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El bloc personal de José Manuel Almerich

6 de juny de 2007
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PORTUGAL EN BICI

 José Manuel Almerich   

    

Portugal es un trozo de tierra robado a Europa. Un país afortunado donde sus montañas, extremadamente frías,  alcanzan los dos mil metros y todavía se oyen por las noches los aullidos de los lobos.

 

Al final decidimos recorrer Portugal en bici aprovechando una semana que el rodaje de Planeta Bicicleta me había dejado libre. Comenzamos por la Serra do la Estrela y acabamos en el Océano Atlántico. No tuvimos suerte con el tiempo, hizo mucho frío y llovió todos los días, pero la calidez de los portugueses y su atención con nosotros compensó con creces la lluvia y el frío. Recorrimos los parques naturales más interesantes desde Guarda hasta Coimbra, y nos dimos una vuelta por los bosques mágicos e inquietantes de Bucaço, junto al balneario de Luso. Arrastramos las bicis por las dunas de Quiaios, que más que la costa occidental de la península parecía una jungla tropical donde la arena y la espesura te podían hacer desaparecer en cualquier momento.

La abundancia de agua, la humedad y el verde intenso que desprendía su exhuberante vegetación convertían esta porción de costa virgen en una floresta salvaje surcada por infinidad de ríos y arroyos que, agitados e impacientes, pronto entregarían sus aguas al mar.

El gran océano nos recibió en el Cabo Mondego como no podía ser de otra manera: con la fuerza y bravura de unas olas que parecían querer engullirse la tierra. El buen vino de Oporto y el bacalao al horno tampoco faltó en nuestro viaje. Había que reponer fuerzas y la hospitalidad, honestidad y cariño con que los portugueses cocinan para sus invitados es algo que forma parte de su propia personalidad.

Llegamos a Coimbra y encontramos sus noches llenas de nostalgia. Al ambiente hivernal y lluvioso había que añadir el sonido triste de los fados cantados por hombres envueltos en oscuras capelas. Las luces de navidad decoraban con bastante anticipación las calles de la ciudad que descansaba indiferente al transcurso del tiempo y de la historia.

Portugal es un trozo de tierra robado a Europa. Un país pequeño, caprichosamente trazado en el extremo occidental de Iberia donde los hombres lo hicieron a su medida. Un lugar donde sus montañas, extremadamente frías, alcanzan los dos mil metros y todavía se oyen por las noches los aullidos de los lobos. Los pastores, como aquel que nos encontramos cerca de Manteigas, protegen a sus perros con collares especiales y nos piden tabaco para pasar sus largos días de soledad entre brumas y silencios. Un país de contrastes donde la única dificultad que podemos tener es decidir a donde ir, ante tantos lugares dignos de ser visitados. Un pequeño y concentrado paquete lleno de delicias, tan afortunado como interesante, tan sencillo como sofisticado. Un continente en miniatura hecho de tierras altas y montañas, surcadas por profundos valles de origen glaciar, junto con interminables playas y llanuras onduladas donde los castillos siguen vigilando el horizonte.

Lo recorrimos en bici con mal tiempo pero volveremos, por supuesto. Tuvimos tiempo de hacer nuevos amigos que nos acompañaron, como Tiago, que cambió sus planes para enseñarnos lo mejor de sus paisajes, aunque el intenso frío y la nieve inesperada nos obligaron a volver, justo antes del anochecer, en uno de los descensos más gélidos que recuerdo.

Portugal sigue siendo ese país tan cercano, y a la vez, tan desconocido. Como un hermano pequeño que nos admira sin envidia y nos trata con respeto. Una suerte para los españoles tenerlo tan cerca.

José Manuel Almerich

Invierno de 2007

                                                                                Ver fotografías de este viaje

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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