18 d'octubre de 2007
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La naturaleza está fuera de nosotros

En sus 10 mandamientos, Dios olvidó
mencionar a la naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el
monte Sinaí, el Señor hubiera podido agregar, pongamos por caso:
"Honrarás a la naturaleza de la que formas parte". Pero no se le
ocurrió.
Hace cinco siglos, cuando América fue apresada por el mercado
mundial, la civilización invasora confundió a la ecología con la
idolatría. La comunión con la naturaleza era pecado. Y merecía castigo.
Según las crónicas de la Conquista., los indios nómadas que usaban
cortezas para vestirse jamás desollaban el tronco entero, para no
aniquilar el árbol, y los indios sedentarios plantaban cultivos
diversos y con períodos de descanso, para no cansar a la tierra. La
civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de
exportación no podía entender a las culturas integradas a la
naturaleza, y las confundió con la vocación demoníaca o la ignorancia.
Para la civilización que dice ser occidental y cristiana, la naturaleza
era una bestia feroz que había que domar y castigar para que funcionara
como una máquina, puesta a nuestro servicio desde siempre y para
siempre. La naturaleza, que era eterna, nos debía esclavitud.
Muy
recientemente nos hemos enterado de que la naturaleza se cansa, como
nosotros, sus hijos, y hemos sabido que, como nosotros, puede morir
asesinada. Ya no se habla de someter a la naturaleza, ahora hasta sus
verdugos dicen que hay que protegerla. Pero en uno u otro caso,
naturaleza sometida y naturaleza protegida, ella está fuera de
nosotros.
La civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al
crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también
confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto
sin centro, se dedica a romper su propio cielo
.

Eduardo Galeano

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