18 de febrer de 2009
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L’endemà de la sentència. Articles per a la reflexió (I i II)

Iniciem una sèrie d’articles d’opinió que creiem que bé valen una reflexió. Els dos primers articles d’aquesta sèrie (Qué haremos cuando nos pisoteen? i Espanya té un pla; Catalunya, no) dibuixen una situació crítica i uns actors inoperants i, tot i no assenyalar cap via de solució, deixen clara la intenció espanyola d’acabar amb el seu “problema catalán”.
 
Des del grup Acte de Sobirania pensem que la via de solució hauria de començar per:
 
– un debat obert i franc sobre la política de la nació i els seus enemics.
– l’assumpció d’un compromís per part dels nostres polítics.
– i la responsabilitat del poble català en una lluita que no es pot preveure fàcil.

Articles per a la reflexió (I)

¿Qué haremos cuando nos pisoteen?

Francesc-Marc Álvaro

Publicat a La Vanguardia el 17 de novembre de 2008

http://hemeroteca.lavanguardia.es/preview/2008/11/17/pagina-26/75255227/pdf.html

 

Este
es un artículo preventivo. Quiero decir que es una reflexión que trata
de anticiparse a unos hechos que todavía no han sucedido. ¿Por qué
molestarles a ustedes con algo que es sólo una posibilidad? Porque,
actualmente, los catalanes tenemos escasas probabilidades de salir bien
parados de los dos partidos que estamos jugando, el del Estatut y el de
la financiación autonómica. Si dejaran apostar, a la vista de todos los
indicios, no creo que nadie lo hiciera por Catalunya. Y, aunque parezca
un contrasentido, este también es un artículo optimista, y lo remarco
especialmente para que nadie pierda el tiempo acusándome de derrotismo.
Si no pensara que todavía nos queda algo de coraje e inteligencia para
cambiar nuestra suerte, no hablaría de estas cosas.

En
el asunto de la financiación autonómica, más allá del incumplimiento de
todos los plazos marcados, nadie esconde que las negociaciones entre el
Gobierno central y el Govern de la Generalitat han avanzado muy poco,
por decirlo tan suavemente como el conseller Castells. Hoy hace tres
meses que De la Vega y Saura se sacaron de la manga una prórroga que
evitaba que Zapatero tuviera que dar cuenta de su falta de palabra.
Ahora, la crisis económica se ha convertido en el gran argumento de
Solbes para justificar la vulneración de los principios generales
inscritos en el Estatut, que el PSOE y el Gobierno aceptaron
solemnemente. Pero esta crisis que atravesamos también pone en
evidencia la grave falta de recursos de la Generalitat para hacer
frente a las crecientes demandas en áreas tan sensibles como sanidad,
educación y seguridad. Un dato elocuente nos permite comprender la
magnitud del reto: la población catalana ha aumentado un 25% fruto de
la nueva inmigración. Como ha recordado una entidad tan seria y
moderada como el Cercle d´Economia, “la autonomía política y
administrativa no es posible sin autonomía financiera”.


Hablar
del Tribunal Constitucional y de la sentencia que este órgano acabe
dictando sobre el Estatut es penetrar en una zona donde el
desprestigio, el partidismo y el escándalo han reventado las reglas de
juego hasta poner en entredicho la razón de ser de quienes constan como
árbitros máximos. Si el Estatut queda disminuido o desfigurado (en
capítulos sustanciales como la financiación o la lengua), habrá un
choque frontal de legitimidades sin precedentes en nuestra democracia.
¿De qué sirvió el referéndum del Estatut?, se preguntarán muchos.


La
crisis estará servida. No sólo nos habrán dejado sin la herramienta
básica del autogobierno, también se lanzará un mensaje muy inquietante:
lo que expresan los ciudadanos en las urnas puede ser borrado de un
plumazo.


No parece la mejor manera de celebrar el trigésimo aniversario de la Constitución.

Si
el Gobierno central no asegura una financiación autonómica justa y
suficiente y si el TC se carga el Estatut, el colapso económico y el
bloqueo político se convertirán en una bomba de efectos impredecibles.
Por mucho que algunos traten de maquillar el fracaso, las cifras de la
crisis desmentirán los ejercicios retóricos para consolar al personal.
Llegados a este hipotético punto, aparece la cuestión central: ¿Qué
haremos cuando nos pisoteen? Nadie lo sabe. No hay plan alguno ni en el
Govern Montilla, ni en CiU, ni en la sociedad civil ni en las cabezas
más preclaras. Se han lanzado algunas ideas sueltas, pero no estamos
preparados para hacer frente a lo que – y espero equivocarme- será el
momento más grave para Catalunya desde la recuperación de la democracia
y después de la intentona golpista del 23 de febrero de 1981.


El
poder central habrá roto el modelo de convivencia territorial que,
sobre todo por impulso de los catalanes, se implantó y generalizó en
España a partir de 1977. El café para todos dará paso al cerrojazo:
lograr que España sea, finalmente, algo parecido a esa Francia
homogénea y jacobina que no pudo ser. La meta es poner punto final a la
anomalía del llamado problema catalán.

En
septiembre del año pasado, escribí que Catalunya anda buscando un nuevo
relato, pero este – como señalé entonces- “no debe basarse únicamente
en el enfado acumulado, sino en la voluntad de construir algo mejor”.
Hoy, cuando todos los augurios son descorazonadores, me ratifico en
esta posición, por ser la única que nos permitirá sumar fuerzas para
salir del atolladero. Sumar fuerzas implica que el catalanismo sea
capaz de atraer también a los poco o nada catalanistas. Y ello conecta
con algo que tenemos escrito desde hace tiempo: el catalanismo o
nacionalismo catalán atraviesa una crisis de ideas y de estrategias, lo
cual todavía no ha tenido su traducción en el terreno electoral. Pero
esta debilidad está ahí y es precisamente ahora cuando urge abordarla.
El debate sobre el camino que tomar ante un Estatut cercenado y una
financiación insuficiente no puede plantearse como si viviéramos entre
la depresión y la euforia que provocan los resultados del Barça. A
menudo, la política catalana es prisionera de incontables gestos
reactivos que agotan todas las energías y nos impiden ver el bosque. Ha
llegado la hora de redefinir los objetivos del catalanismo, ensanchando
complicidades, creando ilusión, rompiendo moldes y asumiendo el riesgo
de respetarnos a nosotros mismos a la vez que nos hacemos respetar.

Articles per a la reflexió (II) 

Espanya té un pla; Catalunya, no

Francesc Puigpelat

Publicat a e-notícies, el 19 de novembre de 2008

http://blogs.e-noticies.com/francesc-puigpelat/espanya_te_un_pla_catalunya_no.html

Dilluns,
Francesc-Marc Álvaro publicava un lúcid article amb un títol ben
expressiu: “¿Qué haremos cuando nos pisoteen?” Es referia, és clar, a
les dues espases de Damocles que pengen sobre Catalunya i han de caure
sobre els nostres caps, de manera ineluctable, en dos o tres de mesos:
el nou finançament i la sentència del Tribunal Constitucional (TC)
sobre l’Estatut. Álvaro parteix de la percepció, àmpliament compartida,
que Catalunya serà “pisoteada” en tots dos casos.

El
més penós és comprovar que els que manen no tenen la menor idea de què
fer quan es consumi la trepitjada. El que ho té més clar, dins de tot,
és Montilla: acatarà la decisió de Zapatero, acatarà la del TC i mirarà
de fer no gaire soroll. El problema és aquest “no gaire”, perquè el
futur polític de Montilla depèn de l’actitud que prengui: encara que
sigui a nivell de gestualitat i de retòrica, necessita marcar
distàncies amb el PSOE si vol tenir l’esperança de superar el penós
26,81% de vots de fa dos anys.

On
la confusió és més gran és en el bàndol del catalanisme. Pel que fa a
ERC, les contradiccions són immenses. El congrés del partit va aprovar
aquest estiu una resolució per la qual, si el TC liquidava l’Estatut,
el partit havia d’organitzar quasi una revolució. En canvi, Puigcercós
ja ha dit aquesta setmana que, passi el que passi, no es posa en
qüestió l’estabilitat del Tripartit (amb els càrrecs corresponents). I,
quant al finançament, Esquerra ja s’ha apuntat a les rebaixes: firmaria
un augment de 2.500 milions per l’any 2009.

A
CiU tampoc no van gens sobrats de plans i tenen un seriós problema de
coherència interna. Artur Mas es mostra partidari d’una reacció
contundent quan el TC tombi l’Estatut, però Duran Lleida ja es va posar
d’acord la setmana passada amb Montilla per pactar que, passi el que
passi, tot ha de seguir igual: tranquil·litat i algun peix al cove.

De
tot plegat, es dedueix una cosa ben clara: que Catalunya no té cap pla.
No existeix. Hi ha, com a molt, algunes declaracions superposades i
contradictòries d’uns i altres i, sobretot, una lluita tàctica
permanent per situar-se en la línia de sortida de cara a les properes
eleccions. Però ni la primera autoritat del país, José Montilla, ni el
líder de l’oposició, Artur Mas, no saben què faran. Catalunya, com a
país, és un campi qui pugui. I, quan arribi la patacada, improvisarà.
Com sempre.

Espanya,
en canvi, sí que té un pla. Un pla ben clar: una nació uniforme de
model francès, amb capital única i indiscutible a Madrid, i la resta
del territori (inclosa Catalunya) convertit en perifèria i província.
El projecte és compartit per PP i PSOE. Exactament com el PP i el PSOE
negociaran i compartiran la sentència del Constitucional que blindarà
Espanya, la nació, contra qualsevol veleitat autonomista dels pobres
catalans: aquells senyors que bramen, gesticulen i protesten, però no
tenen cap pla. Cap.

 

 

 

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