El bloc del Director (ILC)

Alguns fulls del dietari públic d'Oriol Izquierdo, director de la Institució de les Lletres Catalanes 2007-2012

20 de desembre de 2012
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Acord de pau i treva

Per un atzar ahir em vaig trobar actuant com a testimoni de luxe de la signatura d’un acord històric entre el Gremi de Llibreters i la cooperativa Abacus. Abacus i el Gremi havien convocat la premsa a la seu de la Institució per signar públicament el conveni sota el padrinatge del conseller de Cultura. A última hora, però, l’actualitat parlamentària va requerir el conseller i em va tocar, en el paper d’amfitrió, emparar la roda de premsa. I ho vaig fer amb goig.

[…]

Perquè és un goig poder explicar que se supera una confrontació que semblava enverinada i crònica. Dit en resum, es tracta del contenciós històric i judicial entre les dues entitats motivat per la contradicció entre la llei del llibre, que n’imposa el preu fix i en limita el descompte a un màxim del 5%, i la llei de cooperatives, en què durant molts anys es va emparar la cooperativa per a una agressiva política de descomptes directes. Finalment, després de llargues negociacions i alguns exercicis de mediació, especialment el del Departament de Cultura l’any 2007, Abacus ha acceptat limitar el descompte al que estableix la llei del llibre i oferir altres compensacions als seus socis cooperativistes. I, per la seva banda, el Gremi ha acceptat incorporar Abacus com un agremiat més. I d’aquesta manera, avui els llibreters del país són més forts per fer front als reptes que els esperen, i que no són precisament pocs.

Fa alguns anys, quan el conflicte va esclatar en forma de boicot, vaig escriure un article que avui, després d’aquest atzar, m’he atrevit a rellegir. Deia jo a “Descuentos”, publicat a La Vanguardia l’any 2006:

La cooperativa de consumidores Abacus nació en el año 1968, en el contexto de los movimientos de renovación pedagógica que, a pesar del franquismo, supieron dar continuidad a los ideales y a algunas prácticas de la mejor tradición escolar catalana. Inscrita en la no menos fértil tradición del cooperativismo, Abacus ofrecía a padres y maestros material educativo entonces no siempre fácil de hallar, como juguetes escogidos, libros y música, material de oficina y de aula, para plástica y otras actividades más bien desatendidas por la enseñanza oficial. Tras más de tres décadas, Abacus ha ido creciendo y los tiempos han cambiado. Hoy cuenta con más de medio millón de socios y catorce establecimientos en Barcelona y en diez ciudades más de Catalunya y el País Valenciano. La administración educativa ha hecho suyas en buena medida las propuestas de Rosa Sensat. Y por doquier se impone la competencia y las duras leyes del mercado. Abacus ha actualizado en parte su filosofía inicial, y ahora cuelgan en sus tiendas llamadas al comercio justo y a la colaboración con relevantes oenegés relacionadas con la educación. También ha diversificado su oferta, que es cada vez más parecida a la de cualquier otro supermercado del ocio y la cultura, pero con el anzuelo de unos descuentos especiales. Por lo menos para los libros.

Tienen razón los libreros al quejarse de que Abacus les es desleal. Por fortuna es vigente en el estado español el precio fijo para el libro. Gracias al precio fijo, los puntos de venta no pueden especular con los éxitos ni abusar con descuentos que atraigan al comprador. De lo contrario, las pequeñas librerías sufrirían una asfixia aun mayor de la que hoy sienten y los títulos más comerciales ganarían todavía más ventaja sobre los demás, hasta borrarlos. El libro es un objeto frágil que precisa de este trato especial. Ya demasiado se perdió cuando el gobierno del PP liberalizó algo la venta del libro de texto bajo el falso pretexto que la competencia reduce los precios y así se favorece la economía familiar. Ahora Abacus afirma que sus descuentos facilitan el acceso de los ciudadanos a la cultura. Pero tal vez su posición sería menos demagógica si respetara el precio fijo y ofreciera a sus socios algún valor cultural añadido a la burda venta ventajosa de ahora.

Los libreros tienen razón, sí, pero la pierden al reaccionar con un boicot. Irritados por la gota que colma el vaso, la venta del último Harry Potter con descuentos superiores al 20%, posible para Abacus e ilegal para los demás, el gremio promueve la devolución de los fondos de Empúries y Salamandra. Tal vez logran así llamar la atención sobre el problema, pero metiendo en la batalla a otros sin arte ni parte. Y con otro efecto no deseado: esa iniciativa injusta y a la desesperada demuestra hasta qué extremo está la librería como espacio en decadencia y el librero como profesional en riesgo de quiebra psicológica, salvando las significativas excepciones que subsisten y trabajan con imaginación y capacidad de iniciativa, apego por el oficio y por la cultura, esperanza y visión de futuro.

¿Qué solución tiene el conflicto? Si de mí dependiera, rogaría a los libreros que depusieran su absurdo boicot; a los socios de Abacus que en la próxima asamblea decidan someterse a la ley del libro y explorar otras ventajas de la cooperación; y a nuestro Parlamento que introduzca ya una enmienda para que el libro tenga precio fijo también para las cooperativas de consumidores.

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