Fa uns dies vaig rebre de David la darrera poesia que ha trobat de Lacomba. Es tracta de “Visión de otoño” publicada el 22 de setembre de 1928 pel diari “La Libertad”.
Em vaig sentir intrigat, em preguntava com ho ha trobat?, quines finestres obre per arribar-hi?
Tenint el nom del diari i la data de publicació no resulta difícil trobar eixe exemplar. Es publicava a Madrid. Al fullejar-lo trobe la poesia, es tracta d’un sonet, està a la pàgina 2 però la sorpresa la vaig tenir en trobar a la pàgina 6 un “Resumen literario” signat per Juan Chabas en el qual es comentava el darrer llibre de Lacomba “Carácter”.
De nou el meu sincer agraïment a David Perez.
La poesia:
VISION DE OTOÑO
Toda la tarde duerme sobre el blanco camino.
Otoño -hojas marchitas y una intensa quietud
vierte sobre el ocaso, como un dorado vino
que embota los ensueños, la fe, la juventud.
Sobre la herbaza seca, la mancha milagrera
del áureo sol. El campo huela a tierra mojada
las golondrinas trazan una línea ligera
sobre el ambiente quieto de la tarde callada.
Finge un regalo un ritmo de luz bajo la tarde.
En el ocaso mustio un sol pálido arde,
todo tiene una intensa y extraña vibración,
y tan sólo golpea, raudo y acompasado
como un péndulo vivo, loco y atolondrado
en su caja sonora el viejo corazón.
Juan Lacomba
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Juan Lacomba. “Carácter” –poemas-, primer cuaderno de “Puerto”. Valencia. 1928. He aquí, felicitémonos, un librillo que nos trae varias alegrias. Primera la de saludar a un nueva poeta cuyo nombre es necesario inscribir en esa pléyade de jóvenes líricos que aseguran a la poesía española un reverdecimiento de calidades y perfecciones tan amplio, que hoy día puede de nuestra lírica afirmarse que ofrece un conjunto de renovadores esfuerzos eficaces como la de pocos países. Segunda; la de hallar en Valencia, tanto tiempo anclada en un viejo puerto de arte viejo y sucio (sucio de luz de receta, viejo de modernismo trasnochado y sin cultura), otro puerto de aguas más inquietas, claras, rizadas con vientos que ya soplan hace algún tiempo, abiertos y sanos de juventud y sangre nueva, por todo nuestro mapa literario.
Y luego las alegrías íntimas de cazar versos puros, en estos poemillas de “Carácter”:
“Se asombra de espera el gozo.”
o :
“Todo el azul se acelera
hacia la hora en espera.”
Y todavía:
“Ciegan las luces del mar
los instantes más remotos,”
Cazados al azar, recordando la emoción que dejan, como una estela de luz en el recuerdo las voces de esta poesía.
Voces no timbradas aún con perfecta armonía total. Juan Lacomba reune en este volumen unos treinta poemillas; ninguno de ellos es repudiable, pero algunos de desfallecen, faltos de aire seguro, de firme impulso para el vuelo. No midamos a este poeta por estas alas quebradas: en los instantes de vuelo seguro podremos mejor apreciar su rumbo y la certeza de su altura. Porque en esos instantes es cuando Juan Lacomba ya no se siente vigilado por sus influencias lejanas o la más recientes. Es él libre, dueño de su caudal. Caudal limpio preciso, exacto; la emoción poética, en este librillo, se nos muestra en los mejores momentos ceñida, desnuda, recortada. Con severo rigor técnico
la estrofa levanta, firme su acento de dicción concreta, el manantial de emociones que a sus versos confía el poeta. Así, la luz de Valencia, su fronda, sus rosas y sus claveles no se desbordan en la vanidad de un lujo verbal inútil y barroco. Son afiladas en pura desnudez de su gracia, ornato sobrio de la vida íntima del poeta, que divisa en esa luz, en esa riqueza de color por tantos otros emborrachada de estridencias, no es una vana pereza de habilidades y fórmulas, sino una profunda disciplina de armonías; camino cierto de la averiguación de sí mismo en la vida total de esa naturaleza de huerta y de mar.
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