2 de gener de 2009
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Carta d’un ciutadà resident a Gaza

Ciudadano italiano residente en Gaza

Mi
apartamento en Gaza está frente al mar, tiene una vista panorámica que
siempre me ha subido la moral, a pesar de que también muestra la
miseria de la vida sometida al bloqueo. Esto era así hasta esta mañana,
cuando todos los demonios llamaron a la ventana. Esta mañana, en Gaza,
nos despertamos con el sonido de las bombas que caían. Muchas de ellas
impactaron a unos pocos cientos de metros de mi casa.

Algunos de
mis amigos recibieron el impacto de esas bombas. En estos momentos el
balance de muertos es de 210, pero el número sube dramáticamente. Es
una carnicería sin precedentes. Han arrasado hasta los cimientos el
puerto que está frente a mi casa y han pulverizado las comisarías. Me
cuentan que los medios occidentales han asimilado y rebotan las notas
de prensa del Ejército israelí, que señalan que los objetivos son sólo
los terroristas de Hamas y que están actuando con precisión quirúrgica.

En
estos momentos, visitando el principal hospital de la ciudad, al-Shifa,
vemos un caótico amontonamiento de cuerpos en el patio, observamos que
la mayoría de quienes esperan atención médica son civiles, tendidos
junto a otros que esperan ya a ser enterrados.

¿Puedes
imaginarte Gaza? Cada casa está al lado de la otra, cada edificio junto
al siguiente. Gaza es lugar con la mayor densidad de población en el
mundo, lo que significa que cuando se lanza una bomba desde una altura
de 10.000 metros, inevitablemente se comete una carnicería de civiles.
Te han avisado de ello, eres culpable, no es un error, no son daños
colaterales.

Al bombardear la comisaría central de Policía en
al-Abbas, en el centro de la ciudad, la escuela elemental de las
cercanías fue seriamente dañada por la explosión. Era el final de la
jornada escolar y los alumnos estaban ya en la calle. El cielo que
hasta entonces era azul se tiñó de sangre. Cuando bombardearon la
academia de Policía de Dair al-Balah, algunos muertos y heridos
correspondían también al mercado colindante, el mercado central de Gaza.

Hemos
visto cuerpos de animales y de personas con la sangre mezclada en
arroyos que descienden por las calles de asfalto. Es (el cuadro de)
Gernika convertido en realidad. He visto muchos cadáveres de uniforme
en los varios hospitales que he visitado, la mayoría de ellos jóvenes.
Les saludaba cada día cuando me los encontraba en la calle camino al
puerto o cuando me dirigía al café por la tarde. Conocía el nombre de
varios de ellos.

Un nombre, una historia, una familia mutilada.
La mayoría eran jóvenes, de entre 18 y 20 años, sin vinculaciones
políticas, ni con Hamas ni con al-Fatah, que se habían enrolado en la
Policía cuando acabaron los estudios sólo para tener un trabajo seguro
en Gaza, donde el bloqueo criminal de Israel ha provocado que la tasa
de para sea del 60%. No me interesa la propaganda y dejo que hablen mis
ojos, que mis oídos escuchen el sonido que de las sirenas y de las
explosiones.

No he visto a ningún terrorista entre las víctimas
de hoy, sólo civiles y policías. Exactamente igual que los policías de
nuestras ciudades, los agentes palestinos que han sido masacrados por
las bombas israelíes podían hallarse cada día del año caminando en la
misma plaza de la ciudad, vigilando el mismo cruce o la misma
carreteras.

Justo la noche anterior estuve tomándoles el pelo
porque tenían que soportar el frío frente a mi casa. Quiero que la
verdad redima algunas de estas muertes. Nunca dispararon un tiro contra
Israel, no hubieran tenido que hacerlo, ya que no era parte de su
trabajo. Actuaban dirigiendo el tráfico, se ocupaban únicamente de la
seguridad interna.

En cualquier caso, el puerto está a bastante
distancia de la frontera israelí. Tengo una cámara de vídeo, pero hoy
he descubierto qué malo soy grabando. No soy capaz de filmar cuerpos
mutilados o caras cubiertas de lágrimas. Yo también me echo a llorar.
Fui con otros voluntarios de ISM (International Solidarity Movement) a
donar sangre al hospital al-Shifa.

Allí mismo recibimos la
llamada de que Sara, una amiga nuestra, había muerto por el impacto de
una pieza de metralla cerca de su casa, en el campo de refugiados de
Jabaliyah. Era una persona dulce, un alma luminosa, que había salido a
buscar pan para su familia. Deja trece hijos.

Hace un momento
recibí una llamada de Tofiq, desde Chipre. Tofiq es uno de los
estudiantes palestinos que ha tenido la suerte de dejar el interminable
campo de prisioneros de Gaza en uno de los buques del movimiento Free
Gaza (Gaza Libre). Me preguntó si había visitado a su tío para
saludarle de su parte, tal y como prometí. Lamentablemente, tuve que
disculparme porque no había tenido tiempo. Demasiado tarde.

Fue
sepultado entre los escombros del puerto, como muchos otros. Desde
Israel recibimos la terrible amenaza de que sólo es el primer día de
una campaña de bombardeos que puede durar dos semanas. Quieren lograr
un desierto y llamarlo paz. El silencio del «mundo civilizado» es más
ensordecedor que las explosiones que cubren la ciudad como una mortaja
de muerte y terror.

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