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El bloc personal de José Manuel Almerich

13 de desembre de 2010
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MONTE PERDIDO


Donde van tus pensamientos
van tus pasos

Proverbio vasco

José Manuel Almerich

Hay que tener un par de huevos para cruzar los Pirineos a pie. Hay que tenerlos más grandes aún para hacerlo, de mar a mar y en solitario. Ni la lluvia, ni el pedrisco, ni las noches de vivac a cielo abierto le han quitado a Imanol su sonrisa. Es más, irradia un magnetismo propio de aquel que siente y transmite, libertad.

Imanol es arquitecto.  Ahora tiene mucho tiempo libre, la situación actual le ha dejado sin trabajo y por tanto, dispone de los meses necesarios para hacer lo que siempre había tenido en mente, cruzar la cordillera más alta y larga de la Península Ibérica con sus propios medios, con comida suficiente para varios días y quince kilos a la espalda. Con cierta frecuencia , deberá bajar a alguna población a buscar avituallamiento, lo que aumentará el esfuerzo hasta recuperar de nuevo la cota de altura.  De vez en cuando duerme en alguna pensión, y al amanecer, vuelve al techo de España, a la soledad más absoluta, al fascinante escenario de las montañas donde solo le esperan las nubes, y cuando se enfadan, las tormentas. El resto de los días duerme en una tienda de campaña de simple techo cuyo armazón es tan sólo el bastón de andar. Y a veces también, encuentra refugios como el nuestro donde hemos llegado para pasar la noche antes de ascender  al Monte Perdido.

Imanol se siente a gusto con nosotros. No para de hablar (y nosotros de preguntar),  y tras la cena, alargamos la velada hasta muy tarde. Los guardas han apagado las luces, pero seguimos ahí, al débil resplandor de una vela, empapándonos de experiencias ajenas y transmitiendo, a su vez, lo que hemos aprendido en este mundo de hielo y rocas. La transpirenaica  no es excesivamente difícil ni complicada, nos cuenta. Cualquier persona con un mínimo de preparación física puede realizarla, incluso en bicicleta por los valles o con más experiencia por las cumbres. Pero para preparar la mochila, coger el tren y partir sólo, hace falta temple, mucho temple. Y eso que al principio comentaba.

A Imanol no lo volvimos a ver. Comenzamos nuestro ascenso cuando él ya había partido. La última tempestad le afectó tanto que estuvo la noche entera tiritando y dos días entumecido por el frío. Ahora quiere ir con todo el tiempo por delante.  Con el agua y la ventisca se quedó sin móvil y necesitaba  bajar a algún pueblo a una hora razonable para adquirir uno nuevo. Nosotros salimos tras  el desayuno, a una hora menos razonable. Nos esperaban seis horas de dura ascensión y las previsiones para la tarde, no indicaban nada bueno. Las gigantescas sombras de las cumbres iban retrocediendo a medida que avanzábamos, y los rayos del sol, a esta altitud, comenzaban a diluirse entre las nubes. En uno de los escarpes, poco antes de alcanzar el lago helado, perdemos de vista a parte del grupo. Algunos se han adelantado, pero el resto viene detrás. No podemos esperar por más tiempo y decidimos avanzar para afrontar la última canal lo antes posible. Solo con verla desde lejos ya impone. Una inscripción en la roca nos indica que vamos a entrar en una zona peligrosa. Hace unos cuantos años, desde aquí no pude continuar. La cantidad de nieve inesperada a mediados de octubre, un calzado inadecuado y el agotamiento físico me hicieron desistir. Aunque mi amigo Joan Grifoll insiste en que sí hice la cumbre con él, yo no lo recuerdo, y creo que se confunde con el Taillón, donde esa misma mañana, sí pudimos alcanzar.

En esta ocasión todo es distinto: tengo mejor forma física y el equipo es el adecuado. Además apenas hay nieve. Queda un nevero en la parte superior del lago, donde el glaciar se mantiene, pero la escupidera está libre de hielo. Esto lo hemos preguntado hasta la saciedad. Este paso, una inmensa canal de roca descompuesta hasta el collado del Perdido y poco antes de la arista final, es uno de los pasos más peligrosos del Pirineo. En invierno un error puede ser fatal y si pierdes el equilibrio y el piolet no te sujeta, la velocidad que alcanzas en apenas unos segundos te lanza al vacio empujado por la inercia como un gigantesco tobogán.  Más de ochenta personas han perdido la vida en este lugar desde que se lleva en el refugio el registro de accidentes, por lo que el tramo que nos queda, donde avanzas un paso y retrocedes tres, es como la antesala del infierno. La escupidera está al límite de la verticalidad y a duras penas podemos avanzar, pero poco a poco nos vamos afianzando y avanzando hacia la cumbre.  Tan lejana hace unas horas, ahora queda ya mucho más cerca.

Monte Perdido es el macizo calcáreo más alto de Europa. Con 3355 mts de altura es una de las cumbres más soberbias e imponentes de los Pirineos. Para muchos montañeros es la cima por excelencia, y sin lugar a dudas, una de las más hermosas de toda la cordillera. Forma parte de un macizo, conocido en Aragón como las Tres Sorores donde se distinguen las cumbres del Cilindro (3328) el Perdido y el Añisco (3263) llamado también como Soum de Ramond, en recuerdo a uno de los primeros exploradores de la alta montaña pirenaica. Mientras en la cara norte del macizo, ya casi en territorio francés, se conserva uno de los últimos glaciares, de oeste a este arrancan cuatro valles de extraordinaria belleza:  Ordesa, Escuain,  Pineta y el cañón de Añisclo cuya subida es mucho más larga y dura que por el valle de Ordesa.

Superadas las gradas de Soaso, y el afluente de turistas que trataban de llegar al circo glaciar y la cola de Caballo, alcanzamos a media tarde el refugio de Gorriz. Cruzamos los hayedos de Bujaruelo antes de que la explosión otoñal los alcanzase de pleno. Y en el refugio cenamos y charlamos, tras un primer vivac, con nuestro nuevo amigo vasco.

La cumbre del Perdido la conquistamos, libre de nubes, hacia las dos del mediodía, cuando la única compañía que quedaba era una graja hambrienta que esperaba sacar partido de los últimos montañeros  que vería en muchos días. Apenas 15 minutos estuvimos en la cima, la culminación del esfuerzo de un par de días. El momento sublime que caracteriza este instante compensa con creces la locura y el riesgo de la escupidera, cuyo paso no se me va de la cabeza. Observada desde arriba ves que la canal, en salvaje pendiente, tiene una ligera oscilación hacia la izquierda, y por tanto en caso de caída, te escupe con fuerza hacia un precipicio de más de 500 metros en vertical de roca viva. Más por lo que sabes que por lo que ves, las piernas te tiemblan tanto para subir, como para bajar.

Ya en el refugio, con una cervecita fresca y la relajación visual que produce el color azafranado del atardecer sobre Ordesa, te sientes el dueño del mundo. Y como ya no sientes ni los músculos, levitas como los ángeles. Porque llega un momento que el cansancio te anestesia de tal forma que todo, absolutamente todo, te da igual.

Leo en casa el correo que me envía Imanol. Ha conseguido llegar al Mediterráneo. Me habla de lo que queda de sus pies, de la confusión al volver a la civilización, del queso que le llevaron sus amigos del pueblo y de un registro por parte de los mossos de escuadra al verle bajar de las alturas. También me dice que este tipo de viajes hace que se valore mucho más lo que se tiene, sobre todo a la gente, lo uno ha hecho y lo que uno es. Y que ha encontrado, en inglés, el libro que le recomendé, “Un sendero entre las nubes”.

La noche ha caído en Górriz.  El final del crepúsculo ha dado paso a la calígine que antecede la oscuridad total, y con ella, a las primeras estrellas. Elisa nos llama para entrar a cenar. Es la más joven del grupo. Hace diez años, entonces tenía 18, ya vino con nosotros a recorrer Irlanda en bicicleta.  Al verme pensativo se acerca. Y despacio me susurra al oído, lo que luego supe eran las palabras de un viejo proverbio vasco:

 “Non gogoa, han zangoa”

Donde van tus pensamientos, van tus pasos

Ahí van las fotos. Espero que os gusten.

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                                                www.almerich.net

  1. José Manuel, gracias por compartir esta experiencia que nos muestra la naturaleza en estado puro, espacios de gran belleza, inaccesibles para muchos.
    Un abrazo,
    Carmen

  2. Que pasada!. Me ha  encantado recorrer (aunque sea  fotográficamente) ese bellísimo “sendero entre las nubes”. Es un verdadero privilegio para la vista.
    Muchas gracias

  3. wow, tremendas fotos!!!! gracias!!! y si, hay que buscar/perseguir nuestros pensamientos y deseos. Este fin de semana  he vuelto a los pirineos con tres amigos, te envió una foto.

    PD: una pequeña corrección ortográfica, se escribe “zangoa”. La pronunciación de la z en euskera es silbante (¿?).

  4. Quin relat més bonic!
    Gràcies per continuar transmitint-nos els sentiments de la montanya als que no podem gaudir d’ella tan a sobint com ens agradaria!
    Al pont he estat al Pirineu gironés, que no coneixia. Com sempre, uns paisatges espectaculars. Continue fent fotos a vore si algun dia conseguisc estar al teu nivell!
    Aprofitaré també per fer-li una ullada al llibre que recomanes. M’agraden els llibres de viatges. Ara estic llegint “El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá” de Javier Reverte. Està guai, perquè, al igual que passa amb els teus relats, et permet fer el viatge amb ell sense necessitat de desplaçar-te en persona! Si no hi pots anar físicament, al menys en esperit!
    Besos,
    Pilar.
    P.D. Vaig vore el programa de Punt 2. Xulo. Però en volem més!

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