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El bloc personal de José Manuel Almerich

1 de maig de 2009
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TANGER

Ciudad de espías, contrabandistas, millonarios excéntricos y todo tipo de embaucadores, Tánger sigue siendo un lugar inquietante. Es como una mezcla de culturas y de sentimientos, una amalgama de sonrisas y bullicio que vive atrapada por sus 34 siglos de existencia.
 
José Manuel Almerich 

Al final no pudimos resistir la tentación y cruzamos el estrecho. Desde lo alto de las montañas de Tarifa se veían las luces parpadeantes de Tánger a nuestra llegada al anochecer.  Finalizamos nuestro viaje tras cruzar en bici la sierra de Grazalema y las rojizas colinas del parque natural de los Alcornocales. Llegamos frente al gran océano  un día antes de lo previsto y el viento se empecinaba en hacernos volver atrás.

Ciudad de espías, contrabandistas, millonarios excéntricos y todo tipo de embaucadores, Tánger sigue siendo un lugar inquietante. Enclave multicultural, diez países llegaron a pactar su condominio y cuando fue ciudad internacional, sirvió como refugio a poetas, agentes secretos y artistas atraídos por la luz. Franco la llegó a ocupar durante cinco años aunque ningún país reconoció esta intervención excepto la Alemania Nazi.  Actualmente es la segunda ciudad industrial después de Casablanca y la población se ha cuadriplicado en los últimos veinte años. Dos generaciones de emigrantes beréberes se hacinan en los suburbios de Tánger sin las más mínimas infraestructuras urbanas ni condiciones sanitarias. Una paradoja en una ciudad que tiene hasta cinco sistemas educativos distintos, y todos reconocidos: el británico, el español, el francés, el norteamericano y por supuesto, el marroquí. A pesar de todo,  Tánger tiene el alma propia de Marruecos y la memoria del legado andalusí. Es como una porción separada de Tarifa por el estrecho, una ciudad entres dos mares, una mezcla de culturas y de sentimientos, de vendedores ambulantes, charlatanes, campesinos beréberes y niños jugando por los estrechos callejones de la medina. Una amalgama de sonrisas, bullicio y los roces de la gente en el mercado. Casas coloniales, toldos deslucidos por el sol y cafetines decadentes donde transcurren las horas frente al té con sabor a menta y hierbabuena. Tánger vive atrapada por la historia. Esclava de su destino y con 34 siglos de existencia, se tambalea en un futuro incierto a mitad de camino entre África y Europa, continente al que se asoma con esperanza y lo observa como aquel que ve en el horizonte la tierra prometida, la certidumbre de un porvenir deseable.

Fue la Tangis cartaginesa,  refugio de Hércules, hijo de Júpiter y la mortal Alcmena,  colonia romana y ciudad berebere. Allí nació Ibn Battuta, el más grande geógrafo y explorador marroquí de todos los tiempos. Su obra, redescubierta en el siglo XIX, es el retrato más fiel del mundo musulmán entre 1304 y 1377. Ibn Battuta partió de Tánger solo, “sin compañeros con cuya amistad solazarme ni caravana a la que adherirme”. Tenía entonces poco más de 21 años. Recorrió 120.000 Km. de un extremo a otro del Islam y volvió, reclamado por el Sultán de Marruecos. Alcanzó el extremo oriente, Alejandría, Damasco, Irak, Arabia y recorrió desde las frías y misteriosas estepas del noroeste de Europa, hasta el sur de Anatolia, la India y el desierto del Sahara. Llegó también a la ciudad de Taccada (actual Agadés) el punto más meridional que hasta entonces había alcanzado el hombre blanco. A raíz de la muerte de Alfonso XI, sin peligro en Al Andalus, decidió viajar por placer a Valencia y Granada

Las fotos que os adjunto forman parte de una mañana en Tánger. No pudo ser más. Las veces que lo he visitado han sido siempre de paso, nunca de estancia. De paso al Atlas, al Rif, al Sahara o al profundo sur Marroquí. Quizás debería en una próxima ocasión perderme varios días entre las callejuelas de la medina y compartir con sus habitantes el destino de sus vidas. Nunca me han gustado las ciudades portuarias, pero Tánger, aún sin el encanto de Xauen, la fuerza de Fez o el misterio de Marrakech es algo más que vendedores agobiándote en la calle. Personajes de todo el mundo vivieron allí décadas de prosperidad cuando era ciudad internacional.

Aquí, el autentico protagonista no es el paisaje, sino sus gentes. A veces queremos con nuestras imágenes construir otra realidad a partir de lo que nos ofrece el entorno urbano o la naturaleza. Pero en este caso no es necesario, porque es tan sencillo como fotografiar simplemente, lo que no se fotografía nunca.

Justo es ahí donde se puede apreciar una realidad distinta, peculiar, alucinante. Os dejo con mis fotos y con las palabras de Alex Hütte, uno de los fotógrafos alemanes más reconocidos de la actualidad:

 

“No me interesan los lugares en los que se han hecho cientos de miles de fotografías. Quiero atrapar la realidad que hay entre líneas, la que nunca ha sido capturada, ser yo el que cree su primer momento como imagen”

 

Espero que os gusten

 

Ver las fotografías de Tánger

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