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El bloc personal de José Manuel Almerich

15 de maig de 2008
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7 comentaris

EL RIF

José Manuel Almerich

Xauen emana vida por los cuatro costados. Por las puertas de su muralla traspasas el túnel de un mundo desaparecido en occidente; artesanos, barberos, aguadores, acemileros, contadores de cuentos y vendedores de humo se diluyen entre la penumbra y el vapor de los hamman, mientras las sombras de los fantasmas envueltos en chilabas deambulan en silencio a través de la noche.

Tomaros tiempo. Estas fotografías son precisamente eso, un viaje en el tiempo. Es como traspasar la barrera de la historia. Tan fácil y tan sencillo como cruzar el Estrecho. Y si además podéis verlas con la música que Pilar, desde Sevilla, me ha sugerido para la proyección, todavía mejor. Se trata de Caravasar, “Alminares Mediterráneos”, pero eso os lo enviaré en otro correo. Pesa demasiado, como pesa el sentimiento y la cultura que esa misma música transmite.

 

Mientras amanece entre ambos mares, las montañas del Rif se van dibujando con la luz mediterránea y teñidas con el color del sol naciente, alcanzan unas proporciones que tan sólo serán superadas por el Atlas o por las cumbres del Veleta y Mulhacen, hermanas geológicas de la cordillera africana. No la verían con los mismos ojos los soldados que en Annual les arrancaron la piel. La más absurda de las guerras que llevó a la mayor humillación que ha sufrido jamás el ejército de este país de tartanas meloneras como lo definió en su día el periodista Leguineche. De los veinte mil españoles que el inepto y corrupto gobierno de Alfonso XIII envió allí, tan sólo seiscientos volvieron a ver a sus padres, o a trabajar las tierras pobres de una España rural atrasada y desfavorecida que llevó a una muerte atroz al único patrimonio humano que le quedaba: la juventud. La guerra con Marruecos fue un desastre anunciado, el resultado de una ambición desmedida, de una equivocada, orgullosa y mal definida expansión territorial, quizá para olvidar fuertes tensiones internas o la pérdida de Cuba. Con el señuelo de falsos yacimientos de hierro, plomo y cobre, España, que excepto Cataluña no conocía la industrialización, quiso la peor parte del pastel africano. ¿Como vamos a civilizar a nadie -se preguntaba Elogio de la Vega- si nosotros somos casi todos analfabetos?

 

Adentrarse en territorio rifeño, habitado por cabilas enfrentadas y aguerridas, tremendamente violentas, fue enviar al matadero a cientos de soldados que jamás llegaron a saber, que demonios hacían allí. Mientras un rifeño saltaba entre las piedras como un chacal, tan sólo equipado con la chilaba, un fusil y un puñado de higos secos en el bolsillo, el español moría de sed, degollado o estrangulado con sus propios intestinos sin llegar a ver el enemigo, pertrechado con armas oxidadas y obsoletas que le explotaban en la cara, con ropa y calzado inadecuado, sin preparación ni experiencia, dirigido por oficiales tan ignorantes como ellos  y alimentados con latas de sardinas que acrecentaban una sed de la que los supervivientes no se recuperaron jamás. Ni la tinta ni los orines con azúcar que tuvieron que beber asediados en los blocaos fueron suficiente para que los rifeños se apiadasen de ellos. Los telegramas de los mandos asediados y rodeados en mitad de un territorio hostil, reseco de chumberas, esparto y espinos siguen hoy, setenta años después, produciendo un nudo en el corazón cuando los lees en los archivos de la historia militar. Pero aquello, el desastre de Annual nos parece muy lejano. Nadie lo recuerda y la memoria siempre se encierra en sí misma cuando hace apenas unos años, la historia se volvió a repetir en Irak.

 

Nuestra generación ha sido más afortunada. Hemos viajado al Rif por puro placer y hemos podido recorrer a pie una parte de esta cordillera entre cabilas, pastores y plantaciones de marihuana sin ser degollados. Y hemos convertido en poesía aquel paisaje. Y hemos traspasado las murallas de Xauen, la ciudad santa que tuvo prohibido el acceso a los extranjeros bajo pena de muerte hasta bien entrado el siglo XX. Y hemos probado el te a la menta, y comido tallín, y hemos fumado kifi en los suburbios con las mismas pipas que los moriscos utilizaban ya en los poblados abandonados de Espadán o Calderona, mucho antes de la llegada del tabaco. Y entre niebla, bosques de cedros, barro y lluvia, las mujeres ataviadas con ropa de colores vivos traspasan el umbral de la belleza. La mujer sigue siendo, en el mundo bereber, la reina del paisaje. Reina y esclava a la vez de su propia condición. Mientras ellos deambulan ociosos entre campos de hachís y calles derruidas, las mujeres hacen el pan, sacan el ganado, trabajan la tierra, recolectan la cosecha, preparan la comida, crían hijos sin descanso y cuidan de los más pequeños hasta que las niñas, con siete años, puedan llevar a la espalda a sus propios hermanos. Recorrer a pie las montañas del Rif y observar Xauen desde lo alto de las cumbres ha sido una experiencia extraordinaria, un paso atrás de varios siglos, volver a ver la vida que siempre, en las excursiones por nuestras montañas imaginabas como podría ser. Es como acercarse a una masía abandonada y oír de nuevo el griterío de los niños, los animales domésticos merodeando en los corrales o el olor a pan recién hecho saliendo del horno moruno, mientras ellas, con unos ojos negros que te paralizan con su mirada, te observan, discretas y sonrientes, como princesas de un reino perdido, alejado del mundo, olvidado y pobre,  pero suyo.

Xauen emana vida por los cuatro costados. Por las puertas de su muralla traspasas el túnel de un mundo desaparecido en occidente; artesanos, barberos, aguadores, acemileros, contadores de cuentos y vendedores de humo se diluyen entre la penumbra y el vapor de los hamman, mientras las sombras de los fantasmas envueltos en chilabas deambulan en silencio a través de la noche. Y el azul, el intenso azul de Xauen te evoca recuerdos de infancia cuando los años transcurrían despacio y los veranos ociosos. Y tan sólo la cal de las paredes, que capa a capa ha ido aumentando con los años su grosor nos recuerda, como los anillos de un árbol, que el tiempo no perdona.

Hace diez años que visité Xauen por primera vez;  desde entonces nada ha cambiado.  La Medina sigue inmersa en la Edad Media, casi igual que en 1919 la pisó el primer viajero occidental, y los taxis, desvencijados, con agujeros en la chapa por los que ves el suelo, te llevan al hotel  a lo largo de su estrecha y serpenteante carretera, la única que el país alahuí ha construido en el Rif. Aislados y atrasados, es el precio que los rifeños han pagado por defender su libertad y estar, a pesar de todo, más cerca de España que de África. Los moriscos que allí se instalaron tras la expulsión en 1609 conservaron las llaves de sus casas. Muchos no fueron bien recibidos, otros murieron en el camino y unos pocos mantienen el recuerdo heredado de sus antepasados: la imagen del Cavall Verd sobre la vall de Laguar grabada en sus retinas. El Rif refleja como un espejo las Alpujarras granadinas mientras Orán refleja las montañas de la Marina.

Xauen no es Marruecos, no tiene nada que ver. Es el Rif, el reino azul entre montañas, el sonido del muecín y el olor a clavo y a jazmín, el color del azafrán o el penetrante aroma de las especias y la menta en el tallín. Xauen es, en definitiva, una porción de tierra robada a Andalucía.

Ver fotos de este viaje

                                          www.almerich.net

  1. Hola José Manuel, 

    Sigues sorprendiéndome con tus maravillosos relatos y fotografías … 

    Gracias por alegrarme la mañana.

  2. Entre la morriña que tengo por no haber ido este año, el día nublado, lo bien que describes el lugar y el buen ojo para plasmarlo en imágenes que trasmiten tanto… me va a costar mucho volver a la rutina 🙂 

    Deberías plantearte muy seriamente hacer un pase de fotos (con música y textos de fondo) en el CEV (también intento convencer a Pepe Alfonso para que nos acerque Nepal)  

    Yo me ofrezco a echar una mano (que sé bien de tu agenda “apretá”)

  3. M’encanta llegir els teus reportatges
    també et vull felicitar per els programes de la tele
    una salutació desde Menorca
    SALUT

    Monse  

  4. Amigo José Manuel: Aunque hace tiempo que no nos vemos, sí que sigo tu blog y gozo con  sus reportajes y excelentes fotos. Un abrazo de Luis Gispert.

  5. Son unas fotos maravillosas.
    el sitio también. Y lo que dices.
    como un regalo entre tanta basura.
    las guardaré en este tiempo tan efímero de la electrònica.
    Muchas gracias.
    Gaspar Jaén i Urban

  6. Benvolgut amic,
     
    No se com ens ha arribat aquesta proposta tan sugerent de conèixer el Rif, com ho has definit, és un viatge en el temps, malhauradament és un viatge sense retorn als indrets del nostre paissatge, quan vas redescobrir els masos i pobles abandonats, testics d’una cultura extinguida.
     
    Certament, es un plaer, creuar l’Estret i endinsar-se al Magreb, només hem fet dos viatges, un amb Juan Carlos Gomez, fa setze anys, amb les presses i la rigorositat dels horaris. i un altre amb Eloïsa des-de Marrakesh fins a Merzouga, amb transports col.lectius(autobusos marroquins) i taxis, experiència inolvidable.
     
    Quan vullgues i pugues vine per açi que sempre seràs benvingut com home de bè que eres, ens agradaría moltissim que t’apropares el 11 de juliol a les 21h45′ a l’acte cultural d’enguany, amb cata de vins, poesía, pintura i música, amb molts amics i mitjans, i la presència obligada de Manolo Gaya i les seues fans.
     
    Una forta abraçada. Jesús Broch. Cau de l’Art.

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