20 de maig de 2018
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Nacionalismos y la Europa federal

Estamos en unos momentos laberínticos en los que nos hundimos, nos ahogamos en un vaso de agua, porque allá donde parece que se derrumba el mundo, dónde parece que se destruye todo, en realidad nada pasa, y cuanto más distancia coges para observar el problema, menos existe. Me refiero al mal definido “problema de los nacionalismos”.

Soy nacionalista andaluz de gradual convencimiento. Ello significa que, con la edad me he ido posicionando en la corriente del nacionalismo, y a la vista de los problemas pendientes de forma eterna, esos que todos los andaluces conocemos del paro y la pobreza, no se solucionan, más se radicaliza mi postura nacionalista como única salida a los reales problemas de Andalucía.

europaPor ello, algunos me caricaturizan como marciano, otros como diablo con cuernos y rabo rojo. Los hay que me llaman traidor, otros, los más analfabetos, que si lo que quiero es que “vuelvan los moros” para que llevemos chilabas… un sinsentido atroz y destructivo de neuronas, el triunfo de los idiotas, de los iletrados manejados con los hilos invisibles de los verdaderos nacionalistas radicales y con tintes fascistas, que no son otros que los “nacionalismos nación” de aquellos que defienden las actuales naciones y fronteras diseñadas a base de guerras, sangre, muertos y mucha falta de respeto a los verdaderos pueblos que configuramos la verdadera identidad de Europa.

¡Quieres destruir España! ¡Traidor! Me imagino esos mismos gritos cada vez que un pueblo perseguía su libertad, su independencia, reconocer su singularidad e identidad, y por ello su diferencia con aquello que no quieren perder esa cuota de poder que tienen a su consta. ¡Ya basta de la España de tontos! De esa España que no respeta su propia pluralidad. ¿Se imaginan ustedes una familia donde los padres no respetaran la identidad de cada uno de sus hijos? Sería una familia en la que los hijos/as estarían locos por alcanzar la mayoría de edad para independizarse y cuanto más lejos de sus padres mejor. Por el contrario, si esos podres hubiesen respetado y fomentado la identidad de cada uno de ellos, sería una familia fortalecida y unidad en por el pegamento del respeto y la diversidad enriquecedora. Esto además cuando descubrimos que, la actual España, ha sido la peor madre posible, una madrastra que solo ha traído guerras, dictaduras y pobreza.

No hay nada de honor en defender la unidad de la España que hoy conocemos llena de corruptos e incultos que pueblan los sillones de las administraciones. España ha dejado de ser solución de nada, y germen de todos los problemas de los propios españoles.

Esto que puede ser una catástrofe, no lo es. Alejemos el foco, subamos a una alta torre imaginaria para ver los problemas desde otra perspectiva. De inmediato vemos que, tal como los mapas se achica, más se achican al tiempo los problemas. Paremos en el escalón justo en el que observamos en su totalidad el mapa de Europa. Esa es la óptica correcta, la graduación justa en la que las cosas se ven con absoluta claridad y enfoque real.

Europa es la solución. Europa mi ámbito natural hace milenios. Somos, por encima de todo, europeos, esa Europa por la que ya luchaban muchos europeos como el andaluz Averroes, que veían a Europa como una unidad social, cultural, económica y política. Pero que, del mismo modo, con la claridad, con la seguridad, que que esa realidad europea se cimentaba en la pluriculturalidad de los pueblos que la componía, de la fortaleza de la diversidad humanística. Si somos capaces de repudiar el concepto nacionalista Español, Francés, o Alemán… si somos capaces de rechazar la falsa realidad de los actuales estados y derribamos las fronteras, comenzaremos a ver la verdadera Europa, esa que nos une y nos identifica a todos como europeos.

Si nos reconocemos como europeos, si nos reconocemos como una unidad, de pronto desaparecen los problemas del nacionalismo. El nacionalismo existe y existirá mientras que no veamos en Europa nuestro espacio común. En que nuestra identidad no es española, sino europea. A partir de ese momento todo comienza a tener una lógica aplastante. Aquello que me separa como andaluz a nivel cultural e identitario de un vasco, catalán o corso, desaparece desde la identidad que nos une que se llama Europa, que hace que aquello que pudiera parecer que nos separa, en realidad es lo que nos une. Somos europeos sin más.

Desde este enfoque real, desde esta perspectiva, el problema de los nacionalismos desaparecen de inmediato. Ya no hablamos de independencia de territorios, sino de ajustar las administraciones dentro de Europa. Ya no se destruye España, sino que se construye Europa.

El problema por tanto no es de los nacionalismos andaluz, catalán o escocés, que lo que queremos es construir una Europa más fuerte, real y unidad. El problema es, de forma precisa a los nacionalismos estatales que se niegan a despojarse del poder de sus Estados en favor de una Europa unidad. Por tanto, los que queremos romper no somos los constructores de una nueva Europa, lo que quieren romper son los que impiden, una y otra vez, que la Europa de los pueblos, la Europa plural se haga realidad, porque entonces habrán perdido todo el poder que no quieren perder.

Pedro Ignacio Altamirano

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