensación de aventura o de terror o cualquier otra cosa. Mi propósito (en realidad, en todo lo que escribo, ficción y no ficción) es que la gente piense. Mis narraciones son relatos de enigmas y no veo nada malo en ello. De hecho, considero que son un desafío, como escribir versos jocosos, puesto que las reglas para escribir relatos de misterio auténticos son muy estrictas.

p.487-488 El contexto es artificial, diseñado únicamente como soporte del enigma. Lo que intento es que el lector reciba cada nuevo relato con la sensación agradable de encontrarse con viejos amigos, viendo a los mismo personajes en circunstancias idénticas y con una mente despejada con la que intentar adelantarse a mí.

p.493 En conjunto no fue una experiencia feliz. Conocí a muchos mensa maravillosos, pero otros estaban orgullosos de su cerebro y utilizaban su CI [coeficient intel·lectual] con agresividad. Uno tenía la impresión de que, al ser presentados, les gustaría decir: «Soy Joe Doakes, y mi CI es 172», o a lo mejor llevar la cifra tatuada en la frente. Como yo en mi juventud, intentaban imponer su inteligencia a víctimas que no lo deseaban. Por lo general, se sentían poco apreciados y sus méritos poco reconocidos. En consecuencias, estaban amargados y eran desagradables.
Además, se retaban continuamente entre sí, poniendo a prueba su inteligencia, y estas cosas, después de un rato, resultan agotadoras.
No sólo eso, vi que los mensa, por muy alto que fuera su CI, podían ser tan irracionales como los demás. Muchos de ellos se sentían parte de un grupo «superior» que debería gobernar el mundo y menospreciaban a los demás. Naturalmente tendían a pertenecer a la derecha más conservadora y, por lo general, no sentía ninguna simpatía por sus opiniones.
Lo que es peor, entre ellos había grupos, como descubrí con el tiempo, que aceptaban la astrología y muchas otras creencias seudocientíficas y que formaban GIE (grupos de interés especial) dedicados a distintas especialidades de esta basura intelectual. ¿Cuál era el mérito de asociarse con este tipo de gente, aunque no fuera más que de manera tangencial?

p.513 En mi conferencia recogí el tema de las cintas de vídeo y señalé lo voluminoso e incómodo que era el equipo, pero insistí (con bastante exactitud) que sería simplificado en poco tiempo. Después especulé sobre hasta dónde podría llegar la simplificación: hacerlo pequeño y transportable, independiente, sin fuente de energía y con mandos que pudieran hacer que empezara, se detuviera, avanzara o fuera hacia atrás con poco más que un esfuerzo mental y muchas cosas más. Y, fíjese bien, todo eso es un libro.
También indiqué que la televisión proporcionaba tanta información que el espectador se convertía en un espectador pasivo, mientras que el libro daba tan poca que el lector tenía que ser partícipe activo: su imaginación suplía todas las imágenes, sonido y efectos especiales. Esta participación, añadí, proporcionaba tanto placer que la televisión no podía erigirse en un buen sustituto.

p.536-538 En realidad no soy sionista. No creo que los judíos tengan el derecho ancestral de ocupar una tierra sólo porque sus antepasados vivieron allí hace mil novecientos años. (Este tipo de razonamiento nos obligaría a entregar América del Norte y del Sur a los indios, y Australia y Nueva Zelanda a los aborígenes y maoríes.) Tampoco considero que válidas legalmente las promesas bíblicas hechas por Dios de que la tierra de Canaán pertenece para siempre a los hijos de Israel. (Sobre todo, porque la Biblia fue escrita por los hijos de Israel.)
Cuando se fundó el estado de Israel, en 1948, todos mis amigos judíos estaban felices; yo fui el aguafiestas. Les advertí:
-Estamos construyendo un gueto nosotros mismos. Estaremos rodeados por decenas de millones de musulmanes que nunca perdonarán, nunca olvidarán y nunca desaparecerán.
Estaba en lo cierto, sobre todo cuando resultó que los árabes estaban asentados en la mayor parte de los abastecimientos petrolíferos del mundo. Así que las naciones del mundo, que necesitaban petróleo, pensaron que era diplomático ser proárabe. (Si el tema de las reservas petrolíferas se hubiese conocido antes, estoy convencido de que Israel no se habría creado.)
Pero ¿no merecemos los judíos una patria? En realidad, creo que a ningún grupo humano le conviene pertenecer a una «patria» en el sentido habitual de la palabra.
La Tierra no debería estar dividida en cientos de secciones diferentes, cada una habitada por un solo segmento autodefinido de la humanidad que considera que su propio bienestar y su propia «seguridad nacional» están por encima de cualquier otra consideración.
Soy partidario de la diversidad cultural y me gustaría que cada grupo identificable valorara su patrimonio cultural. Por ejemplo, yo soy un patriota de Nueva Cork y si viviera en Los Ángeles me encantaría reunirme con otros neoyorquinos expatriados para cantar Give My Regards to Broadway.
No obstante, este tipo de sentimientos deben ser culturales y benignos. Estoy en contra de ello si cada grupo desprecia a los demás y aspira a destruirlos. Estoy en contra de dar armas a cada pequeño grupo autodefinido con las que reforzar su propio orgullo y sus prejuicios.
La Tierra se enfrenta en la actualidad a problemas medioambientales que amenazan con la inminente destrucción de la civilización y con el final del planeta como un lugar habitable. La humanidad no se puede permitir desperdiciar sus recursos financieros y emocionales en peleas interminables y sin sentido entre los diversos grupos. Debe haber un sentido de lo global en el que todo el mundo se una para resolver los problemas reales a los que nos enfrentamos todos.
¿Se puede hacer eso? La pregunta equivale a: ¿puede sobrevivir la humanidad?
Por tanto, no soy un sionista porque no creo en las naciones y porque los sionistas lo único que hacen es crear una nación más para dar lugar a más conflictos. Crean su nación para tener «derechos», «exigencias» y «seguridad nacional» y para sentir que deben protegerse de sus vecinos.
¡No hay naciones! Sólo existe la humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, las naciones desaparecerán, porque no existirá la humanidad.

p.610 Heinz Pagels, The Cosmic Code (llibre sobre mecànica quàntica)

p.613 –Creo que el conocimiento científico tiene propiedades de fractal; no importa cuánto aprendamos, lo que queda, por muy pequeño que pueda parecer, es tan infinitamente complejo como lo era el todo al empezar. Ése, creo, es el secreto del Universo.
–Muy interesante –dijo Heinz pensativo, pero, ninguno de los presentes añadió nada más.
El 25 de julio de 1988, en la reunión anual del Instituto Rensselaerville, Mark Chartrand llevó una cinta de vídeo de media hora que mostraba un fractal. Empezaba con una figura oscura en forma de corazón que tenía pequeñas figuritas alrededor y poco a poco se iba agrandando en la pantalla. Una figura «satélite» era enfocada lentamente y se hacía mayor hasta que llenaba la pantalla y se advertía que también estaba rodeada por figuras subsidiarias que, cuando se agrandaban, seguían teniendo otras figuras «satélite»
más profundas.
El efecto era el de un lento hundimiento en una complejidad que nunca cesaba de ser compleja. Estaba totalmente hipnotizado al mirar este desdoblamiento interminable. Así, creía yo, era el descubrimiento científico, un desdoblamiento interminable de capas y capas de complejidad cada vez más profundas.

p.656 La mejor entrevista escrita que me hayan hecho jamás fue la que apareció en el New York Times Book Review el 3 de agosto de 1969, la víspera de la muerte de mi padre.
También me han entrevistado muchas veces en televisión. Las dos más logradas (en el sentido de que fueron las que más disfruté) fueron una de Edwin Newman, en 1987, y otra de Hill Moyers, en 1988. En ambos casos la entrevista duró una hora y el entrevistador se limitó a hacerme preguntas y a dejarme hablar. Quizás el lector crea que eso es lo que se espera que haga un entrevistador, pero si es así, hay muy pocos que lo sepan.

p.665 En 1975 los Escritores de Ciencia ficción de América crearon un Nebula muy especial, que se llamaría el premio Gran Maestro. Era para entregarlo en el banquete de los premios Nebula, a una gran estrella de la ciencia ficción por la obra de su vida, más que por una producción en concreto.
El primero fue inevitablemente para Robert Heinlein. No hubo discusión. Era el principal favorito de los lectores de ciencia ficción y había sido pionero en la inclusión de este género en las revistas importantes y en el cine. Era tan respetado fuera como dentro del mundo de la ciencia ficción. Por casualidad, Sprague de Camp estuvo en la celebración junto a Heinlein, el 23 de octubre de 1984, y tuvimos la oportunidad de hacernos una foto en la misma postura en que nos la hicimos los tres en la NAES, exactamente treinta años antes.
En los años siguientes, se otorgaron estos premios a otros autores; Jack Williamson fue el segundo y Clifford Simak el tercero. Otros fueron para Sprague de Camp, Fritz Leiber, Arthur C. Clarke y Andre Norton, también muy merecidos. Todos menos Norton estaban íntimamente relacionados con John W. Campbell y la Edad de Oro.

p.666 El 2 de mayo de 1987, en el banquete de los premios Nebula, recibí el título de Gran Maestro. Era el octavo, y todos los demás premiados seguían vivos, algo que subrayé con júbilo en el discurso de aceptación.

p.666-667 En mi discurso, dicho sea de paso, dije que todos buscamos una distinción especial. Así que aunque Bob Heinlein fue el primer Gran Maestro, Arthur Clarke fue el primer Gran Maestro británico y Andre Norton fue la primera mujer Gran Maestro, yo, aunque era el octavo, era el primer Gran Maestro judío.
(Andre Norton – escriptora de ciencia ficció!)

p.670 Los ovnis no son astronomía son mitología.

p.713 [Janet Asimov] Escribir lo que le gustaba era para él un acto de alegría durante el que se relajaba y olvidaba sus problemas. En los últimos años refunfuñó por tener que escribir tantas novelas, pero incluso esto le ayudó. Hacia la Fundación le costó, porque al matar a Hari Seldon también se estaba matando a sí mismo, y la angustia le alcanzó.
Me dijo cual iba a ser el final de Hacia la Fundación, o sea que Hari Seldon moría, las ecuaciones del futuro se arremolinaban a su alrededor y sabe que está escudriñando el futuro que él mismo ha descubierto y ha ayudado a que suceda.
Isaac dijo:
–No siento autocompasión porque no estaré presente para ver ninguno de los posibles futuros. Como Hari Seldon, puedo mirar mi trabajo, a mi alrededor y me siento confortado. Sé que he estudiado, imaginado y escrito muchos futuros posibles. Es como si hubiese estado allí.
Un día en que Isaac y yo hablamos sobre la vejez, la enfermedad y la muerte, dijo que no era tan terrible enfermar, envejecer y morir si has sido parte de la vida complementándola como un patrón. Incluso si no lo haces hasta una edad avanzada, merece la pena, sigue habiendo placer en esa visión de ser parte del patrón de la vida, sobre todo si ha sido un patrón expresado con creatividad y compartido con amor.

Finalment…
Igual que el més semblant a la ciència ficció que tinc a la prestatgeria de llibres són les novel·les La pell freda i Pandora al Congo d’Albert Sànchez Piñol (ben retrobat a les pàgines de paper del nou diari Ara -ahir calia llegir el seu gran article “El relat català”), a la prestatgeria de CDs el més semblant és Un brindis pel nen androide, de Mine! (Un nen androide que ha pres vida virtual perquè també té bloc!)

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