Las nuevas generaciones de españoles no han nacido en el nacionalcatolicismo en el que lo hicimos nosotros, de modo que la mayoría no practican la fe católica.
La fe, como el amor, son emociones que no se pueden racionalizar. O la tienes o no la tienes. Los conquistadores españoles de América trataron de imponer el catolicismo pero, por debajo de él, se mantenían las viejas creencias, sobre todo entre los aztecas.
Ahora preocupa al Vaticano como países de tradición católica como Italia y España son básicamente descreídos. No se trata de una conjura laicista, sino de que las circunstancias que hoy nos rodean no son favorables para ello. Las familias siguen bautizando a sus hijos, muchos se siguen casando por la Iglesia, pero se trata de una mera costumbre que se sigue practicando para no disgustar a los abuelos.
La fe no tiene mucho que ver con la moral. Muchos fervientes católicos son inmorales en sus conductas, por ejemplo no pagan impuestos e incluso se ufanan de ello. En España hubo una época en que el Estado instituyó la Inquisición, un tribunal en el que se castigaba a los laicos por el solo hecho de serlo. De modo que tenemos que aceptar las condiciones de la democracia, libertad de cultos y respeto a los derechos humanos.
Esa es la nueva moral.
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