Jaume Renyer

per l'esquerra de la llibertat

23 de març de 2017
0 comentaris

Pakistan 1956, primera república islàmica

El 23 de març del 1956 Pakistan aprovà la Constitució, vuit anys després de la seva independència, i l’estat es declarava formalment la primera república islàmica. Des d’allavòrens no ha aconseguit estabilitzar el sistema polític ni tampoc encetar el desenvolupament econòmic, mantenint-se com un estat controlat per l’exèrcit i els serveis de seguretat, la principal estructura que en garanteix subsistència.

Jonathan Paris va publicar un report, el número 37, del BESA Center, de data 4 de febrer del 2008 qua analitzava la situació pakistanesa amb aqueix títol, “How Stable Is Pakistan ?“.

Resulta també interessant aqueix article de Clifford D. May “What went wrong in Pakistan“, publicat el proppassat dia 15 al digital de la Foundation for Defense of Democracies i reproduït en castellà pel portal El Gran Oriente Medio cinc dies més tard amb el significatiu títol, “En qué momento se jodió Pakistan”:

Se suponía que Pakistán iba a ser un modelo, un ejemplo para otros países. Se fundó tras la Segunda Guerra Mundial, en el ocaso del Imperio Británico y mientras la India se preparaba para la independencia. Aunque se alegraban de ver el fin del Raj, los musulmanes indios sentían aprensión por convertirse en minoría en una tierra de mayoría hindú. En su lugar, imaginaban lo que podría llamarse una solución de dos Estados: el establecimiento de una patria para los musulmanes del subcontinente en las zonas donde los musulmanes eran mayoría. Su nueva nación iba a ser libre, pluralista y tolerante. “Partimos del principio fundamental de que todos somos ciudadanos, y ciudadanos iguales de un mismo Estado”, declaró Mohamed Alí Yinah, el Quaid e Azam (Gran Líder) en 1947.

¿Qué salió mal? En un excelente libro, Purifying the Land of the Pure (“Purificando la tierra de los puros”), Farahnaz Ispahani relata y lamenta el “descenso” de Pakistán a lo que hoy es: ni libre, ni democrático ni tolerante; un país que es al mismo tiempo patrocinador y víctima del terrorismo.

Ispahani, global fellow del Woodrow Wilson International Center for Scholars de Washington, fue durante años periodista y funcionaria pakistaní de alto nivel. Es indudable que ama su tierra natal. Lo dudoso es que pueda volver alguna vez sin correr peligro. Pakistán –escribe– empezó siendo “un Estado moderno liderado por personalidades laicas”. Pero no pasó mucho tiempo hasta que importantes “líderes religiosos y políticos declararon que el objetivo de la creación de Pakistán era el establecimiento de un Estado islámico”.

Esa tensión se manifiesta incluso en el nombre del país. Pakistán es un acrónimo de Punyab, Afgania, Cachemira, Sind y Baluchistán. Pero en urdu, la lengua franca del país, significa “Tierra de los Puros”. Para quienes Ispahani denomina “activistas islámicos”, eso implicaba un Estado que abrazaría los valores musulmanes y las leyes islámicas tal como ellos las definían.

Tras la partición de 1947, millones de musulmanes indios se trasladaron a Pakistán, mientras que millones de hindúes hicieron el recorrido opuesto. No fue un caso único: tras el colapso del Imperio Otomano, los cristianos huyeron de Turquía y los musulmanes griegos se reasentaron en el corazón de Turquía. También se produjo una transferencia de población entre los judíos y los musulmanes de Oriente Medio. Todas estas transiciones de la época colonial causaron sufrimiento, pero en el subcontinente tanto la escala como la mortandad fueron mayores: hubo hasta 12 millones de personas desplazadas y al menos dos millones de muertos a causa de la violencia intercomunitaria.

A pesar de las migraciones, hindúes, sijs, jainitas, parsis, cristianos y judíos constituían el 23% de la población de Pakistán en el momento de la independencia. Tal vez sus derechos habrían quedado mejor protegidos si Yinah no hubiese muerto en 1948. Pero al año siguiente la Asamblea Constituyente declaró oficialmente que el objetivo de la constitución de Pakistán sería la “creación de un Estado islámico”.

En 1956 Pakistán se convirtió en el primer país en declararse “república islámica”, señala Ispahani. Diecinueve años después, el general Mohamed Zia ul Haq se hizo con el poder mediante un golpe militar. Hasta su muerte en un accidente de avión, en 1988, su principal misión fue promover la islamización de Pakistán. Como consecuencia, hoy las comunidades minoritarias constituyen sólo el 3% de la población; pero en un total de 195 millones de habitantes siguen siendo un número elevado. El prejuicio y la persecución no han cesado. Probablemente están yendo a peor.

Piénsese en el caso de Asia Bibi, una cristiana que trabajaba en 2009 en una granja y a la que la esposa del patriarca de la aldea pidió que le acercara agua potable, refiere Ispahani. Al parecer, otras campesinas musulmanas se negaron a beber diciendo que era “sacrílego” e “impuro” aceptar agua de Asia Bibi, puesto que no era musulmana. Asia Bibi se ofendió y dijo: “¿Es que no somos seres humanos?”. Se produjo una discusión, tras la cual Bibi fue arrestada, condenada por blasfemia y condenada a muerte. Salman Tasir, el gobernador (musulmán) del Punyab, la defendió contra las leyes antiblasfemia. Los mulás dictaron fetuas condenándolo y fue asesinado por uno de sus propios guardaespaldas. Bibi sigue en la cárcel.

Visité Pakistán por primera vez a principios de los años ochenta. Incluso me reuní brevemente con el presidente Zia, aunque no fui lo bastante espabilado para entender el daño que el general estaba causando al país. Mi última visita fue en 2009. Recuerdo a un conocido de Karachi contándome lo cosmopolita que había sido la ciudad cuando él era joven. “Entonces era un lugar mejor”, dijo con melancolía. Pero obligar a marcharse a quienes habían dado diversidad a Karachi –añadió– no había mejorado las relaciones entre la más demográficamente homogénea población que quedó. Al contrario: ahora hay una grave discriminación y frecuentes ataques contra los musulmanes no suníes, incluidos los ahmadíes (que han sido declarados oficialmente no musulmanes), los sufíes y los chiíes.

Planteé estas cuestiones en una conferencia en la Universidad de Karachi. Un estudiante me tiró un zapato a la cabeza. No llegó a darme, pero al día siguiente en las portadas de los periódicos del país el estudiante era presentado como un héroe que defendía el honor de Pakistán. A mí se me presentaba con menos simpatía.

Una cuestión adicional: Ispahani no podría haber escrito este libro si se hubiese ceñido a las rigideces de la corrección política. Los sistemas de creencias que han llevado a Pakistán a donde hoy está no se ajustan a la descripción de extremismo violento. En su lugar, ella habla “islamismo”, “yihadismo”, “militancia islamista” y “terrorismo islámico”, terminología que abre la ventana a ideologías y teologías que ahora amenazan a los pueblos libres (y a quienes querrían serlo) en todo el mundo.

Diría que la historia de Pakistán enseña al menos tres lecciones. La primera: que las elecciones, por sí solas, no producen democracia; la segunda: que el gobierno de la mayoría sin protección para los derechos de la minoría lleva a un antiliberalismo descomunal; la tercera: un Estado comprometido con alcanzar la pureza religiosa siempre encontrará súbditos que necesiten ser purificados. Por ese camino se llega al despotismo.

Post Scriptum, 9 de gener del 2018.

Geoplitica.cat publicà abans d’ahir una breu referència a l’eventual construcció d’una base naval xina al Pakistan coincidint amb l’anunci de la retirada del suport econòmic dels EUA a aqueix estat fallit. La Índia és la potència emergent asiàtica capaç de contrarrestar l’hegemonia de la República Popular Xina a curt termini, per tant Pakistan no té cap interès estratègic per Occident i pot ser un regal enverinat pel règim comunista que haurà de sostenir-lo també econòmicament, com ja fa amb Corea del Nord.

Post Scriptum, 26 de juliol del 2018.

Guillaume Mereb i Louise Thiébault publiquen avui a L’Orient-le Jour aqueixa semblança del vencedor de les eleccions al Pakistan: “Imran Khan, le Trump du Penjab”:

Prendre une célébrité nationale, connue dans tout le pays, et décider soudainement d’utiliser sa notoriété pour se lancer en politique. Cette entrée tonitruante se fait sur fond de slogans populistes et de dénonciations sans fard de la classe politique en place, incarnée par deux dynasties rivales mais dont on peine de plus en plus à distinguer les différences. Enfin, précisons que ce play-boy, marié trois fois, multiplie les démonstrations de piété et sollicite, avec un certain succès, les suffrages des religieux les plus conservateurs. S’agit-il de Donald Trump ? Perdu.

Ce presque Trump est né dans le Penjab, se nomme Imran Khan et était le favori hier des élections législatives qui ont lieu au Pakistan. À l’heure de mettre sous presse, le résultat des élections n’était pas encore connu mais les premières tendances annonçaient sa victoire.

Issu d’un millieu aisé, il part étudier au Royaume-Uni. Il y fréquente la très prestigieuse université d’Oxford et se retrouve sur les mêmes bancs qu’une certaine Benazir Bhutto, dont le fils est aujourd’hui son adversaire politique. Comme son double américain, M. Khan est le pur produit d’une élite qu’il accable aujourd’hui de tous les maux. Dans un pays où le cricket est le sport-roi, il devient la star de l’équipe nationale. Son rôle de capitaine lors de l’unique victoire pakistanaise à la Coupe du monde de 1992 l’érige en héros de tout un peuple. Tout jeune retraité, il entreprend de faire vivre sa légende en multipliant très vite les activités philanthropiques. En 1996, il entame sa « descente » dans l’arène politique en fondant son propre parti, le Mouvement du Pakistan pour la justice (Pakistan Tehreek-e-Insaf – PTI). Il lui faudra cependant attendre 2013 pour connaître un réel succès, sur fond de déception à l’encontre du Parti du peuple pakistanais (PPP – sociaux-démocrates) alors au pouvoir.

Imran Khan, 65 ans au compteur, est plus que jamais sous les projecteurs. Le discrédit du PPP, « très mal dirigé », selon Alain Lamballe, général de brigade et ancien attaché militaire français en Inde et au Pakistan, lui a profité au point d’être considéré comme la seule alternative possible au Premier ministre Nawaz Sharif. Ce dernier aujourd’hui en prison pour corruption, M. Khan est de ce fait considéré comme le favori des élections. Un statut qu’il s’emploie à conserver en multipliant promesses et slogans, comme l’explique Gille Boquérat, chercheur à la fondation pour la recherche stratégique et auteur du livre Le Pakistan en 100 questions : « Imran Khan promet un “Islamic Welfare State”(État providence islamique) [et] de s’attaquer frontalement à la corruption ». Son principal atout reste cependant la perspective offerte de faire exploser un système politique bloqué, d’en finir avec l’alternance au pouvoir de la famille Sharif et de la famille Bhutto, de la Ligue musulmane du Pakistan (PML-N) et du PPP.

Nationalisme anti-occidental

Ce candidat des jeunes, de la classe moyenne et des pachtounes, son ethnie d’origine, provoque également un certain nombre de peurs et d’inquiétudes. Certains voient son ascension comme portant la marque d’un coup d’État rampant de l’armée pakistanaise, une armée qui représente un véritable État dans l’État. Alain Lamballe explique que « l’armée a agi contre Nawaz Sharif qui a tenté de reprendre la main sur la politique étrangère et de récupérer le contrôle des services de renseignements ». Pour les libéraux, inquiets de la progression de l’influence des généraux dans le pays, Imran Khan est précisément le candidat favori des militaires qui veulent écarter définitivement du pouvoir la famille Sharif. De fait, l’ex-star du cricket à modelé certaines de ses orientations politiques sur celles de l’armée et des secteurs conservateurs de la société : nationalisme anti-occidental, fermeté face à l’Inde et complaisance envers les talibans afghans. Des positions contradictoires avec ses premiers engagements. C’est pourquoi, pour Marvin Weinbaum, directeur des études pakistanaises au Middle East Institute, « personne ne croit qu’il a des convictions politiques profondes, particulièrement en ce qui concerne les Affaires étrangères ». Gilles Boquérat nuance cependant cette idée d’un candidat à la botte des généraux en rappelant que « si Imran Khan apparaît effectivement comme le candidat de l’armée, il n’est pas sûr que son narcissisme soit “contrôlable” et il pourrait leur « échapper ».

Celui qui a été surnommé “Taliban Khan” par ses opposants inquiète également par ses complaisances avec les islamistes, avec qui il serait prêt à gouverner, tant sur le plan de la politique pure que de la morale privée. Tel Donald Trump en campagne se rendant ostensiblement à l’office, le jet-setteur Imran Khan aux multiples conquêtes a fait « amende honorable » et se présente comme un homme pieux respectant les préceptes de l’islam. Ce born-again version musulmane, ce qu’il doit selon lui à sa troisième épouse et « guide spirituelle », peut ainsi se permettre de critiquer le mode de vie d’une élite qui serait trop occidentalisée. L’ancien étudiant d’Oxford se fait désormais le meilleur défenseur des causes islamistes, telle la très controversée loi sur le blasphème qui a servi de base à la condamnation à mort de la chrétienne Asia Bibi en 2010. Comme son frère ennemi américain, Imran Khan a d’ores et déjà bouleversé le système politique pakistanais.

Post Scriptum, 31 d’agost del 2018.

Vinay Kaura publica avui als Perspectives Paper número 936 del Begin Sadat Center aqueix report sobre la creixent presència russa al Pakistan: “Russia’s Deadly Embrace of Pakistan“.

Post Scriptum, 2 de setembre del 2018.

Le Monde publica avui que el president dels EUA Donald Trump ha anul·lat l’aportació de 300 milions de dolars d’ajuda militar al Pakistan.

Post Scriptum, 26 de novembre del 2018.

James M. Dorsey publica un punyent article al Mideast Security and policy Studies, número 158, corresponent al 18 de novembre d’enguany, editat pel Begin Sadat Center, titulat: “Pakistan and Its Militants: Who is Mainstreaming Whom ?“.

Post Scriptum, 23 de març del 2022.

Ahir JForum fa aqueix compendi d’informacions extretes del NYT: “Pakistan, « l’islamophobie » une arme pour inciter les jeunes à la violence”, on exposa la fanatització de la població en base a les acusacions de blasfèmia contra els no musulmans.

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Aquest lloc està protegit per reCAPTCHA i s’apliquen la política de privadesa i les condicions del servei de Google.

Us ha agradat aquest article? Compartiu-lo!