Un milió... de fa molt temps

el bloc de Xavier Mateu

Publicat el 30 de juny de 2017

Una setmana agitada

Durant l’interval setmanal entre les meves primera i segona actuació, el tema més freqüent de les converses al voltant del concurs consistia a valorar si m’hauria d’haver tallat els pantalons o no.

Hi va haver opinions en tots els sentits, tant en xerrades de cafè com en els comentaris que van anar aparèixent en els mitjans de comunicació.

Els uns pensaven que no havia tingut nassos per tallar-me’ls utilitzant tota mena d’arguments: por al ridícul, gasiveria, manca de decisió… i d’altres, per contra, aplaudien la meva decisió afirmant que havia actuat amb la dignitat necessària o objectant que els responsables del programa haurien d’haver prescindit d’aquesta mena de proves.

Aquesta darrera opinió la resumia molt bé una nota breu que va aparèixer al diari de Barcelona el diumenge 23 de juny, signada amb la sigla F. Z., i que em va fer pensar que la decisió que vaig prendre era l’adient i que, d’aquesta manera, potser havia tancat una via que em preocupava de cara al resultat final de la meva participació en el concurs: que miressin de convertir el programa en una xarlotada.

Més tard, al llarg del concurs, em vaig adonar que la meva determinació a no acceptar cap prova que considerés inadequada i els comentaris favorables a aquesta actitud apareguts en els mitjans podrien haver influït en l’ànim dels realitzadors del programa.

En particular, crec que va ajudar positivament l’opinió del periodista i dramaturg José María Rodríguez Méndez, que el 1972 va escriure la peça teatral Flor de Otoño, estrenada a València el 1982, encara que el 1978 Pedro Olea la va dur al cinema, protagonitzada per José Sacristán, amb el títol d’Un hombre llamado Flor de Otoño.

Uns dies després, en la seva columna titulada «El mundo de la televisión» del Noticiero Universal, que reprodueixo aquí, ja que la lectura de l’original resulta complicada, aquest polifacètic personatge deia el següent:

ACTITUDES DIGNAS

Habrá que tener muy en cuenta algunos casos aislados en que el hombre, frente al gran espejo de las multitudes, enajenante espejo de la publicidad, se revuelve inesperadamente para adoptar una position digna. El mantener, o intentar mantener la dignidad en un espectáculo de masas no es cosa fácil. Por el contrario, es algo muy difícil. El influjo poderoso de las masas prende en su vorágine devoradora al hombre que está en frente, convirtiéndolo en un muñeco, un resorte vacío y atento únicamente a producir satisfacción a esas masas. Porque las masas acogen a ese hombre que es «espectáculo» como una especie de representante de sus propias apetencias y en él se reflejan y justifican. Mantener, en semejante trance, una postura independiente y negarse al capricho espontáneo de esas masas es altamente difícil, porque la actitud contraria hay que tomarla en fracciones de segundo; se precisa tener una mente ágil y una fortaleza grande.

Es en el mundo de la torería donde se puede experimentar esta lucha contra el influjo de las masas: este revolverse hacia el reducto de la propia dignidad a costa de innumerables pérdidas. Y bien pueden ilustrar estas actitudes ambivalentes toreros del tipo de Manuel Benítez —totalmente dispuesto siempre a dimitir de su condición de hombre digno— y Paco Camino, el inteligentísimo torero, que preferirá siempre enfrentarse a las masas a cambio de la conservación de su propia dignidad (lo que también puede decirse de «El Viti»). Y estas actitudes dignas en una época de destructiva masificación deben aquilatarse en su justa medida por resultar desusadas y, además, como un posible camino que nos lleve a la esperanza: la esperanza de que el hombre todavía, a pesar del destructivo consumismo, no se resigna a ser un simple manjar del animal colectivo.

Pues bien, todo este largo prólogo viene a situar la actitud del nuevo concursante de ese nefasto concurso titulado «Un millón para el mejor», en su primer día de actuación ante las cámaras. Muchos de ustedes asistirían a la rebelión digna de ese concursante, licenciado en Ciencias Físicas. Hubo una prueba —prueba «happening», casera, broma clásica de reunión de señoritos borrachos— según la cual el concursante tenía que cortarse los pantalones más arriba de la rodilla, para lo cual se le entregaron unas tijeras. El concursante se negó rotundamente y muy rápidamente a semejante pretensión. Y si fueron poco convincentes las palabras del dicho concursante (¿para qué pedir explicaciones a lo que era absurdo?) se nos antojó muy clara y convincente la postura de ese señor que no quiere, con muy buen acierto, plegarse a una prueba verdaderamente denigratoria que consistía en destruir sus pantalones y exhibir sus peludas piernas ante la gran masa de telespectadores. Y prefirió —volvemos a aplaudirle— firmar el consabido cheque. He aquí —repito— una actitud digna que hay que aplaudir sin reservas. Como polo ambivalente tendremos que reseñar la actitud, a todas luces poco digna, del presentador del programa, en primer lugar. Porque dicho presentador aludió a que «si el concursante hubiera accedido a cortar sus pantalones había una buena cantidad de trajes, de la misma calidad, capaces de sustituir al que graciosamente hubiera podido destruir el personaje apremiado» y a continuación se extendió sobre lo que él y el jurado entendían como «decisión repentina», etc. etc. Ante nuestra sorpresa el jurado también calificó negativamente una postura indudablemente digna de elogio como es el evitar, por cualquier medio, un ridículo sin sentido. Se aludió inconscientemente al sentido materialista de la rapiña: a la necesidad de hacerlo todo por un millón de pesetas. Nos importa hacer hincapié en la actitud del presentador y del jurado. La actitud del presentador posiblemente sea disculpable, habida cuenta de que se trata —lo podemos comprobar todos los lunes por la noche— de persona de escasa formación; no podemos disculpar, sin embargo, a un jurado cuyas distintas profesiones liberales exigirían una reflexión moral mucho más ponderada de la que gratuitamente se dio al denegar la prueba antedicha.

Posiblemente una buena parte de culpa en lo que está sucediendo en este programa la tengan los anteriores concursantes que no retrocedieron ante pruebas atentatorias contra la dignidad humana. Al fin y al cabo, los creadores de ese programa también están impulsados por el deseo de dar satisfacción a las masas y consideran que las bromas no tienen ningún límite cuando existe quien se pliegue de buena fe a las pruebas del mayor mal gusto. Si la gran mayoría hubiera visto con agrado al concursante exhibir sus piernas peludas, después del corte de pantalones, ¿para qué tener en cuenta la presencia de una minoría a quien repugnara semejante exhibición? (aparte de que esa minoría puede desconectar el televisor). Pero el razonamiento no es correcto; porque tanto respeto merece la minoría a quien molesta el espectáculo de la indignidad del hombre, como la mayoría que, por embotamiento de la sensibilidad, no puede reparar en semejante indignidad. Para colmo, el jurado abunda en las ideas de los creadores y seleccionadores de ese malhadado programa, que puede llegar a divertir insanamente a gentes de vaga mentalidad.

Por fortuna, el concursante, en fracciones de segundo, dentro de la vorágine enajenadora de las cámaras, del jurado, del presentador, de la presencia invisible de los telespectadores, dijo que «no» rotundamente. Este «no» lo elogiamos sin reservas como uno de los mejores momentos televisivos que hemos contemplado últimamente. Esperemos que otros «no» vayan jalonando un camino de esperanza frente a la brutal masificación de la persona humana.

Ambdues opinions em van asserenar una mica, encara que era ben conscient que, si la voluntat dels realitzadors era que no guanyés, ho tenien igualment de fàcil, encara que, això sí, ho haurien de provar per una altra via.

L’assumpte dels pantalons havia tingut un altre efecte, que era el d’haver posat una bona part del públic al meu costat, cosa que haurien de tenir en compte els realitzadors si no volien que el programa se’ls escapés de les mans, i més quan als mitjans seriosos, amb aquella sortida de to, s’havia instal·lat la idea que el programa, per aquella via, s’allunyava del que pretenien ser els seus objectius, és a dir, trobar una persona apta per viure la darrera part del segle xx.

Així doncs, anava a abordar la segona setmana de participació amb un cert suport popular i mediàtic, sobretot pel que feia a Catalunya, que, com que era aquí on es realitzava el programa, va tenir, vull creure, una certa influència en el seu desenvolupament posterior del concurs.

Un altre aspecte que calia tenir en compte era que l’any 1968 el preu d’un spot publicitari a TVE de 15 segons en qualsevol programa era, per l’anunciant, de 30.000 pessetes mentre que, degut a l’èxit d’audiència en aquell moment, aquest preu havia pujat, pel concurs, a les 120.000 pessetes per la mateixa durada. Per tant, si l’interès dequeia els ingressos es veurien afectats.

Estàvem doncs jugant una partida d’escacs, per una banda no podien ni eliminar-me de seguida; ja que aleshores la premsa i el públic se’ls hi tirarien a sobre, ni deixar que guanyés fàcilment ja que, en aquest cas, l’interès es perdria per excés de guanyadors. La situació esdevenia interessant.

La solució per a ells era incrementar la dificultat de les proves i esperar que no fos capaç de superar-les. I efectivament, així es com va anar. Comparativament amb el que havia estat pels concursants anteriors, el concurs va anant progressant per aquest camí.

A mi la veritat era que tot això no em preocupava massa, ja que no hi podia fer res per lluitar-hi, i m’ho mirava amb un esperit mes aviat esportiu. De fet, en aquell moment el que em tenia impressionat era el fet que per primera vegada tres atletes americans de raça negre, Jim Hines, Roonie Ray Smith i Charles Greene, al Hugues Stadium de Sacramento a California, durant la que es va anomenar “La Nit de la Velocitat” haguessin estat capaços de baixar dels 10 segons en una prova de 100 metres el dia 20 de juny.

Uns mesos mes tard als Jocs Olimpics de Mexico els tres hi varen tenir papers rellevants.



Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Aquest lloc està protegit per reCAPTCHA i s’apliquen la política de privadesa i les condicions del servei de Google.

Aquesta entrada s'ha publicat dins de El concurs per Jo mateix | Deixa un comentari. Afegeix a les adreces d'interès l'enllaç permanent