Jaume Renyer

per l'esquerra de la llibertat

4 de juliol de 2016
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4 de juliol del 1946: pogrom de Kielce

Avui, la premsa israeliana es fa ressò del cinquantè aniversari del pogrom de Kielce, una massacre de jueus supervivents de l’holocaust perpetrat pels comunistes polonesos que va estroncar la possibilitat de la reconstrucció de la comunitat hebrea més nombrosa abans de la Segona Guerra Mundial. Els pocs jueus que van restar a Polònia assumiren la discriminació imposada per les autoritats pro-soviètiques en un règim que va negar la col·laboració autòctona en el genocidi perpetrat pels nazis.

Avui encara aqueixa qüestió és un tema tabú a la Polònia democràtica, on la renaixença jueva tot just repunta després de dècades d’assimilació forçosa i negacionisme, com ha resultat evident arran dels estudis recents sobre l’holocaust dels jueus polonesos.

Heus aquí el relat dels fets reproduït abans d’ahir per Enlace Judío de México en versió castellana titulat significativament “Como si Auschwitz no hubiera sido suficiente“:

El 4 de julio de 1946 (poco mas de un año después de la rendición de la Alemania nazi) tuvo lugar un pogrom en la ciudad de Kielce, Polonia, en el que fueron asesinados 46 judíos sobrevivientes del Holocausto de un total de 200 que habían regresado a su país tras el horror de los ghettos y los campos.

En agosto de 1942, la mayoría de los 24.000 judíos de Kielce, por ese entonces un tercio de la población total, había sido exterminada por los nazis en el campo de Treblinka.

El 1º de julio de 1946, desapareció un niño polaco de 8 años, Henryk Blaszczyk, en la ciudad del sur de Polonia llamada Kielce.

Los angustiados padres comenzaron a buscar a su hijo y, como no lo encontraban, informaron a la policía. Dos días después, Henryk volvió a casa. Contó que había sido secuestrado por un judío que lo encerró en un subterráneo y que, gracias a que alguien le pasó una silla, pudo escapar por una ventana. En realidad Henryk había hecho autostop a su pueblo natal para visitar amigos y recolectar cerezas.

Este fue el comienzo de una historia que siguió el 4 de julio, cuando Henryk, influido y alentado por un amigo de su padre, identificó ante la policía al judío que supuestamente lo había secuestrado y la casa donde había sido hecho prisionero, en la calle Planty Nº 7. La policía le creyó, arrestó al hombre señalado y lo golpeó y, además, corrió el rumor que el niño había sido secuestrado por judíos y mantenido en el subterráneo.

En ese entonces había 240.000 judíos viviendo en Polonia, la mayoría de ellos refugiados que habían regresado de la Unión Soviética luego de los acuerdos de ‘repatriación’ firmados por Polonia y el gobierno soviético, y ubicados en diferentes ciudades polacas. En mayo de 1946 había 163 judíos viviendo en Kielce, cuarenta de los cuales vivían en el Nº 7 de la calle Planty, dirección que se conocía como “la casa judía”, donde vivían los miembros de la Unión Akiva de la Juventud Sionista, afiliada al movimiento HaNoar HaTzioní. Eran sobrevivientes del Holocausto que se habían reunido en Kielce para participar en un curso agrícola que los prepararía para su vida en el mandato de palestina. El edificio también era la sede del Comité Judío local, dirigido por el Dr. Seweryn Kahane.

La mañana del 4 de junio vio cómo la historia de Blaszczyk se esparció por Kielce como fuego. En poco tiempo se reunió una muchedumbre de polacos indignados frente a la casa judía, convencidos de que había más de una docena de niños cristianos cautivos allí para usar su sangre en la confección de matzot, de acuerdo con un antiguo libelo de sangre o, según una creencia más nueva, para transfusiones para los soldados soviéticos. Se agregó otro rumor, además, que los niños cristianos cautivos ya no estaban vivos.

Las hordas incluían mujeres que cantaban consignas antisemitas e incitaban a los demás a unírseles. Alrededor de las 11 de la mañana, llegaron dos vehículos del ejército, de los que bajaron soldados con armas automáticas. En unos minutos, comenzaron a disparar balas al edificio a través de sus ventanas.

Una de las primeras víctimas fue el Dr. Kahane. La policía llegó también, invadió el edificio y ordenó a los judíos que entregaran las armas que tenían para defenderse, luego de lo cual comenzaron a destruir el interior de la casa. Todo aquél que trató de luchar, fue asesinado. Los judíos eran lanzados desde las ventanas a la calle y el gentío se volvió loco, entró al edificio y atacó con palos y con hierros a todos los que estaban atrapados adentro. Los que fueron arrastrados vivos a la calle, fueron llevados a una plaza cercana y asesinados.

Al mediodía, cuando la fábrica de acero de Ludwikow, cercana a la casa, paraba para el almuerzo, unos 500 obreros se dirigieron a la calle Planty, armados de cuchillos, palos y hierros, y mataron a otros 20 judíos. También hubo ataques contra judíos en un tren ese mismo día. El conductor desaceleró la marcha con toda intención y todos los judíos fueron lanzados de los carros y muertos a palos. Los atacantes se fueron con los relojes, ropas, zapatos y dinero de sus víctimas. Esa tarde llegaron a Kielce unidades del ejército de Varsovia y dispersaron a la multitud. Los muertos y heridos judíos fueron llevados al hospital Santa Alexandra y los sobrevivientes fueron enviados al estadio deportivo local y a las oficinas de las fuerzas de seguridad. Ese día, al menos 50 judíos, incluyendo mujeres y niños, perdieron sus vidas en Kielce, y más de 50 fueron heridos. Los funerales se llevaron a efecto cuatro días después, en la tarde del 8 de julio. Las víctimas del pogrom fueron sepultadas en el antiguo cementerio judío de Kielce. La procesión fúnebre tenía dos kilómetros de largo. Los residentes de la ciudad estaban a ambos lados de las calles y alrededor de 10.000 personas asistieron a los funerales, entre los cuales había muchos polacos que habían sido obligados a participar por las autoridades.

Encabezaba la procesión fúnebre una delegación de la fábrica de acero de Ludwikow y una unidad especial del ejército destinada a los funerales y ceremonias de Estado. Más de 40 ataúdes fueron enterrados, uno al lado del otro, en una tumba de 60 metros de largo. Más tarde, se erigió allí un obelisco de greda roja. El juicio de los asesinos acusados comenzó al día siguiente, 9 de junio de 1946 y fue encabezado por un tribunal supremo militar que fue especialmente a Kielce para este fin. De los 12 polacos que se juzgó, nueve fueron sentenciados a muerte y ejecutados el 12 de junio del 1946. Entre septiembre y diciembre se llevaron a cabo juicios adicionales y otros 30 sospechosos, entre ellos policías y soldados, fueron condenados. Diversos oficiales de alto rango fueron también arrestados. Los sobrevivientes judíos, que habían sido atendidos en el hospital local, fueron transferidos de Kielce a Lodz en un tren especial de la Cruz Roja.

El evento provocó una migración masiva de cientos de miles de judíos de Polonia y otros países de Europa oriental y central.

Post Scriptum, 5 de juliol del 2016.

En un gest que l’honora, des de Kielce mateix, l’actual president polonès Andrzej Duda ha afirmat solemnement que al seu país no hi ha lloc per l’antisemitisme.

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