"Visites de Guillem en vaig tenir només dues, perquè jo mateix n’era poc partidari. Em feia molta il·lusió veure’l, però després quedava fotut, i no sempre podia recórrer a l’afecte silenciós d’algun company.
Vaig enviar-li, en canvi, algunes cartes, tot i saber que encara no les podia llegir. El 9 de març de 1976, quan feia més de set mesos que estava detingut, vaig escriure-li aquesta, per descomptat en castellà:
"(…) Desearía, sencillamente, que supieses que, además de querer para tí lo mejor, como cualquier padre normal, me gustaría que tu llegases a querer para muchos otros eso, lo mejor. Esos muchos otros yo los encuentro en el otro lado, entre los oprimidos, los que sufren, los trabajadores, los luchadores con y sin esperanza, los que temen y los que vencen el temor y dan de sí lo que pueden a favor de esos muchos otros, de ellos mismos, en definitiva.
"La linia divisoria de la actución en la vida, hijo, son los hechos y no las palabras. Desconfía si así lo crees también, de quienes hablan y no actúan. Me gustaría que supieses que tambíen fui, que soy, mucho menos de lo que creen, de lo que creían. Que más de una vez estuve tentado de escoger la vida cómoda, y de que a lo peor, cuando leas esto, si lo lees, ya hice esa elección.
Esta carta hubiera querido ser menos retórica, hubiese querido no ser escrita. Y sin embargo, aquí está. Guillem estimat, "perquè has vingut ara torno a estimar / diré el teu nom i el cantarà l’alosa". Esto lo escribía un poeta tuberculoso, Joan Salvat-Papasseit, hace más de 50 años… Tot l’enyor de demà, Papà".
El llibre de Salvat-Papasseit amb dibuixos de Guinovart que havia publicat Ariel em va acompanyar tota l’estada a la presó. És un d’aquells que sempre duria a aquelles illes desertes a les quals mai no aniré."
(Josep Maria Huertas Clavería, Cada taula un Vietnam)