almerich

El bloc personal de José Manuel Almerich

23 de setembre de 2008
Sense categoria
2 comentaris

LAS DUNAS DE PINET

José Manuel Almerich

 
Ahora que el mar se va acercando al hostal y las olas exigen su retirada, es el momento de visitar el lugar antes que sea demasiado tarde. Y ver que en nuestras costas, a pesar de todo, todavía quedan lugares que mantienen intacta su benévola horizontalidad.

Está tan cerca del mar que las olas con frecuencia, invaden la terraza. Durante el último temporal –me cuenta Arsenio su propietario- el agua rompió la puerta, entró con fuerza en el interior del hotel y rebasó incluso, el mostrador de recepción. Afectado por la ley de costas, el Hostal Galicia tiene los días contados, pero hace unas décadas su situación no era la misma. Basta ver unas postales antiguas para darse cuenta que la distancia entre el hotel y el mar era   mucho mayor. ¿Cambio climático, o acción directa del hombre sobre el entorno? Arsenio no me sabe responder, pero recuerda los camiones que venían a cargar arena y trasladarla a las playas de Benidorm y Santa Pola. Tampoco sabe cuanto tiempo más podrán seguir aquí. – Estamos ocupando un terreno público en mitad de las dunas de Pinet, un paraje protegido en la marina d’Elx.

 

Pero el hotel no rompe en absoluto con el entorno; más bien al contrario, se integra en él. En sus inicios fue una tienda de ultramarinos que daba servicio a las familias de los carabineros destinados en un cuartel cercano del que solo quedan las ruinas. Arsenio Gallego, el abuelo, fue uno de los guardias destinados en este apartado lugar hasta que el azul del Mediterráneo y los ojos de una mujer ilicitana le atraparon para siempre. En los años cuarenta decidió montar su pequeño negocio, lo fue ampliando y convertido después en hospedería, ofrecía alojamiento y comida a los pescadores, marineros y contrabandistas que venían de Santa Pola y Guardamar. Después su hijo, y ahora sus nietos,   llevan el pequeño hotel. El avance del mar les ha dejado indefensos, pero también lo ha convertido en un lugar privilegiado donde sus huéspedes parecen dormir en un barco varado en la arena mientras escuchan durante toda la noche el murmullo de las olas y ven por la ventana, el reflejo de la luz de la luna sobre el agua. El trato es sencillo, honesto, de carácter familiar como en los viejos balnearios donde la decoración y las habitaciones te trasladan en el tiempo y el comedor, con vistas, te recuerda que el Mediterráneo es un hombre disfrazado de mar.

 

La playa del Pinet, entre los términos de Elche y Santa Pola se extiende a lo largo de seis kilómetros en un estado primigenio, casi intacto, de arena blanca y sólo interrumpida por los antiguos canales de las salinas todavía en funcionamiento. Las barcas de madera, abandonadas en la orilla, vencidas por el sol y albeadas por el salobre, se funden con la arena y son en su agonía,   refugio a especies como la perdiz de mar que anidan en el suelo y crían a sus polluelos a la sombra de la proa, o lo que queda de ella, un carcomido esqueleto que desafía su prominencia al viento de Lleveig. Los antiguos muelles de madera y las montañas de blanca y cegadora sal, como cumbres alpinas sacadas de su entorno, forman parte del paisaje luminoso y transparente de la costa alicantina.

 

Protegida íntegramente, la playa del Pinet no se puede apenas ni pisar, pero nadie nos privará del largo paseo por la orilla hasta Santa Pola, excursión que en poco más de hora y media nos lleva a Playa Lisa. Fue allí donde en mayo de 1900 los pescadores observaron como los marineros ingleses del buque Theseus se entretenían en sus ratos de ocio con un extraño juego en el que   corrían tras una pelota divididos en dos bandos. Lo llamaban foot- ball y décadas después, este juego se había convertido en la obsesión enfermiza de miles de españoles. Entre tanto, a lo largo de esta estrecha franja entre la tierra y el mar, las dunas de discreta altura y dilatada ondulación parecen no querer rivalizar con el suave oleaje y la horizontalidad de las salinas donde colonias de flamencos pasan el invierno. Hace años que se quedan aquí. Ya no necesitan cruzar a África.

Las salinas de Santa Pola con sus distintos ecosistemas, canales inundados de agua, lagunas que parecen desiertos de cristal, cordones dunares y vegetación que se aferra a la arena adaptada a la dureza de estas condiciones donde los pinos adoptan extrañas formas azotados por el viento, dan refugio a infinidad de aves y permiten la vida a especies que de otra forma, se hubiesen extinguido.

 

El Hostal Galicia, y el helénico entorno   donde se ubica, nos recuerdan como eran nuestras costas hace medio siglo. Y nos recuerda también que el mar siempre ha formado parte de nuestra historia aunque vivamos de espaldas a él. Es un privilegio pasar unos días como Ulises antes de volver a Itaca. Dejarse llevar por un buen libro, sombrero de paja y descansar, disfrutar del arroz a banda de la familia gallego e impregnarse la piel de arena y sal como los viejos pescadores que vivían en la marina ilicitana.

Ahora que el mar se va acercando al hostal y las olas exigen su retirada, es el momento de visitar el lugar antes que sea demasiado tarde. Y ver que en nuestras costas, a pesar de todo, todavía quedan lugares que mantienen intacta su benévola horizontalidad.

 

José Manuel Almerich

 

 

 

Ver las fotografías

                                       www.almerich.net

 

  1. Amic, la meua enhorabona i el meu reconeiximent anònim
    al teu treball. Per gent com tu, paga la pena treballar per la nostra terra.

    Salut.

    Pablo (Sella)

  2. Gracias maestro,
    No dudes que si encuentro un hueco Lola y yo nos iremos a bañar en salitre y brindaremos una vez más por ti, por enseñarnos como nadie el pais que tenemos!!!!

    Gracias!!!!

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Aquest lloc està protegit per reCAPTCHA i s’apliquen la política de privadesa i les condicions del servei de Google.

Us ha agradat aquest article? Compartiu-lo!